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España (Manuel Vilas)

El orden de los factores sí que altera el producto. Lo tengo claro después de haber leído consecutivamente tres libros de Manuel Vilas. Primero Los inmortales, después Z y ahora España. De haber empezado por Z y proseguido por España, probablemente lo hubiera dejado ahí: hablaríamos de la España abandonada. Y eso que iba con muchas ganas de leer España, sobre todo (separado), al encontrarme en la contraportada frases como esta: España es un libro distinto. ¿Acaso hay dos libros iguales?.

El final de España parece el comienzo de Los inmortales, el cual, ahora, con cierta distancia me parece más una sucesión de relatos que una novela. Ya sabemos que España orográficamente es jodida, montañosa, pero esta España de Vilas (título que más que golpear da el pego) me parece un páramo. Fui leyendo capítulos al azar, en uno me encontré a José María Pérez Álvarez, en otro a Luis Mateo Díez, que me sonaba bastante parecido a lo que Olmos escribiera sobre Juan José Millás en Pose.

Manuel Vilas lleva una mochila con varias pelotas: moral, metafísica, literatura, filosofía, historia. Se echa un partido de squash contra él mismo, se fatiga y aún más al lector.

Leo que Vilas es un irreductible, un escritor peligroso, brillante, un cuentista, llego a Bob Dylan recibe el Premio Príncipe de Asturias a Deficiencias en Piso 9A, del portal 10, y me embarga la poderosa sensación de estar perdiendo el tiempo, miserablemente, y esa sensación es muy pero que muy jodida (pues no somos inmortales aunque algunos se lo crean y pierdan su tiempo como si fuese infinito), y la acabo como el costalero que lleva sobre los hombros algún Cristo, pero ya sin fe alguna, pensando en alguna otra lectura que me saque de esta sima, de este tormento.

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Marcos Mostaza dos (Daniel Nesquens)

Segundo libro de los cinco que conforman la saga de Marcos Mostaza que leo. Aquí creo que brilla menos el humor característico de Daniel Nesquens, pero hay momentos muy buenos, como cuando el padre de Marcos quiere cambiar de ciudad porque no soporta los rigores del cierzo que corren el riesgo de acabar trastornándolo. Si veo más ternura en la relación entre los miembros familiares, prevalece ese lenguaje infantil que es la fantasía, la cual a veces también manejan los adultos, como el abuelo ejerciendo de cazafantasmas.
Nesquens de rondón ejerce una función didáctica y va dejando caer términos como coulrofobia -el miedo a los payasos- o planta un pareado de Antonio Machado, o nos lleva a Cluj-Napoka (o es ¿Cluj-Napoca?), ciudad de Rumanía, a la que acude a trabajar una tía de Marcos (para que veamos cómo se vive en otras partes y levantemos la mirada del ombligo), para quien Daniel es su «cosica«, o aparece por ejemplo en una acalorada discusión filial el femicidio de Ciudad Juárez.
El argumento por decir algo, consiste en buscar el regalo para Lorena, una compañera de clase de Daniel, de 10 años. Si hablamos de un hámster seguro que muchos niños (público al que va dirigido esta saga aunque los adultos disfrutemos también como enanos) se sentirán interesados dado que las mascotas en el reino infantil tiene mucho tirón. Seguiré avanzando en la pentalogía.

Grupo Anaya. 2008. Ilustración de Claudia Ranucci.

Daniel Nesquens en Devaneos

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Ángeles rebeldes (Robertson Davies)

Rabelais, Paracelso, luthiers, manuscritos perdidos, académicos eruditos, gitanos, magia, encantamientos, rollos profesor-alumno, sumo intelectual, alquimia, asesinato, suicidio, mentalidad salvaje, fósil cultural, bromas, adivinanzas, chanzas, deyección como acto creativo, escatología, diálogos crepitantes, humor, ironía, novela impublicable, herencia, millonario, amor, amistad, ángeles rebeldes, casamiento… Con estos elementos y otros muchos más, el coloso canadiense Robertson Davies (1913-1995) aplicando todo su ingenio, su humor y su erudición, alumbra una novela que toca muchos palos, que me ha parecido deslumbrante y fascinante (algo o mucho tiene que ver con esto, la gran traducción de Concha Cardeñoso) y que me ha deparado varios orgasmos mentales, salvo su final, que no lo acabo de ver y ante el que me muestro escéptico. Dijo en su día Nuria Barrios, refiriéndose a Robertson, Háganse un regalo: no demoren el placer de leerle. Yo lo había demorado más de la cuenta y ahora apagaré mi sed de Davies yendo en busca del tiempo perdido, a golpe de trilogía. De momento, prosiguiendo con ésta de Cornish y guardando para el recuerdo personajes memorables como Darcourt, Parlabane y Theotoki.
Libros del Asteroide. 353 páginas. 2008. Traducción de Concha Cardeñoso.

