De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto.
KRK Ediciones
2021
220 páginas
Chateaubriend y Flaubert. Leí las 2753 páginas de Memorias de Ultratumba en la traducción de José Ramón Monreal para Acantilado (manuscritas 3514). Reparo ahora en que, el mismo año, leí seguidas 3700 páginas escritas Flaubert (toda su obra, excepto el teatro y las cartas no traducidas) y más de 2500 entre biografías y estudios sobre él. Es curioso, pienso, yo, que rara vez leo libros de más de 300 páginas, he leído casi seguido este mar de páginas de dos autores nacidos con poco más de 50 años de diferencia, que vivieron a menos de 300 quilómetros de distancia, y escribieron en el mismo idioma (que ignoro). Casualidad, coincidencia, afinidad, aquí, apenas le arañan los tobillos al hecho.
Párrafo que extraigo de la novela Mira que eres. Después del maratón flaubertiano parece lógico el querer ensayar algo sobre lo tanto leído. Una destilación. Compartir el entusiasmo.
El autor, Luis Rodríguez, desea que la lectura de su ensayo (sus últimas novelas 8:38 y Mira que eres, también tendían hacía lo ensayistico) anime, incluso logre atizar el deseo de leer la señora Bovary de Gustave Flaubert y si eres escritor, las Cartas a Louise Colet. A tal fin entresaca continuos párrafos, tanto de la novela como de las Cartas.
En mi caso ya había caído sobre ambos libros anteriormente, pero creo que como afirma Flaubert son dos libros, de esa media docena, que deben formar parte de cualquier biblioteca, de cara a ser consultados casi a diario.
Lo que queda muy claro es lo que supone la escritura para Flaubert, su anhelo por hacer visible su estilo, el empeño en trabajar cada palabra, frase y párrafo, hoja a hoja. Además, en el caso de Madame Bovary, en lugar de parirse a sí mismo, o practicar la autofagia, decide crear algo nuevo, ajeno a él, fruto de su pensamiento, al margen de sus vivencias, algo cerebral e impersonal.
La gestación de Madame Bovary le trae por el camino de la amargura. Escribir es tan pesado como acarrear mármoles. Luego al leer lo escrito vienen las correcciones, la poda, la observancia de las redundancias, los malditos «que», a fin de darle a la obra ritmo, de tal manera que sus frases puedan ser leídas en voz alta sin que se resienta lo escrito. Flaubert disfruta y se tortura escribiendo, y apearse de la obra clausurada vemos que le traerá más quebraderos de cabeza, pues con la Moralidad habremos topado.
En el ensayo, muy ameno, se reparten los elogios y los denuestos. A favor: Henry James, Nabokov, Valéry o Maupassant. En contra Julien Gracq. Otras opiniones son vertidas por fuentes en las que el autor muestra su tono pessoano (por los heterónimos) más proteico.
El tiempo le ha dado la razón, mejor, la gloria, a Flaubert. Su Madame Bovary es un clásico y las Cartas a Colet fuente de inspiración para escritores. Un buen espejo en el que mirarse. El ideal a alcanzar.
Escribe Flaubert:
¿Sabes que sería una buena idea la de un individuo que hasta los cincuenta no hubiera publicado nada y un buen día aparecieran de golpe sus obras completas y se limitara a eso…?
El libro, editado por KrK -editorial que alumbró la primera y la segunda novela de Luis, La soledad del cometa (a los 51 años) y novienvre-, es una preciosidad. Se acompaña con fotografías a color de Flaubert y Louis Bouilhet.
Luis Rodríguez en Devaneos
La soledad del cometa
novienvre
La herida se mueve
El retablo de no
8:38
Mira que eres