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El club de los estrellados (Joaquín Berges 2009)

El club de los estrellados Joaquín BergesDespués de haber leído Vive como puedas y Un estado del malestar era menester ir al origen, a las fuentes, y leer la primera obra de Joaquín Berges, titulada El club de los estrellados. Como es marca de la casa a Berges le gusta crear situaciones surrealistas pero verosímiles, ejecutadas por personajes de carne y hueso, personajes con chicha, lo cual va más allá de reducir el perfil psicológico de un individuo a la descripción de su vestuario diario o de unos gustos o aficiones, no, Berges va mucho más allá, y sus personajes son complejos. En este libro el autor dice haber querido aunar dos de sus aficiones la astronomía y la música de Bach y el híbrido funciona a la perfección. Me gustan los libros de personajes. Este es uno de ellos.

El protagonismo se lo reparten el barman narrador de la historia y Francho un funcionario de correos dispuesto a todo por cumplir una misión. El barman y Francho son casi como hermanos, ambos pertenecen al Club de los Estrellados, un grupo de hombres que se reúnen para disfrutar lo que el firmamento tiene que ofrecerles.

Como hace Berges en Un estado del malestar con su jerga informática, en El Club de los Estrellados, la jerga es astronómica, astral, o algo parecido. Berges, de rondón, nos mete de lleno en una aventura de intriga y suspense, donde Francho se convertirá poco menos que en un superhéroe, cuando logra convertirse en lo que siempre ha querido ser, y llevar a cabo sus fantasías (quizá en eso consista vivir) y en pos de su amada, hacer gala de su inteligencia para lograr sus propósitos. A la par que seguimos las pesquisas y avances de Francho, paralelamente vemos como el Barman logra entrar en la órbita de ese cometa inalcanzable que es Hortensia, compañera de trabajo de Francho, quien nadando en su soledad, ira a parar a las orillas tranquilas de su inopinado cuidador, a quien una situación dolorosa: una enfermedad, arrimará bajo un mismo techo, y donde nuestro camarero sufrirá toda suerte de estados emocionales, lo normal cuando uno está enamorado y el corazón parece una lavadora puesta permanentemente en el programa de centrifugado y cuesta mucho que la sangre deje el corazón para pasar un momento por el cerebro y hacer entonces algo coherente (quizá la vida sea eso, vivir con el corazón y no con la cabeza o como decía la Tamaro en ese libro que permitió a Kleneex cotizar en bolsa ir Donde el corazón te lleve. Hortensia de eso sabe un rato), mientras acontencen las metamorfosis, ya sea superando una enfermedad o buceando en busca de uno mismo con bragas y a lo loco.

Si en la dos novelas que sucedieron a esta el humor estaba presente casi en cada página, en esta primera novela, el autor abunda más en la introspección psicológica, convertido en un entómologo que disecciona a los humanos con su bisturí para ver de qué estan hechos, que hay más allá de esos fluidos y humores, qué se esconde allá en el alma, donde se cuecen los sentimientos que nos definen y marcan nuestras acciones u omisiones. En ese cometido Berges está espléndido, de ahí que sus personajes sean entrañables, más que nada porque son humanos y por tanto patéticos y ruines y débiles y valientes y alocados e irreflexivos, espléndidos como soles, fugaces como estrellas…

Escribo esto mientras por la ventana de mi cuarto veo la noche cerrada, un manto negro, sin brillo, sin estrellas y no puedo escuchar a Bach porque no tengo nada suyo, pero al igual que los cometas, el ánimo y los gustos humanos también siguen excéntricas trayectorias: no digo más.