The north water (Andrew Haigh; 2021), traducida como La sangre helada y basada en la novela de Ian McGuire, nos sitúa en Inglaterra, en 1859. Un ballenero se dispone a partir para ir a cazar ballenas por el Ártico, en teoría.
A bordo van el capitán del barco, el implacable Brownlee (Stephen Graham); médico venido a menos y dado de baja en el ejército, Patrick Sumner (Jack O’Connell); el arponero, un mal bicho llamado Henry Drax (Colin Farrell). Y otro que tal baila, un malaje de nombre Cavendish (Sam Spruell). Antes de embarcarse vemos de qué está hecho (o deshecho) Drax. Una vez a bordo se comete un crimen, y le cuelgan el muerto a quien no corresponde, si bien Sumner hará todo lo posible por hacer que prevalezca la razón sobre los prejuicios. Y hasta aquí puedo leer si no quiero destapar el pastel.
Si ir a bordo del barco ya supone estar en una cárcel flotante, luego veremos cómo la situación no mejorará, y como si todos sufrieron de agorafobia, un espacio abierto, en donde el horizonte se funde con el manto blanco puede resultar igual de asfixiante que el barco, si no más.
La serie busca más el desarrollo introspectivo que la sucesión de aventuras y desventuras. Por eso, el papel protagonista lo ostenta Patrick Sumner. Poco a poco sabremos qué es aquello que lo atormenta, cuál fue la causa que le hizo causar baja en el ejército y embarcarse. Busca para sí Sumner la redención, y ¡vive Dios! que obtendrá su particular catarsis. Summner como todo hijo de vecino es víctima de sus pulsiones y deseos, por más que quiera engañarse y domeñar su naturaleza bajo el agua helada de la razón, la lectura, la escritura o el placebo del conocimiento. Por eso le repulsa a Summner tanto Drax, convertido éste en un salvaje, más dado a obrar que a pensar, actuando por impulsos, homicidas, si es el caso. Porque Summner sabe que le hace falta una gran labor de contención para no bajar a las calderas de su ser, y convertirse entonces en un fogonero de su negra alma. Es la tensión entre Sumner y Drax la que alimenta la historia (que para nada hace ascos a la violencia y a la crudeza más extrema) hasta su final, engalanada la seriw con una implacable factura, típica en una producción de la BBC.
Hay bellísimos paisajes árticos, barcos de vela, y un paisanaje muy verosímil, gracias a unos actores que dan a cada personaje lo que pide, ya sean almas rudas, toscas o mezquinas, u otras más sensibles y refinadas.