Afonso Cruz
Alfaguara
2014
248 páginas
Cuando llevaba cien páginas leídas de esta novela del portugués Afonso Cruz pensaba hacerme Afonsino.
Luego, poco después, resultó ser un calentón, un espejismo, ante un libro que me prometía mucho y se me quedó en (casi) nada.
La contraportada nos habla de una nieta que viendo que su abuela la va a palmar decidirá cumplir su última voluntad, que consiste en que ésta pueda visitar Jerusalén antes de morir.
Leído así me vino en mente la película Good Bye Lenin, o aquella otra bufonada francesa, Bienvenido al Norte. Y esto es así porque como la abuela no vuela y está para calditos verdes y rebequita en las pantorrillas, la idea es que si la nonna no puede volar a Jerusalén, Jerusalén venga al Alentejo y se obre el milagro (o la performance) de convertir las tierras lusas en territorio Santo.
A medida que uno va leyendo comprueba que el tema de Jerusalén es un tema menor, casi anecdótico, el cual se resuelve de una manera muy torticera y con tan poca gracia que dan ganas de tirar la novela por la ventana para comprobar que no es un bumeran.
Afonso que es cantante, ilustrador, escritor, portugués y no sé cuantas cosas más, pergeña unos personajes adscritos a eso que llaman realismo mágico, un realismo muy sucio y descarnado, de olor a chatuno y sexos inflamados, de personajes desdichados que buscan su momento de gloria en un polvazo, en un tiro en la sien, un erial sentimental donde no faltan personajes construidos a vuela pluma, que como los cohetes cogen mucho vuelo, explotan, captan nuestra atención un segundo, y a otra cosa mariposa.
El mal fario está muy presente y nuestra protagonista la joven Rosa, es una desdichada que acabará como su madre, vendiendo su cuerpo por cuatro reales y muriendo pasados los cuarenta, no sin antes haber hecho justicia, (no sé si poética), ante un profesor que se dedica a emponzoñar los blancos muros de su patria con frases filosóficas y a comerle la cabeza y más cosas a la joven Rosa que se dejará seducir sin remisión por tanta cháchara -astronómica, filosófica, teológica- y por la figura de un profesor que bien podría ser su abuelo.
Del cura cuyas nalgas lacera la stripper alentejena y de la inglesa que duerme en en el esqueleto de un cachalote, no digo nada.
El libro se cierra en falso, o mejor, es tan falso como el resto de lo anterior, con un relato del oeste, donde el narrador es el desierto. Un relato que a su vez se menta varias veces durante la novela. Ya saben, virguerías metaliterarias de un escritor, nuestro Afonso, muy juguetón.
En fin, que hay muy buenas tradiciones que se mantienen 2000 años después de la muerte de Jesús, ya que a día de hoy, como Él, muchos seguimos bebiendo cerveza. Si es glacial, todavía mejore y si va acompañadas de unas olivas, entonces ya me resucito.