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Wislawa Szymborska
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Lecturas no obligatorias. Prosas (Wislawa Szymborska)

Szymborska (1923-2012) comenta que cuando le propusieron reseñar libros en el periódico donde trabajaba, en lugar de decantarse por novelas, ensayos o reediciones de clásicos, se decidió por abordar otro tipo de literatura: guías, libros de divulgación, calendarios, manuales…

Respecto a reseñar, Szymborska decide que lo suyo no serán reseñas al uso, porque ella es un lectora amateur y quiere seguir siéndolo, sobre la que no recaiga el apremiante peso de la constante evaluación.

Y dice cosas que comparto sobre la lectura y los libros como esta:

Soy una persona anticuada que cree que leer libros es el pasatiempo más hermoso que la humanidad ha creado. El homo ludens baila, canta, realiza gestos significativos, adopta posturas, se acicala, organiza fiestas y celebra refinadas ceremonias. Para nada desprecio la importancia de estas diversiones: sin ellas, la vida humana pasaría sumida en una monotonía inimaginable y, probablemente, la dispersión. Sin embargo, son actividades en grupo sobre las que se eleva un mayor o menor tufillo de instrucción colectiva. El homo ludens con un Libro es libre. Al menos, tan libre como él mismo sea capaz de serlo. Él fija las reglas del juego, subordinado únicamente a su propia curiosidad.
Lo que asoma en estas reseñas -o no reseñas- es una manera de entender el mundo -el de las letras también, incluyendo una posible soledad galáctica- una mirada que resta pomposidad y gravedad a la literatura, pero que no la trivializa, y que mediante un humor muy sutil y reflexiones muy jugosas y agudas, nos vemos leyendo lo que Szymborska tiene que contarnos sobre lo que a ésta le deparan lecturas con títulos tan apasionantes como: Arte floral, Cuando los manzanos echen flor, Accidentes domésticos, El alfabeto chino, Vademecum del turista a pie, El ciervo, Aves domésticas, Cuando el perro enferma, Empapelando la casa, La infancia de los animales, Los pájaros de Polonia, El botón de la literatura, etc. La retranca de Szymborska llega al punto de dedicarle un espacio al Calendario de pared del año 1973.

Entre mis artículos preferidos -por citar algunos- pues hay muchos, citar: Viejos amigos, El mito de la poesía, Lo que queda atrás, Realidad y ficción, ¿Qué es soñar?, Disneylandia. En estos ensayos bajo el aspecto de (no) reseñas la autora trata asuntos muy interesantes, me gusta lo que dice de la poesía (la visión que tiene de la misma); ella que fue poeta, además de editora, traductora y columnista.

Hay veces en las que te alegras especialmente de visitar un país, una ciudad, de conocer a alguien en persona, o bien -como en este caso- de dejar que una escritora como Szymborska entre en tu vida, ya para quedarse.

Lecturas no obligatorias. Prosas, Wislawa Szymborska, traducción del polaco por Manell Bellmunt Serrano. Ediciones Alfabia, 2009.

Ana María Fischer, Ediciones Alfabia, 2014

El poeta y el pintor (Ana Rodríguez Fischer)

Ana Rodríguez Fischer
Ediciones Alfabia
2014
169 páginas

Si en Muerte súbita de Álvaro Enrigue el autor enfrentaba a Quevedo y a Caravaggio, en esta novela Ana Rodríguez Fischer juega con la posibilidad de un encuentro entre Góngora y El Greco. El poeta y el pintor del título. Lo sitúa en 1610, en la ciudad de Toledo, cuando Góngora deja Madrid para volver a su tierra cordobesa.

Hay un claro vencedor en esta historia y es El Greco, quien se erige como protagonista absoluto mientras que Góngora actúa como convidado de piedra ante el genio del griego y sus reflexiones (lo más interesante de la novela) acerca de su arte que no entiende de una anatomía que le ponga trabas, bajo el supuesto de que es la proporción la verdadera hermosura, algo que está más allá de la geometría y más próximo a la intuición, donde El Greco defiende la imaginación, rompiendo los corsés del método, pues para él, el arte va más allá de copiar, de imitar y quien haya visto los cuadros del Greco (como el de la portada que lleva por nombre, Vista de Toledo) gusten o no, no podrá negar su singularidad, un estilo propio, sobre el que la autora también abunda.

Góngora ve, escucha y aprende del Greco que oficia de maestro, pues el arte entendido como disciplina transversal le permitirá a Góngora ampliar sus horizontes literarios tras su encuentro con el Greco, o eso parece darnos a entender.

No carece de interés esta novela (no histórica, o al menos no estaba en el ánimo de la autora que así resultara) más próxima al ensayo, aunque en ciertos momentos haya tenido la sensación de caminar por una tierra de nadie, como si la narración quedara en manos de esa danza de luz y de las sombras y tras el encuentro de ambos, todo lo posteriormente narrado fuera ya oscuridad.