Publicada en 1932 poco después de El ruido y la furia (1929), Luz de agosto es entre otras muchas cosas la historia de un viaje, de una fuga, de un tránsito. La que lleva a cabo la joven embarazada Lena Grove, quien abandona su hogar (la compañía de la familia de su hermano) en busca del hombre que la dejó en una situación doblemente embarazosa.
Así, en el camino, de carreta en carreta, ayudada por las personas que se cruzan en su deambular, acabará Lena llegando a la localidad de Jefferson, donde parece encontrarse su hombre, un tal Burch.
En lugar de Burch, Lena se topa con un tal Bunch, que nada tiene que ver (parecidos semánticos a parte) con el padre de la criatura, quien a pesar de todo, prendado por la belleza, juventud y lozanía de Lena, se decide a ayudarla, llevando su bonhomía a límites desconocidos, incluso para él.
Hay ahí cierto misterio, y suspense, en pos de saber si Lena encontrará finalmente a Burch o no, si de producirse el encuentro qué sucederá a continuación, qué se dirán, si Burch huirá de nuevo o arrostrará su nueva situación o si seguirá tan irresponsable como siempre. Luego, sin apenas darnos cuenta, una vez que Lena ya está asentada, esperando dar a luz, Faulkner nos cuenta la vida de Christmas, el socio de Burch, un blanco de sangre negra, atormentado y maldito, abandonado al nacer, al descubrir los abuelos de la criatura que es de sangre negra y adoptado tras un período en un orfanato, por una familia, los McEachern, cuyo padre adoptante es alguien intransigente, duro, violento, caligrafiando su derrota con la sangre ajena, y látigo en mano, sobre la piel endurecida de Christmas, enfermizo este en sus creencias religiosas, quien entiende la violencia como una enseñanza, algo necesario y a veces piadoso e incluso catárquico.
Christmas hará uso de su voluntad, para cumplir el fatal destino que cree tener marcado a fuego a consecuencia de su sangre negra, su sacrificio ineludible. Un personaje, Christmas, quien nunca sabe qué es lo que es, ni tampoco que es lo que no es, un alma en pena, un corazón fugitivo en todo caso, a quien un negro le explicará a las claras su razón de ser (o de no ser)
«Tu eres peor que negro. No sabes lo que eres. Y más que eso: nunca lo sabrás. Vivirás, morirás y no lo sabrás nunca»
Alrededor de Lena pululan otros personajes como Hightower, un párroco defenestrado y vilipendiado por la conducta «inapropiada» de la que fue su esposa, devenido un pecio humano, arrumbado a la orilla del camino esperando el descabello, la señorita Burden, con quien Christmas convivirá y yacerá, en una relación oscura, sórdida, alimentada por los fantasmas de ambos, Bunch, asociado a Christmas en la venta ilegal de Wiskhy capaz de delatar a su socio a cambio de los dólares que ofrecen por la cabeza del asesino de la señorita Burden y en última instancia tenemos a los abuelos de Christmas, que se acercarán al pueblo intentando ver a este una vez más, antes de su ejecución, lo que nos permitirá conocer más detalles sobre Christmas y ver así por ejemplo, el engarce del subalterno Doc siempre vigilante con Christmas, a la sazón, su nieto repudiado.
La novela fluye, con la prosa subyugante de Faulkner, en manos de un narrador omnisiciente. Un juego de voces, pensamientos, reflexiones, donde podemos palpar lo que es el racismo, la incomunicación, la violencia latente, la religión opresora, el sexo maldito, las profecías autocumplidas, creando Faulkner una tensión en el relato, una atmósfera enfermiza, que deviene a ratos asfixiante.
Lena haciendo suya la cita de Saramago «El fin de un viaje es sólo el inicio de otro» se irá de Jefferson como llegó, como si su único fin fuera ese, deambular, viajar, someterse o más bien, adaptarse, a la realidad que le toca vivir en cada momento, en cada situación, sea en pos de Burch, al lado de Bunch o junto a quien quiera protegerla. Un empeño por parte de los hombres que la rodean que nunca se materializará, porque Lena no se necesita más que a sí misma para salir adelante, porque Lena es una superviviente, es la esperanza hecha carne, es esa luz que nunca se extingue, ese amanecer posterior a la noche cerrada.