Las dos piedras de la cubierta bien podrían ser la encarnación de un padre e hijo irreconciliables. El título, Barrancos, el apellido de ambos, también podrían ser, recurriendo al diccionario, la «Dificultad o estorbo en lo que se intenta o ejecuta. Asimismo un «Despeñadero o precipicio».
Si nacer es un error, acontece la culpa de estar en el mundo. Así lo siente el joven Barrancos desde joven, el cual en la adolescencia ya había renunciado a obtener el reconocimiento de su padre, para darse cuenta de que lo único que podía hacer era luchar con él. Su padre le achacaba al hijo la muerte de su mujer, la madre de Barrancos.
Leo: La culpa lo carcomía y era el combustible necesario para seguir castigándose un día más.
Somos tan retorcidos que, a menudo, hemos de esperar que acaezca la muerte para poner las cosas en orden, juntar las piezas del pasado y buscarle el sentido a tanto sufrimiento e incomprensión. Porque el joven Barrancos no sabía nada del pasado de su padre. El cuál se recluyó en casa, un porvenir alimentado con sus periódicos, su leche y sus mendrugos.
El hijo acude donde el padre regularmente en busca de dinero, que el padre le acaba concediendo, para que el joven siga bebiendo, desnortándose, abismándose en los barrancos de la culpa. Cada encuentro filial es un discusión, un desencuentro. Si hay posibilidad de redención, para ambos, será cuando al joven se le brinde al joven la posibilidad de conocer su historia familiar. Para ello habrá de realizar un viaje, un regreso a la raíz, hasta el pueblo de Aljarán, próximo a la raya.
Es así como el pasado se desvela. Porque si revelar es luchar contra la luz, como le diría su padre muchas veces. Ir a Aljarán es para Barrancos luchar contra el olvido, darse la posibilidad de recuperar a su padre, a su abuela, a su abuelo, en las palabras del Viejo aldeano.
Son cuestiones como la culpa, la incomprensión, el olvido, los traumas familiares, las que sustancian la cruda novela de Pablo Matilla (La sabiduría de quebrar huesos), la cual a pesar de tanto sufrimiento como leemos, nos deja un resquicio para la esperanza, porque está claro que las cosas pueden cambiar, que la vida no es solo un sartal de cuentas infelices, y que a veces, es posible romper el círculo vicioso de la desdicha, tratar de enmendarse, de superar el pasado de familiar, para mejorarlo, para abrazarse a la idea de que uno puede ser «un buen padre».
Sea.
Témenos Edicions. 2023. 240 páginas.