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Sobre el agua (Guy de Maupassant)

Guy de Maupassant emprende una travesía de 7 días a bordo de su embarcación Bel-Ami, acompañado por dos marineros. Recorre la costa francesa desde Antibes hasta Saint-Tropez. Lo escribe en 1888, cinco años antes de su muerte. Es curioso leer como en aquel entonces Saint-Tropez era una villa marinera de difícil acceso. Durante la singladura, aquejado por una soledad flotante, Maupassant aborda diferentes temas, ya sea denostar las guerras: «Hemos visto la guerra. Hemos visto a los hombres transformarse en brutales, enloquecidos, matar por placer, por terror, bravuconería, por ostentación. Cuando el derecho ya no existe, la ley está muerta, toda noción de lo justo desaparece, nosotros hemos visto fusilar a inocentes hallados en una carretera y convertidos en sospechosos porque tenían miedo. Hemos visto matar perros encadenados a la puerta de sus amos para probar revólveres nuevos, hemos visto ametrallar por placer vacas tumbadas en un campo, sin ninguna razón, por el mero hecho de disparar su fusil y por puro divertimento«, lo absurdo de tratar de imitar la naturaleza, ya sea a través de la pintura en particular, y del arte en general, los dones de la soledad que le permiten vivir libre de ataduras, sustraerse así a la servidumbres de la amistad que siempre exigen según él, correspondencia, dedicación, compartir la intimidad, al margen de los chismorreos, habladurías, cotilleos, que tanto gustan a sus compañeros, o lo que sucede cuando el individuo pasa a formar parte de la masa: «Hay una frase popular que asegura que «la multitud no razona» ¿Y cómo es que no razona la multitud si cada uno de los que la integran razonan? ¿Cómo es que una multitud hace espontáneamente lo que ninguna de sus unidades haría? ¿Por qué tiene la multitud impulsos irresistibles, determinaciones feroces, arrebatos estúpidos que nada es capaz de contener, y por qué realiza, arrastrada por tales arrebatos, irreflexivas acciones que ninguno de los individuos que la componen sería capaz de realizar? Que un desconocido lance un grito, y súbitamente se apodera de todos una especie de frenesí, y todos, movidos de un mismo impulso, al que ninguno intenta resistir, arrebatados por un mismo pensamiento, que se hace de un modo instantáneo común a todos ellos, aunque sean de castas, opiniones, creencias y costumbres distintas, se abalanzarán sobre un individuo, lo degollarán, lo ahogarán sin motivo, casi sin pretexto, mientras que, tomados aisladamente, serían capaces de arriesgar sus vidas por salvar al que están matando«. Reflexiona también sobre su profesión de escritor, sobre cómo este registra todo cuanto ve, cómo se convierte en un rapiñador desalmado, como chupa la vida de los demás, para alimentar sus obras:»Si habla, sienta a veces plaza de maldiciente, y eso porque tiene clarividencia de pensamiento, y desarticula con él todos los resortes de los sentimientos y de los actos de los demás. Si escribe, verterá en sus libros, sin poderse contener, todo cuanto vio y llegó a comprender y sabe; y no hará excepciones ni con sus allegados ni amigos, poniendo al desnudo con cruel imparcialidad los corazones de las personas a quienes ama o ha amado, llegando incluso a la exageración para conseguir un efecto mayor, sin que le preocupen nada sus afectos, y sí únicamente su creación». Apuesta Maupassant, creo que de boquilla, por la soledad, por ese retorno a un estado primigenio, al contacto más estrecho con la naturaleza, si bien tampoco puede evitar el contacto social, el reconocimiento, los saraos, las fiestas, como se verá cuando reciba la invitación de uno de sus amigos para verse.
Brilla el humor con anécdotas hilarantes y absurdas como la que se refiere a un preso en el principado de Mónaco.
Dice Maupassant que pocas cosas hay más bonitas que ver en una ciudad iluminada desde el mar. Es evidente que en el mar se viaja de otra manera, el paisaje cambia, accedemos a lugares que de otra manera nos están vetados y que no tiene nada que ver con hacerlo por carretera. Este periplo, este cúmulo de pensamientos, de ideas errantes, como afirma Maupassant, resulta ameno de leer, divertido a ratos, y nos permite conocer a Maupassant más allá de sus relatos y novelas como Los domingos de un burgués en París o El doctor Héraclius Gloss.

Marbot ediciones, 2008. 183 páginas. Traducción de Elisenda Julibert.