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Las tres vidas de Hannah Arendt. La tiranía de la verdad (Ken Krimstein)

Las tres vidas de Hannah Arendt (con traducción de Carlos Mayor Ortega), me recuerda a otro, Las tres vidas de Stefan Zweig. La novela gráfica de Ken Krimstein, aborda la nada fácil tarea de hacer una autobiografía (vemos que triple. La narración va en primera persona) de la proteica Hannah Arendt, que no se consideraba filósofa, sino más bien una teórica de la política.

Lectora precoz, a los 14 años ya había leído todos los libros de Kant, su paisano, natural de Könisberg y aprendió griego por su cuenta y montó una compañía teatral en la que interpretaba todos los papeles en griego clásico. Ve a su padre, Paul, morir de sífilis (ha muerto de sexo, dice Arendt)
El tratamiento contra esta enfermedad llegaría solo un año más tarde.
Nada a contracorriente. La expulsan del colegio por montar una huelga porque los profesores son tontos. Descubre el sexo a los dieciséis con Hans. Se devana los sesos pensando, ya que necesita saber. Acude a la universidad de Marburgo. De profesor tendrá a Martin Heidegger. Como alumnos Han Jonás, Leo Strauss, Herbert Marcuse, Emmanuel Lévinas. Hannah tiene 17, Martin 35 + esposa + dos hijas. Pero la pasión es más fuerte. A Martin le ataca el demonio, le escribe a Arendt. Y sucumbe a él. Luego, él la aparta, pero a veces la busca, y se encuentran.

Conoce a Günther Stern, judío, primogénito de una de las familias más prestigiosas, intelectuales, artísticas, pudientes de Berlín. Estamos en 1933, conoce a Kurt Weill, Max Ernst, Edward Munch… hablamos del Romanisches Café. La situación se encrespa contra los judíos en Berlín (obligados a llevar en las ropa las estrellas amarillas) y Arendt y Stern piensan en marcharse. Antes charla con Kurt Blumenfeld, este le propone hacer un informe sobre los artículos y textos propagandísticos antijudíos en la prensa alemana actual. Arendt va a la biblioteca, luego detenida, retenida y finalmente liberada. Llama a su madre y juntas deciden abandonar Alemania. Por la ciudad de Karlsbad acceden a Checoslovaquia.

La segunda huida de Arendt tras su paso por Praga es hacia París. Allá coincide con Walter Benjamin sumido en su proyecto secreto sobre los Pasajes. Conoce a Heinrich Blücher. Arendt encuentra trabajo ayudando a niños judíos a salir de Europa. Se comienza a manifestar, también en París el odio hacia los judíos. Y el 1 de septiembre 1939 comienza la Segunda Guerra Mundial y rápidamente muchos países (Polonia, Países Bajos…) caen en manos de Hitler. Las mujeres judías como Arendt son trasladadas desde París al campo de detención de Gurs. Arendt logra escapar. En un pueblo perdido, en Maubuisson se topa con Blücher. En Marsella se reencuentran con Benjamin. Allá hay una oficina de visados. Lugar elegido para dejar Europa rumbo a América para muchos. Benjamin se suicida en Portbou. No está dispuesto a regresar a Francia. Hace entrega a Arendt de un manuscrito que contiene su libro de los Pasajes. Camino de Lisboa, Arendt encuentra la lápida de Benjamin. De allá marchan rumbo a Nueva York. A Arendt le acompaña su madre. Trabaja como au pair, más tarde logra un puesto como profesora en el Brooklyn College. Arendt comienza a ser popular por su pensamiento, propone la creación de un ejército judío, escribe la historia del nuevo judío. En 1943 se pone de manifiesto la existencia de los campos de concentración. Hay muchos que dudan de la veracidad de los campos, del plan de exterminio nazi, lo consideran propaganda. Para Arendt se ha abierto un abismo. En 1945 acaba la guerra. Los Estados Unidos sueltan dos bombas en dos ciudades japonesas: Nagasaki e Hiroshima, más de 200.000 víctimas.

