Escrita en 1874 por Pedro Antonio de Alarcón, pero ambientada en 1800, durante el reinado de Carlos IV, en una localidad andaluza, la pareja formada por un molinero murciano y una molinera navarra, deben arrostrar una situación límite que pondrá en riesgo la virtud de ella, cuando el corregidor, uno de los muchos hombres que beben los vientos por la navarra, llamada Frasquita, quiere recibir sus favores sexuales, urdiendo para ello con ánimo mefistofélico un plan según el cual ella cedería su virtud a cambio del nombramiento de su sobrino, y la hábil narración abunda en intrigas, pues este posible comercio carnal pondrá al molinero, de nombre Lucas, en el disparadero, capaz de llevar a cabo una puertourracada, de llevarse por delante al corregidor y a Frasquita cuando después de haber sacado a Lucas de su domicilio con malas artes y lograr escapar más tarde de su cautiverio, al volver al hogar, vea el nombramiento del sobrino en la mesa, la chimenea encendida, al corregidor en su cama visto en escorzo, y con estos detalles y como los sentidos a menudo nos engañan, su mente no sea capaz de proporcionar más información que un relato que no es capaz de concebir: que Frasquita ha salido en su búsqueda, inmaculada en su virtud y que cuando en el campo se crucen no se reconozcan, como sí hacen sus burras, y al final todo quede arreglado y compuesto, sin derramamientos de sangre, en una historia que describe primorosamente a los personajes, y asimismo la época, cuestionando la moral vigente, el poder y aquello del sexo débil, que de débil como se ve nada tenía.
De esta obra es curioso la cantidad de versiones musicales que hay, si no me equivoco Alarcon ya se basaba en un romance preexistente.
Estaba leyendo el libreto de Rosa Mayreder, Der Corregidor, que es una adaptación de El sombrero de tres picos sobre la que Hugo Wolf hizo la música, pues en Austria Alarcón era muy leído y a Wolf le apasionaba.