En los últimos años he tenido la oportunidad de visitar varias capitales europeas, todas ellas tienen su encanto: Estocolmo, Dublín, Londres, sin olvidar Madrid,… pero si hay una que realmente ha logrado sorprenderme, ha sido Berlín, de la que acabo de regresar hace unos días.
Mi colega Nostrum, compañero de viaje, ha dado buena cuenta de muchos de los aspectos que ofrece la ciudad, pero os voy a dejar por aquí también algunas de mis impresiones.
Lo primero que llama la atención al llegar a la ciudad es el poco tráfico que tiene. Era Agosto, lo que seguramente influiría, pero la densidad de vehículos era bajísima, incluso para esa época, más aún cuando ves como está el metro en hora punta y la cantidad de gente que se mueve en bicicleta.
Y hablando del metro, sé que pasa en otras ciudades alemanas también, pero aquí sorprende que el metro no tenga tornos. Tienes que afinar un poco la vista para ver las máquinas en las que se compran los billetes y más aún para ver las que sirven para validarlos. Muchos al ver como lo tienen montado estarán tentados de viajar sin pagar. Ojo, porque a nosotros nos tocó ver un par de revisores pidiendo los billetes. Eso sí, se lo pidieron a todo el vagón y no pillaron a nadie sin él. Me han contado que en Munich, que tampoco hay tornos, hay a quien han pillado con billete, pero sin validar y le han metido una buena multa.
Y siguiendo con el metro y de las bicicletas, el hecho de no tener tornos facilita la introducción de las bicis en el metro, y por eso hay mucha gente que hace así parte del trayecto. Las bicis pagan billete y hay puertas y lugares en los vagones especialmente indicados para ellas. Lo tienen todo muy preparado. Cierto es que en Berlín los carriles bici están en todas partes y al ser llana es más la gente que se anima a usarla. Al aparcar muchos le dejan un plástico en el sillín previendo lluvias, para así no mojarse sus posaderas. Por la noche también se ve mucha gente en bici, a pesar de la poca iluminación que hay en las calles, otra de las cosas que llama también la atención.
De lo mejor que tienen las grandes capitales es la variedad cultural que suelen aglutinar. En Berlín, como en otras partes, esto se nota en la gastronomía, puedes degustar platos de muchas nacionalidades. La ventaja es que aquí (en toda Alemania en general) la comida es muy barata y la raciones abundantes. Ya podían aprender los hosteleros españoles.
Y esto es todo por hoy, mañana, otro aspecto de la ciudad.