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El viaje vertical (Enrique Vila-Matas 1999)

El viaje vertical Enrique Vila-Matas

Me inicié en el mundo vilamatiano con la lectura de Dublinesca. Después vendrían Doctor Pasavento, Aires de Dylan (el último libro de Vila-Matas pubicado hasta la fecha) y ahora El Viaje Vertical. Los tres últimos tienen elementos en común. El autor parece por tanto seguir dándole la vuelta a lo mismo, haciendo bueno eso de que uno siempre escribe una y otra vez la misma historia.

En Doctor Pasavento el protagonista quería alejarse del mundanal ruido, aislarse, desaparecer, o mejor, pasar desapercibido, ser un Pynchon más, alguien por tanto celebre y laureado que quiere vivir de espaldas a la notoriedad pública, un trasunto por ejemplo de Robert Walser, al que el autor se refiere reiteradamente en esta obra. Pero no dejar de ser un quiero y no puedo, un avisar que me voy pero me quedo, a fin de ponderar el peso de la ausencia, los rastros efímero que deja el abandono en playas lamidas por el mar.

En Aires de Dylan, en lugar de desaparecer todo giraba en torno al fracaso y a la derrota, como si este fuera el camino a seguir en contraposición al éxito, a la vanidad. En El Viaje vertical, obra de Vila-Matas que data del año 1999, hilando con Doctor Pasavento, que vendría después, pues es de 2005, también hay una huida, en este caso forzada. La que sufre Mayol, a sus 70 años cuando su mujer el día después de celebrar los 50 años de ca(n)sados (el uno del otro) le dice que necesita espacio, tiempo, libertad, y que por tanto ahí tiene la puerta, que no quiere verlo más.

Toca por tanto cual serpiente mudar de piel, reinventarse. Mayol emprende entonces ese viaje que a la par que exterior es interior. Decide en ese viaje vertical, iniciar un descenso, una caída, hacia el sur; Barcelona, Oporto, Lisboa, Funchal, Madeira. Al mismo tiempo no le queda otra que reinventarse, despojarse de su piel actual, escamada, putefracta, superar el tema familiar, sus hijos, su mujer, sus amigos de tertulia en la ciudad condal, y tratar de ser otro, o el mismo pero mejorado, en la creencia de que las expectativas que tenemos de nosotros mismos son el motor del cambio, la gasolina de la acción.
Así Mayol a pecho descubierto va viajando y descubriéndo(se) el mundo que le rodea. Salda deudas con el pasado. Nunca es tarde para volver a estudiar, para retomar esos estudios truncados por la Guerra Incivil Española, sintonizar con la cultura, ver el mundo con otros ojos, deleitarse con un buen libro, una conferencia amena, una música embriagadora, una película subyugante. Mayol aspira ya a enriquecerse como persona, alimentar el espíritu, a través paradójicamente del despojamiento material. Alcanzar la sabiduría de la lejanía.

A EVM (de quien de paso diré que tiene la mejor web que he visto de un escritor) se le reprocha que no sabe construir personajes, su referencialidad a otros textos, a otros autores. EVM no copia a nadie. Escribe así, ese es su estilo.
El caso es que lo que uno lee le conmueva, le atrape, le remueva algo ahí dentro, o bien, que uno aprecie esos destellos hilarantes, la puesta en escena, la idea subyacente, las bonitas frases negras sobre la celulosa blanca, pero que como los fuegos de artificio, el espectáculo dure lo que estos duran, que su estela desaparezca en el firmamento, casi de inmediato.

He ahí la barrera entre lo banal y frívolo de lo trascendente. Para mí EVM es el rey de la mascletá, el alumno aventajado, el trilero de las letras, un presdigitador que saca libros de la chistera con facilidad y a quien si no le descubres los trucos, te impacta y sorprende.

1999 El viaje vertical
2005 Doctor pasavento
2010 Dublinesca
2012 Aires de dylan

Dublinesca (Enrique Vila-Matas 2010)

Dublinesca
Enrique Vila-Matas
288 páginas
2011
DeBolsillo

Dublinesca es un torrente de sensaciones, un artefacto cargado de sorna, de mucho humor, con alicientes varios como ese viaje que siempre promete aventuras, ese salto inglés, que cambiará la vida del protagonista de nuestro libro, Samuel Riba, editor sin editorial, autocrítico consigo mismo, que ve como su esperanza de vida son ya unos pocos años en el horizonte, con visitas semanales a sus ancianos padres que se alimentan de los viajes que éste les narra, en convivencia marital con una mujer que decide hacerse budista, que pasa de la literatura como pasa de él, un Samuel Riba, que ahora que no está bajo los focos, se siente desnortado, de ahí que busque a toda costa (aunque sea en la Irlandesa) un momento en el centro del mundo y convenza a unos amigos, escritores, para ir a Dublin a celebrar el funeral de la Galaxia Gutenberg (una de las editoriales de nuestro país), la muerte de la literatura, del autor, de su figura de editor. Una cátarsis paródica de un hombre postrado en una mecedora que a pesar de tenerlo todo en contra, a la deriva de mares etílicos, encontrará de nuevo la esperanza. Cierto. Somos nosotros, estamos aquí. La putada es que no hemos venido para quedarnos, o quizá mejor así y tengan razón los días laborables.
A Enrique Vila-Matas, es un placer haberlo leído. Si tenía ya unas cuantas razones para leer Ulisses de Joyce, ahora me lo ha puesto en bandeja (en 2016, cayó Ulises y yo en él).

Como colofón comentar que el autor se mueve bien en terrenos virtuales, no sé yo si será un hikikomori pero su página web es una delicia, a años luz de otras muchas de otros escritores, donde solo aparece una foto, la bibliografía y nada más. Si queréis haceros una idea de cómo ha impactado el libro en su web tenéis comentarios a porrillo. Lo de la bola de billar con el número 8 ya es para nota. Sí, Babelia lo considera la octava mejor novela del año. Esto de las listas es una sandez, pero a las editoriales les viene de maravilla para promocionar a sus autores. Si quieres leerlo, por tema de pasta no creo que sea problema pues sale en edición de bolsillo por menos de 10 euros el 4 de marzo.