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El doctor Héraclius Gloss

El doctor Héraclius Gloss (Guy de Maupassant)

Guy de Maupassant
Periférica
102 páginas
2015
Traducción: Manuel Arranz

Quien decida acercarse a los relatos de Guy de Maupassant (1850-1893) tiene el divertimento asegurado. El humor inteligente también. Con Los domingos de un burgués en París, disfruté de lo lindo (reseña)

Esta novela la escribió Maupassant a los 25 años, es anterior por tanto, a Bola de Sebo y al resto de obras que le consagraron, si bien se publicó un par de décadas después de su muerte.

El protagonista es El Doctor Héraclius, un título, el de doctor, que va pasando de padres a hijos, hasta llegar a él, sin saber precisar nadie en qué es Doctor Héraclius. Gloss está soltero, y entregado al estudio, fajado en buscar la Verdad y la piedra filosofal. Se obsesiona con la metempsicosis, doctrina que cree en la transmigración de almas. Doctrina que tuvo valedores como Pitágoras. Así se llama precisamente el perro de Héraclius.

Esa obsesión por acercarse a esta Verdad parece estar reñida con el sano juicio, y Gloss a ojos vista de sus vecinos adopta un comportamiento extraño, toda vez que al conferir Gloss a los animales un estatuto parejo al humano, no sólo dejará de comer animales sacrificados, aferrándose a la causa vegetariana, sino que su casa devendrá en algo parecido a un zoo doméstico.

Especial relación trabará con un mono, a quien trata de igual a igual, y de quien llega a pensar que es el autor del manuscrito que a Gloss trae de cabeza. Un manuscrito que luego cree haber escrito él, pues a medida que las almas van transmigrando, a lo largo de dos milenios, cree ser Gloss quien lo pergeñó tiempo atrás. Delirios en definitiva.

Brilla el humor de Maupassant a lo largo de todo el relato y hasta su salvaje final va hilando fino, metiendo puyitas, ofreciendo una sátira descacharrante, donde queda claro que los humanos somos capaces de entregar nuestro raciocinio a un postulado, e incluso, poco después, al contrario, siempre lejos del eclecticismo que nos permita picotear de aquí y de allá y forjar nuestro pensamiento propio con mimbres heterogéneos.

La editorial Periférica sitúa en el epicentro de nuestra emoción a Maupassant, un autor fundamental.

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Los domingos de un burgués en París (Guy de Maupassant, 2014)

Guy de Maupassant
Editorial Periférica
2014
134 páginas

Guy de Maupassant (1850-1893) pupilo de Flaubert e influenciado por este en su escritura, nos brinda un personaje hilarante, el Señor Patissot. Las historias que escribió Guy en 1880 y que conforman este libro se publicarían originalmente en 1901.

Patissot es un funcionario gris, aburrido, un chupatintas más, que cambia de chaqueta a medida que cae el régimen absolutista y es reemplazado por la República y los distintos políticos que se irán sucediendo en el Poder.

Pattisot que anda un tanto pachucho se ve impelido por prescripción médica yendo al encuentro de la naturaleza que circunda la ciudad de París.

Guy de Maupassant

Guy de Maupassant

Maupassant que se demuestra un maestro en el arte de contar historias, lleva a Patissot de excursión a las afueras de la gran urbe, y éste, se ve allí como pez fuera del agua, tanto, que se ve perdido en su primera incursión en la naturaleza (a pesar de ir pertrechado con mapas del Ejército), si bien no acaba mal del todo la cosa, pues finalizará la jornada cenando con una dama. Irá luego Pattisot de farra con un amigo del trabajo, anulado éste por su autoritaria mujer y desinhibido por la vía etílica. Le quedan luego ganas de ir de pesca y acabará pescando sombreros en lugar de truchas.

En su afán por abrirse al mundo se ve visitando la casa de Zola, yendo de fiesta por las calles de París, mezclándose con el populacho, escuchando las diatribas misóginas de sus compañeros de mesa en una comida durante la despedida de su Jefe de Oficina o en un Baile donde un grupo de mujeres defienden su derecho a la igualdad, mientras los hombres, avizorando lo que está por llegar, temen que la mujer se equipare al hombre, pues las mujeres para ellos encarnan la seducción de la vida, la ilusión infinita, la eterna recompensa de nuestras fatigas.

Un libro que resulta divertido a más no poder, tronchante, hilarante y mordaz, a medida que vamos conociendo las andanzas de Pattisot, este personaje parlanchín (que no sabe estar al lado de alguién sin hablar con él) el cual nos lleva por las calles de París y sus afueras, convirtiendo sus correrías en una lectura gozosa.

Mi primera lectura de Maupassant. No será la última, espero.