Las tres vidas de Hannah Arendt

Arendt sigue pensando, estudiando, escribiendo. Ve la luz su libro Los orígenes del totalitarismo. Es la primera mujer en ocupar una cátedra en Princeton. Acude a la Selva Negra. Se reencuentra con Martin. No salta la chispa de nuevo. En 1951, Martha, la madre de Arendt coge un barco, deja Nueva York y muere en alta mar. Cuestiona a Martin: La muerte no da nada, Martin, solo la arrebata. En 1958 escribe La condición humana. En 1963 tiene lugar el juicio contra Eichmann. Viéndolo y oyendo sus explicaciones. Acuña el concepto de “banalidad del mal”. Ve en Eichmann a un pesado, un vendedor de aspiradoras, un hombre normal y corriente, lo cual hace sus crímenes aún más horribles. Para ella el mal lo causa gente que nunca toma la decisión de ser buena o mala. Muere en diciembre de 1975. Grosso modo estos son algunos de los acontecimientos vitales de Arendt sobre los que Kem fija su atención.

Magníficamente ilustrado, la novela de Ken sirve (o debería servir) para abundar en el pensamiento de Arendt. Así, me veo ahora leyendo ¿Qué es la política?

Muy bueno.

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Hierba (Keum Suk Gendry-Kim)

Keum Suk Gendry-Kim, en esta espléndida novela gráfica nos ofrece el crudo testimonio de la coreana Lee Ok-sun, nacida en Busan en 1934, a quien sus padres que viven en la miseria entregan adopción pensando que así su hija tendrá un futuro. Lee, siendo apenas una niña es obligada a trabajar como mujer de consuelo, eufemismo empleado para hablar de las esclavas sexuales; de todas aquellas mujeres que el imperio japonés en su lucha contra Corea y China, secuestró y condenó a ser violadas sistemáticamente por sus soldados. La autora presta asimismo atención a las barbaridades cometidas por los japoneses en Nankin, prendiendo fuego a civiles a quienes habían bañado con petróleo, entre ellos mujeres y niños. Más de 300.000 civiles fueron ejecutados. Lee es trasladada a una base aérea en China.

El testimonio de Lee no ofrece asideros ni atisbo alguno de esperanza. Tras muchos años ejerciendo como esclava sexual, al finalizar la segunda guerra mundial, llegan las tropas rusas al rescate y se suceden de nuevo las violaciones de mujeres coreanas.

Hierba

Lee se casa, pero su marido abandona pronto el hogar. Lee es estéril por las lesiones producidas y un desafortunado empleo de un tratamiento con mercurio. Lee queda a la espera de que su marido regrese, al cuidado de los padres y familiares de él. Más tarde vuelve a casarse con otro hombre que no la ama y la pega, padre de dos niños. Pero decide quedarse, por el niño pequeño, discapacitado. Cuando el marido muere regresa al hogar, a Corea, cinco décadas después, y el encuentro no es el esperado, porque al conocer su trágica historia, su familia, lejos de consolarla y apoyarla la repudia. Y Lee decide marcharse a Gwangju (en Corea del Sur), para instalarse en una de las llamadas Casa del compartir, un refugio para las víctimas de la esclavitud sexual.

Keum realiza sus ilustraciones en negro, color que hace aún más cruda y vívida la historia. La narración se desarrolla a través de las entrevistas que Keum mantiene con Lee, explorando el pasado de esta última. Es necesario no olvidar el pasado. Cuando Lee va buscando las casas de consuelo, se las ve y se las desea porque han sido barridas. Finalmente, en 2015, Japón firmó un acuerdo, para Lee inaceptable, sobre las víctimas de explotación sexual, con el gobierno surcoreano.

