Leyendo esta antología de microrrelatos pongo uno de Cristina, cuyo humor siempre brilla a lo Grande.
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Tejidos y novedades (Cristina Grande 2011)
Autora: Cristina Grande
Colección: Carrachinas
Nº Páginas: 184
Precio: 15,95 €
Año: 2011
Editorial: Xórdica Editorial
Con Cristina Grande he seguido el camino cronólogico inverso. Leí su novela Naturaleza infiel que me encantó y ahora me he remontado en el tiempo para echar mano de su libro Tejidos y novedades. Un libro de relatos publicado en 2011 donde reúne relatos de sus dos libros anteriores: La novia parapente (2002) y Dirección noche (2006) y a los que añade luego, otros siete relatos más de regalo.
Habiendo leído Naturaleza Infiel uno ya va avisado. De nuevo aparecen en estas páginas su padre (cadáver), su madre y su hermana (la cual también muere), en la década de los 80 (que tuvo poco de prodigiosa) y un aluvión de amantes que serán los que insuflarán estas páginas de encuentros y encontronazos, de idas y venidas, de holas y adioses, de polvazos y portazos.
Lo que hay en el libro es mucho polvo (enamorado y del otro), mucha voluptuosidad, pero latente, poco explícito (no son estas las Sombras de Gray y en todo caso, una polla en este libro sería una sequoia. Hete ahí el aliento poético o la halitosis sexual, a saber), como el que se esconde en los muebles del salón y sólo existe y toma forma cuando pasamos el dedo por encima creando bolas.
La protagonista de estas historias parece un trasunto de la autora, dado que entre otras cosas coinciden en edad, comparten el terreno que pisan (Aragon, La Rioja..), su ocupación laboral como fotógrafa y necesita vivir, nuestra protagonista, a través del cuerpo de los hombres que la horadan, toman posesión de su cuerpo y la sacian con continuidad, dado que en esta fábrica del amor, la obsolescencia programada, llegará con la vejez, y toca mientras vivir sobre el colchón, porque parece que es ahí y no en otro sitio, ese tablero de ajedrez donde se juega la partida de la vida, donde enrocarse en la soledad sería un jaque mate seguro.
Cristina Grande nos ofrece unos cuantos relatos muy conseguidos y otros más triviales (hay uno que lleva por título Logroño, como mi ciudad, que no es de los mejores), donde uno espera siempre el bofetón final, la palabra precisa, la alquimia que convierta un relato (ese puñado de palabras) en otra cosa, y eso nos llegará en contadas ocasiones (en un número selecto de relatos), pero cuando Grande logra dar lo mejor de sí misma, entonces brilla el humor, lo socarrón, lo patético, esos lugares comunes donde habita la protagonista y en los que es fácil reconocerse, en esos anhelos y afanes (no solo sexuales), que forman parte de nuestra naturaleza (fiel e infiel).
Tras leer estos relatos y sin poder comparar este libro con su novela, ya que son distancias y concepciones diferentes, en la novela encontré un tono más conseguido y consistente y un sinfín de hallazgos que me condujeron sin remisión a la sonrisa continua, una sonrisa que nacía de la agudeza que Cristina tiene para poner ante nuestros ojos ese mundo que podemos adaptar a nuestros deseos, si nos apetece, para amarlo o bien odiarlo, pero siempre desde el humor, ese kit-multiusos que nos hace la vida más llevadera y placentera (y a los que nos rodean también).
Ahora sólo resta esperar que Cristina Grande vuelva a publicar algo más: relato o novela. Ya que desde que publicara en 2008 Naturaleza infiel nos tiene a pan y agua (o casi)
Naturaleza infiel (Cristina Grande)
Dicho y hecho. Sigo con otra escritora, Cristina Grande. Naturaleza infiel es su primera novela !Y qué novela!.
A mí me gustan las novelas que me hacen reír, las que no me hacen reír, también, pero me rio menos que con las otras. Con Naturaleza Infiel me he reído de lo lindo y no porque en el ánimo de la autora esté propiciar la risa del lector en cada párrafo, no lo creo.
El caso es que Cristina en este libro, que a mí me parece un sentido homenaje a la familia, empezando por su madre, su difunto padre y su hermana (en caso de que se trate de algo autobiográfico, que lo desconozco y lo dudo), a medida que nos va contando su vida, sus anécdotas, su existencia y la de las suyos, va removiendo algo en nuestro interior, porque la risa o la sonrisa propiciatoria por su lectura brota del patetismo humano, de ser capaz de asumir nuestras limitaciones y contradicciones, de entender que la vida es ir peleando a la contra contra la muerte cada día, en cada traspiés, en cada cada recaída, hasta que ese hilo de seda que nos separa del más allá se rompa.
Quien nos cuenta la historia, mediante fragmentos o relatos de 2-3 páginas, a modo de diapositivas escritas, es Renata, quien tiene una hermana melliza llamada María. Viven con sus padres, quienes tras unos meses separados vuelven cuando en España se aprueba la Ley del divorcio en el 81, hasta que poco después el padre fallece. Cristina se aplica en el sexo y María en las drogas. Una se mete hombres entre sus piernas, la otra jeringuillas y sustancias varias. Lo cantaba Sabina: al infierno se va por atajos, jeringas, recetas….
Para mí, la auténtica protagonista de la historia es la madre, mujer hecha a sí misma, luchadora, trabajadora, emprendedora, cabal, ese tipo de mujer que hace que este país, paraíso de la corrupción, no se desmorone y todavía sea un lugar habitable y respirable.
Me hacen gracia muchas de las cosas que nos cuenta Renata: sus primeros amores, el sexo vampírico, la llegada de la televisión en color al hogar, el descubrimiento del término «habladurías«, su empeño en no trabajar, la no plasmación de los sentimientos en el seno familiar, los devaneos amorosos de Jorge con sus no beldades, y un sinfín de cosas más que forman parte también de uno y de casi todos y siempre con la muerte del padre muy presente, de telón de fondo, forjando el carácter de los supervivientes, en ese limbo en el que se quedan los que permanecen. Superando la pérdida cada cual a su manera.
«Sólo me faltaban las gafas para parecer una aburridísima rata de biblioteca, pero con tetas parecidas a las que veía en las portadas de Playboy, y que yo escondía tras una carpeta verde forrada con fotos de Paul Newman, Robert Redford y Udo Kier. (pag. 114)»
Naturaleza infiel. Cristina Grande: 142 páginas que dan mucho de sí.
Si quieren perder tres horas leyendo un libro.
O ganarlas
Ya saben.