En Vi, bellamente editado por Nórdica, con ilustraciones de Luis Scafati y traducción de Víctor Gallego, Nikolái Gógol, fallecido a los 42 años (1809-1852) recupera un cuento surgido del imaginario popular ucraniano sobre la figura de un tal Vi, jefe de los gnomos, cuyos párpados llegan hasta el suelo y del que Tolstói dijo que era un cuento de vampiros, uno de los más terroríficos especímenes de su clase jamás escrito.
Según esto, parece que al leerlo vayamos a acabar con un tembleque en las pestañas, el corazón en modo centrifugando y agotando a su vez las reservas de valeriana caseras. No es el caso, aunque sí me parece un relato que se lee con agrado, que en estos asuntos tan terroríficos es un desagrado desasosegante, donde tres jóvenes, un gramático, un filósofo y un teólogo van de peregrinaje yendo a caer en manos de una anciana, a la sazón bruja, ocupando el cuerpo de una beldad, la cual antes de morir le pide a su padre que uno de los jóvenes, Jomá Brut -el que la golpeó bajo su aspecto de bruja hasta casi matarla- rece por ellas tres días. Dicho y hecho, para allá irá Jomá, requerido por el padre de la chica, sin tener ni idea de quién es la moribunda, hasta que la tenga de cuerpo presente y esas tres noches que debe rezar hasta que el gallo cante, anunciando la muerte de la noche, son terroríficas, dado que la bruja quiere volver a la vida con toda clase de exorcismos (que nos llevará sin remisión a muchas de esas películas donde hemos visto a mujeres dando brincos sobre una cama, con las cabezas girando como peonzas…), para zozobra de Jomá, que como no podía ser de otra manera acabará espichándola, sin poder trasegar ni sustraerse a tantos sobresaltos, ojos fulgurantes, objetos inanimados que cobran vida y entes demoniacos como pueblan la estancia. Antes de morir, Jomá tendrá ocasión de compartir buchitos de vodka con los cosacos locales, quienes le referirán toda clase de aventuras sobre la joven moribunda, a la que ponen de vuelta y media y al que todos tildaban de bruja.
Nikolái Gógol en Devaneos | El Capote