Celebridad póstuma

Pero al mismo tiempo, inversamente, la suma de sus obras, conocidas solamente de los enterados en la época en que la señora de Swann patrocinaba sus tímidos esfuerzos de diseminación, ahora crecidas y vigorosas a los ojos de todos, había cobrado entre el gran público un extraordinario poder de expansión. Sin duda ocurre que sea únicamente después de su muerte cuando un escritor llega a hacerse célebre. Pero él era en vida aún y durante su lento encaminarse hacia la muerte, todavía no alcanzada, como asistía al de sus obras hacia la Fama. Un autor muerto es, a lo menos, ilustre sin fatiga. El brillo de su nombre se detiene en la piedra de su sepultura. En la sordera del sueño eterno no se ve importunado por la Gloria. Mas por lo que hace a Bergotte, la antítesis no era enteramente acabada. Existía aún suficientemente para que le hiciera sufrir el tumulto. Se movía aún, bien que con trabajo, al paso que sus obras, rebrincando como muchachas a las que tenemos amor, pero cuya impetuosa mocedad y cuyas ruidosas diversiones nos cansan, arrastraban cada día hasta el pie de su lecho nuevos admiradores.

El mundo de Guermantes. En busca del tiempo perdido. Marcel Proust. Traducción de Pedro Salinas.

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El desierto y su semilla (Jorge Baron Biza)

Eterna Cadencia
Jorge Baron Biza
2022
223 páginas

Jorge Baron Biza solo publicó una novela, El desierto y su semilla. Una edición pagada por el mismo, en 1998. En 2001 se suicidó. El padre de Jorge, el millonario terrateniente Raúl Barón Biza, en 1964, lanzó ácido sobre el rostro de su mujer Clotilde, 19 años más joven, con la que se había desposado sin haber cumplido ella los dieciocho. El día siguiente Raúl se suicidó. La víctima de la agresión, en la novela Eligia, también se suicidó. En 1978.

Jorge, en la novela Mario, parece llevar encima el peso de una cruz muy pesada. Se pregunta si no será un vulgar imitador en la copa y el balazo. Hay una abertura en el abismo que parece mirarle a los ojos, captar su atención, para finalmente devorarlo.

La novela nos sitúa cuando Eligia recibe el ácido y es vitriolizada. A partir de ese momento, la ausencia de parte del rostro se convierte en un reguero de intervenciones quirúrgicas. Jorge acompaña a su madre a Milán, donde se practican las mismas. La narración describe las peripecias de Jorge, que alterna los cuidados hospitalarios a su madre, con sus deambuleos por la ciudad al conocer a Dina, una bacante que le brinda la oportunidad de vivir acontecimientos imprevisibles y asimismo va sacando a luz, al carboncillo su otro yo, o su único yo. Para ello un cocoliche de lenguas italianas, inglesas o alemanas, tomando el pulso al habla popular y traduciendo expresiones del italiano, las vertidas por Dina, por ejemplo, de manera casi literal: ¡Cómo te tomó en giro!. En italiano; Prenderti in giro. O tomarte el pelo. Y que así traducida resulta inteligible.

Eligia se convierte en una presencia fantasmagórica, traspasada y menoscabada por la realidad, paciente por duplicado y los avances que en su rostro se practican parecen ser mínimos. La ausencia de carne, mella la identidad, como si al faltar la faz no hubiera persona. No sabemos qué piensa Eligia, porque Jorge no nos lo dice. Se nos hurta su sufrimiento y pesar. Escuálida psicología en todos los personajes. Y el espíritu de la novela es ese: rehuir lo escabroso, trágico y sentimentaloide para abundar en el absurdo de muchas de nuestras conductas, también las más violentas e irracionales. Solo de refilón sabremos algo de Eligia, de su exilio político bajo el peronismo, de quién fue su padre (Amadeo Sabattini, Gobernador de la provincia de Córdoba), su pugna con Eva Perón, su férrea determinación por no ser compadecida…

Finalmente Eligia deja el hospital, retoma la política, sus inquietudes en educación, pero algo no va y acaba suicidándose. Raúl aborda el pasado no para reconstruirlo, más bien para trata de entender lo qué pasó, la conducta de su padre, el porqué de ese odio, odio que Raúl detesta pero igual práctica y el texto se convierte en un corazón, en la posibilidad de mantener la existencia gracias a la escritura, la posibilidad de una vida que no será. El abismo así colmado.

Muy bueno.