Ya que ayer veíamos la visión del Rock n’ Roll del Síndrome Postvacional, hoy vamos a ver la médica, que tampoco es que dé ninguna solución, porque la ideal sólo puede ser una: más vacaciones.
En septiembre, millones de personas retornan a sus trabajos. La vuelta a la rutina laboral viene acompañada, en ocasiones, por un exceso de tristeza e irritabilidad. Los psicólogos lo denominan síndrome posvacacional y dicen que afecta a uno de cada tres trabajadores. Los psiquiatras, por el contrario, niegan su existencia y lo reducen a un mero desajuste temporal de los hábitos. Idea Sana te muestra los dos puntos de vista.
Un año entero suspirando por la llegada de las vacaciones y en cuanto nos queremos dar cuenta… ya se han esfumado. Según un reciente estudio, la mayoría de los españoles no encuentra satisfacción en su trabajo y las vacaciones suponen el único periodo del año en que pueden disfrutar de la vida. Así que ¿cómo no sentirse triste cuando éstas terminan? Si ya resulta difícil madrugar cada lunes y llegar al trabajo con la sonrisa puesta, lo mismo sucede, pero a mayor escala, cuando volvemos de vacaciones. Nuestro cuerpo y nuestra mente se han abonado a la buena vida durante el descanso estival y ahora toca acostumbrarlos de nuevo a la rutina diaria.
Por regla general, tras reincorporarnos al trabajo y pasados unos días, nuestro organismo vuelve a habituarse al ritmo de vida laboral, y ese estado pasajero de desánimo que a casi todos nos acompaña los primeros días de septiembre desaparece. Ya lo dejó escrito el novelista británico Charles Dickens: “El hombre es un animal de costumbres”. Pero para algunas personas, el regreso a los quehaceres resulta especialmente doloroso. Se les cae el mundo encima. Cuando este desencanto se prolonga en exceso –más de dos semanas– o se manifiesta de forma muy intensa, los psicólogos hablan de síndrome posvacacional. Un mal aparente que en septiembre ocupa comentarios de periódicos y portadas de revistas pero que no logra poner de acuerdo a los especialistas. Los psiquiatras niegan su existencia –“ni síndrome, ni post, ni vacacional”, dicen– y reducen el problema a un mero «desajuste temporal de los hábitos de vida».
Uno de cada tres trabajadores
Los psicólogos, por el contrario, aseguran que en España el síndrome posvacacional afecta aproximadamente a un 30% de los trabajadores y enumeran los siguientes síntomas: debilidad generalizada, desmotivación y tristeza, angustia vital, pérdida de apetito, disminución de la capacidad de concentración, bruscos cambios de carácter con tendencia a la irritabilidad, insomnio y molestias musculares y gástricas, entre otros.El grado en que puede afectar depende de varios factores, entre los que destacan el carácter de cada individuo –las personas sensibles, perfeccionistas, idealistas u obsesivas son las más proclives– y el grado de satisfacción en el trabajo –la responsabilidad del puesto, el estrés laboral y una mala relación con jefes o compañeros pueden ser circunstancias que favorezcan su aparición–. También influyen aspectos como la duración y la planificación de las vacaciones; en definitiva, si han sido fructíferas o no. El perfil del trabajador que padece el síndrome es, según los psicólogos, el de un varón de 25 a 40 años cuyo puesto de trabajo implica un contacto directo con el público. Médicos, periodistas, funcionarios y educadores son los profesionales que más intensamente acusan la vuelta a la rutina.
“La readaptación a la vida laboral será más costosa para quienes no están satisfechos con su trabajo” Un problema creciente
José Gil Martínez, catedrático en Psicología de la Universidad de Valencia, realizó, en 2001 y 2003, dos estudios al respecto que pusieron de manifiesto que «uno de cada tres españoles padece este síndrome al finalizar sus vacaciones». En sus informes, el experto señala que, a pesar de que en los últimos años se habla mucho del síndrome posvacacional, se trata de un problema que «ha existido siempre, sólo que antes no se hablaba de ello». «Nuestros padres y abuelos tenían la misma sensación al regresar al trabajo pero, antiguamente, exteriorizarla era de débiles», mantiene Gil Martínez.
Según el catedrático valenciano, el aumento del número de personas afectadas en los últimos tiempos por el síndrome es consecuencia de la evolución de una sociedad «cada vez más orientada hacia el ocio”, lo que provoca “una mayor dificultad para volver a adaptarse al trabajo cuando se ha tenido demasiado tiempo libre».
Otros especialistas, sin embargo, restan importancia al síndrome posvacacional y lo reducen a un simple “desajuste temporal de nuestro biorritmo”. Para organizar y desarrollar una forma de vida satisfactoria, aseguran, cada ser humano establece una rutina que suele estar de acuerdo con su biorritmo particular. Todos sabemos que durante las vacaciones nuestra vida sufre un cambio significativo: desaparece el ritmo de trabajo mientras que los periodos de descanso se prolongan. Esto, unido a un desorden de nuestros hábitos –cambia el horario de sueño y de las comidas– da lugar a que nuestro biorritmo se vea afectado. Por eso la vuelta a la vida ordinaria puede suponer un cambio brusco para nuestro organismo.
