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Antigua luz (John Banville 2012)

John Banville Antigua Luz Alfaguara 2012Del escritor irlandés John Banville (1945) no había leído nada hasta que cayó en mis manos (mejor dicho, atrapé) su libro El Mar. Me gustó muchísimo y disfruté de lo lindo con la envolvente y fragante prosa del irlandés.

Ahora finalmente he podido hacerme con el último libro publicado por Banville, Antigua Luz, que figura en las listas como una de las mejores novelas del difunto año 2012. Más allá de premios y reconocimientos, que los tiene, el libro vale y mucho la pena. Ha sido una muy buena manera de dar comienzo al año lector 2013.

El protagonista es un actor de teatro, Alexander Clave, (Banville cierra la trilogía iniciada con Eclipse e Imposturas), de 65 años, quien recibe la oferta de actuar en una película, La invención del pasado, interpretando a Alex Vander, el protagonista de la novela Imposturas.

Esta novela le pone al lector al día de la relación que Alexander mantiene con su actual pareja, Lydia, así como con el pasado aún sangrante que vuelve, con la muerte hace una década, de su hija Cass en Portovenere, esa cicatriz que no acaba de cerrar y que barrena el sueño de Alexander con desvelos, y sobre todo la relación mantenida por este cuando contaba quince años con la treintañera y madre de familia, la Señora Gray.

Banville va intercalando el presente, que se va filtrando hacia al pasado (inventándolo o reinventándolo), para interpelar al futuro.

Ahora como las Sombras de Grey están hasta en la sopa, ya algunos se aventuran a establecer comparaciones con el libro de Banville -!Sacrilegio!- para decirnos que lo que hace Banville es otra cosa, mejor, más sutil, erotismo de altura (es como comparar un late de paté la piara con una de foie gras micuit de Martiko por ejemplo). Si bien para gustos…. Basta mirar cuales son los libros más vendidos (Sombras de Gray, Jorge Javier, Maxim Huerta..) para hacerse una idea de los gustos de los lectores patrios o al menos de que libros compran, que otro cantar es leerlo.

No he leído (ni leeré) la trilogía de marras, pero lo que hace Banville lo hace bien, y hay ciertas secuencias en las que es imposible no imaginar el cuerpo de la señora Gray, su voluptuosidad, su apetito sexual, tanto como las embestidas del joven Alex, sus nalgas en ese afán de sube y baja, su ansia por derramarse, su angustia si no tiene ese cuerpo-refugio femenino cerca, la incandescencia del deseo, las finas tablas sobre las que uno pisa cuando todo es tan ardiente, provisiorio e irreal que pende de un hilo. Es fácil visualizar la piel de la señora Gray, la marca que deja y dimensiona la cinta de la braga sobre su carne nívea y mullida, su abundante pecho, ese regazo en el que morir, su pelo húmedo refrescando sus pezones, esas acometidas gloriosas formando un amasijo de carne, etc. Quien es varón y haya tenido quince años, ponerse en la piel del joven Alex no puede menos que provocarle palpitaciones y envidia también, porque lo que hace Axel con su amante, no es otra cosa que morder la vida a dentalladas, beberla a grandes tragos hasta quedar ahíto y roto: el sexo mata. El no-sexo también.

Es interesante a su vez el tratamiento de la memoria, ver como Alexander confunde las estaciones, los episodios, como va viendo que esos recuerdos, son fragmentos, piezas de puzzle que no tienen porque encajar a la perfección, porque a pesar de lo que uno cree el pasado también se desmorona con el paso y peso del tiempo, los recuerdos se reinventan o se reolvidan, y aquello que nos pareció evidente, hechos consumados, no fueron tales, y devienen postreras imaginaciones, sospechas, sobre las que ir articulando nuestras propias acciones, aciertos y fracasos.

Banville busca la palabra justa, en párrafos muy largos, que se degluten con fruición, al tiempo que va reclamando nuestra atención, interpelando al lector en algunos momentos determinandos, debastando con su pluma el pasar de las estaciones con sus características inherentes, y lo más importante la descripción de esa naturaleza humana contradictoria, frágil, atormentada y provisional (se pueden añadir unos cuantos adjetivos más)

«Fue como al final de la interpretación de una orquesta. Todo lo que nos había mantenido embelesados y en suspenso durante tanto tiempo, toda esa violenta energía, esa concentración y extensión, todo ese espléndido estruendo, ese momento se detuvo de repente, y no dejó nada más que el lento apagarse del sonido en el aire». (pag 265)

Una misma noche (Leopoldo Brizuela 2012)

Leopoldo Brizuela Una misma noche portada libroUna misma noche es uno de esos libros al que no se por qué razón le están dando bastante publicidad. Ganó el Premio Alfaguara de Novela 2012, y aparece en las listas que elaboran los periódicos (El País) y revistas culturales como uno de los libros del año (si bien uno debe recelar tanto de estas listas como de cualquier crítica o reseña).

Yo lo he terminado más bien por amor propio, porque las tentativas de abandono fueron múltiples. Parecido a cuando cojo la bici para subir a Clavijo y me lamento desde que dejo Logroño. Echar el pie es más fácil que abandonar un libro, al menos para mí.

