El pueblo es Cocuán. El libro, nueve relatos sobre distintos habitantes del mismo: Mildred, Ezequiel, Agustina, Manzi, Carmen, Víctor, Baltasar, Hermosina, y Filatelio.
La prosa de Natalia resulta muy viva y detallista. Muy capaz de evocar ese pueblo fantasma, que parece fruto de un delirio, de una imaginación purulenta. Aquí está Dios, sus sermones, sus sagradas escrituras, su corrompido representante en la tierra, y también el reverso: Diosmadre.
El sexo es aquí un lenguaje básico. Menudean los abusos, el uso explícito de la violencia. La locura y la razón son hermanos siameses, y los humanos y las bestias parecen amamantadas con la misma leche cortada. El cielo, la tierra (placenta de los muertos), el fuego purificador, el aire enrarecido, son los cuatro elementos que enmarcan Cocuán… que desapareció una noche.
Bueno.