Simplemente, se trata de restituir la rutina a la cual teníamos acostumbrado nuestro cuerpo.Satisfacción laboral
Fernando Marquínez, psiquiatra y presidente de la Sección de Salud Mental de la Academia de Ciencias de Bilbao, afirma que a estos ajustes biológicos deben añadirse «los ajustes psicológicos y los sociolaborales”. “Tiene que haber una integración de estas tres variables, que son el trípode sobre el que se fundamenta el comportamiento equilibrado de toda persona”. En su opinión, el síndrome posvacacional “ni es síndrome –ya que no existe un conjunto de síntomas que denoten una enfermedad–, ni post –el estrés puede aparecer antes, durante o después– ni vacacional –el problema no está en las vacaciones, sino que se deriva del trabajo–».
“Todo se reduce a una cuestión de readaptación a la vida normal, un proceso que es más costoso para quienes no están satisfechos con el trabajo que desempeñan”, resume Marquínez, quien recomienda “prestar atención a los hobbies y a las relaciones personales durante las vacaciones” para que la vuelta a los quehaceres sea lo menos traumática posible. “Quienes realmente tienen un problema no son quienes deben regresar al trabajo, sino los que están en el paro”, sentencia.
En la misma línea de opinión, el psicólogo y profesor José Benigno Freire apunta que “todo lo que rodea últimamente a este síndrome se ha exagerado un poco” y añade que los problemas de adaptación a la vida laboral estriban, en parte, en que “mucha gente no sabe descansar, y las vacaciones sirven, precisamente, para recuperar y recargar fuerzas para el resto del año. De este modo, muchos llegan al trabajo cansados y desentrenados”. Freire también resalta la necesidad de cambiar la mentalidad con la que afrontamos las vacaciones: “Debemos programarlas pensando en el trabajo posterior; son un tiempo de paso, lo estable es el resto. La vida no se disfruta tanto por el descanso como por el trabajo gustoso”.
Cómo superar y prevenir el síndrome 1.
No concentres todas las vacaciones en un mismo periodo. Los expertos recomiendan dividirlas en dos tandas de dos semanas, por ejemplo, para poder desconectar del trabajo más de una vez al año.
2. Planifica bien las vacaciones y disfruta al máximo. Pasea, nada, descansa, lee, baila, ¡diviértete! No sacar todo el jugo al descanso estival genera una mayor frustración a la hora de volver al trabajo.
3. Adelanta unos días el regreso vacacional. Intenta no volver al trabajo al día siguiente de regresar de vacaciones. Una vuelta progresiva a la rutina puede favorecer que el cambio no sea tan dramático.
4. Las vacaciones no son la solución a los problemas laborales. Si tienes dificultades en el trabajo, éstas no van a desaparecer en vacaciones. Intenta buscar un equilibrio entre tu vida privada y tu vida laboral.
5. Disfruta de tu tiempo de ocio. Planifica tu agenda e intenta sacar tiempo cada día para hacer aquello que más te guste. Y aprovecha al máximo los fines de semana; que no se conviertan en una monotonía.
6. Preocúpate por tu salud. Evita el tabaco, el alcohol y el café, lleva una dieta equilibrada y respeta horarios y comidas. Si durante las vacaciones has iniciado alguna actividad deportiva, continúa con ella durante el resto del año.
7. Concédete un capricho. Cambia de ‘look’, renueva tu vestuario… Pequeñas cosas nos alegran un mal día.
8. Utiliza técnicas de relajación. Son una buena ayuda para descargar tensiones y superar la vuelta al trabajo.
9. La clave para lograr una adaptación rápida reside en la mente. Mantén siempre una actitud positiva.
10. Consulta con tu empresa. Cada vez son más las empresas que ponen a disposición de sus empleados ayuda profesional para superar el síndrome posvacacional.
¿PUEDE AFECTAR A LOS NIÑOS? El primer día del nuevo curso, los niños, además del material escolar sin estrenar, llevan en la mochila una carga adicional: el final de las vacaciones y el cambio radical que supone el regreso a las aulas tras un largo periodo de descanso. Los pequeños, aseguran los psicólogos, también pueden sufrir el síndrome posvacacional. No obstante, son casos muy específicos.
Apuntan que menos del 10% de los niños padecen este trauma temporal, sobre todos aquellos que son muy tímidos y poco sociables. Para evitar el síndrome, lo más importante es servir de ejemplo a los hijos: ellos deben ver que sus padres están motivados y no les cuesta volver a sus trabajos. Una actitud que puede llegar a contagiar a los pequeños y hacer más llevadero el regreso a las aulas. También es esencial hacer hincapié en los aspectos positivos del colegio: el reencuentro con los amigos (a quienes probablemente no vean desde el final del curso anterior), los partidos y juegos durante los recreos, las actividades extraescolares que tanto les gustan (manualidades, música, deporte, teatro…). Y, aunque sea un argumento un poco materialista, ilusionarles con la ropa y el material escolar nuevo.
Fuente | Idea Sana