Brizuela recurre a los mediados años 70, cuando los militares toman el poder en Argentina, Videla al mando, para llevar a cabo un terrorismo de Estado, contra aquellos insurgentes o montoneros, que eran tirados al mar desde los aviones. Además de machacar sin piedad a todos aquellos no afectos al régimen. Sin entrar a hablar de los niños robados y entregados a familias del régimen.

El protagonista es Leonardo Bazán, escritor. Algo que ocurrió en el 1976 en su hogar le permite trazar un paralelismo claro con otro hecho acontecido en 2010. Leo decide indagar en la memoria, investigar su pasado, arrostrarlo, con la idea de poder así asumir su pasado y ser capaz de superarlo. Esta búsqueda sacará a flote, el miedo, el terror, la vergüenza, la irresponsabilidad, el sentimiento de culpa, la necesidad de expiar sus pecados, etc.

Brizuela va alternando el año 1976 con el 2010 y con recuerdos pretéritos y a mí todo esto me despista y mucho. Y en nada me ha parecido ese thriller existencial, perturbador e hipnotizante con el que nos lo venden en la contraportada del libro -Rosa Montero dixit-. De thriller tiene poco (para eso le da mil vueltas Una noche en Amalfi de Begoña Huertas), en cuanto a que es hipnotizante, nada de nada, a duras penas ha captado mi interés y esa composición fragmentaria de la novela, en nada contribuye a mantenerlo.
En cuanto a que es perturbador, ahí si que puedo concederlo. Lo que sucedió en esos años en Argentina es horrendo. Degradar al ser humano a una bestia a la cual maltratar, humillar, vejar y finalmente arrojar a las aguas de un océano sin el menor miramiento, demuestra como los humanos no aprendemos nada de nada. Incluso tras el genocidio nazi, los judíos siguieron siendo machacados en Argentina durante la Dictadura, como si no hubieran ya sufrido ya bastante treinta años antes.
Luego vemos lo que sucede ahora en Israel (con los judíos en su rol de verdugos) y es para echarse a llorar.

El Héroe (Manuel Rivas)

El héroe

Manuel Rivas, curtido en la poesía, el cuento, periodismo y en la novela, escribe su primera pieza teatral, que fue estrenada por la compañía Sarabela Teatro bajo la dirección de Ánxeles Cuña Bóveda el 15 de octubre de 2005 en el Teatro Principal de Ourense, coincidiendo con la celebración del 25º aniversario de la creación de Sarabela Teatro.

Rivas dotado de una sensiblidad especial, como viene demostrando en todos sus escritos, nos muestra a un puñado de personajes magnéticos. Tenemos a Robinson (también llamado Caronte) que regenta un bar, en el que hay combates de boxeo, en donde él se enfunda los guantes, donde suenan los fados de su compañera Lucía. Un Robinson que combatió en Sidi Ifni, y que a su regreso no encontró aplausos, ni ovaciones o abrazos, solo el olvido como epidemia social, hacia una guerra secreta. Un hombre que fue torturado pero que no cantó, no delató a sus compañeros, un legionario convertido en boxeador y en barman, que suelta puños como lanza palabras que son cañonazos.

La historia tiene lugar en La Coruña, a principios de los años 70 en una ciudad porteña dentro de en un país tomado por Franco y sus secuaces, que llevan demasiados años imponiendo la ley del silencio, la represión, el miedo (mediante los Hombres de Sombra, que aparecen en la obra).

«cuando la dictadura de se convierte en un paisaje natural por la resignación de unos o la complicidad de otros, y sólo una minoría resiste».

Robinson resiste, también Lucia y Lanzarote, un ser que surge de la nada, portando su cámara portatil Understood, perseguido por la justicia. Aparece también Medias Vermellas, una mujer de pasado trágico, con desvarios que dice se expresa con onomatopeyas y dice cosas como estas:

El frío no es una propiedad. Es ausencia de calor en la materia. Un aeroplano sulfató los pentagramas. Las personas hablaban con bocanadas de humo. El silencio mudo. Bofetadas al payaso, zancadillas a Charlot. El mar con los labios secos. Los trescientos cuervos. Los cien mil estorninos. Todos cayendo por el hueco de la niebla… Murió el dictador. La espichó el tirano. !Allá va el ruin espadón!. Grúas con luces bizcas. Fardos de niebla, Montes de lluvia. Maletas de res humana. Dios observa. El exportador de tristeza. Una aspirina para el castañetera de los dientes. Los colores del arco iris envueltos en papel de estraza.

No faltan los momentos hilarantes.

Caronte: Dime un cosa, ¿Por qué los barcos tienen dos chimeneas si sólo funciona una?.

Rocco: Es por la estética. Per la estetica della nave.

La obra destila un fuerte contenido poético, con múltiples sentencias sobre las que reflexionar, con palabras que flotan en el aire como el humo negro de los cigarrillos, que se pegan a las ajadas paredes como la grasa al corazón de los reos. De nuevo Manuel Rivas, convence.