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Acantilado

Pasión del dios que quiso ser hombre (Rafael Argullol)

Rafael Argullol (Barcelona, 1949) se acerca a la figura de Jesús no desde el dogmatismo, ni desde el fervor religioso. Tampoco desde el ateísmo, sino más bien desde la incertidumbre, desde el interrogante, como queda expresado en la confesión que cierra el libro. La lectura de las Sagradas escrituras sin imposiciones, leídas de forma voluntaria le permiten a Argullol formularse unas cuantas preguntas acerca de la naturaleza de Jesús, aquel dios que como Aquiles renunció a la inmortalidad y quiso ser hombre, vivir, emocionarse, sentir el amor y la soledad y morir como tal, sin sustraerse al sacrificio, al dolor, a toda la tragedia de la Pasión. Sorprende que si esta representación macabra, es obra de Jesús, él su guionista, una vez en la cruz le preguntara a su padre por qué le había abandonado, si dicho abandono ya estaba escrito y abonaría el camino para la resurrección de la carne.
Jesús podría ser concebido como un mago, como un loco, como un visionario, como un Mesías. El relato comprende desde la Anunciación a María, su embarazo, con un sorprendido José a su lado, el nacimiento y un extracto de los 33 años, pasando por los distintos momentos que todos conocemos, hasta acabar crucificado sin que Poncio Pilato pueda hacer nada por evitarlo. Argullol se pregunta qué es la verdad, cuál es la verdad de Dios.

El arte pictórico y escultórico, los distintos cuadros y esculturas que han ido recogiendo las distintos momentos cumbres en la vida de Jesús y de sus allegados, a pesar de que todos estos cuadros, esculturas y retablos de Velázquez, Leonardo da Vinci, Grünewald, Lehman, Bellini, Rafael,Giuseppe Sanmartino mienten, en conjunto, todos dicen la verdad, según Argullol y suponen un acercamiento a la figura de Jesús, mucho mayor, mucho más potente, que el que proporcionan los teólogos o los propaladores de la palabra de Jesús porque «Los artistas han captado la carne del sacrificio de un modo que las palabras, por mucho que se transmitieran con exactitud, no podían hacerlo».

Me ha gustado tanto este relato de Argullol como en su día lo hizo El evangelista de Adolfo García ortega.

Editorial Acantilado. 2014. 88 páginas.

Rafael Argullol en Devaneos | Transeuropa

Ricardo Menéndez Salmón Seix Barral 2014

Niños en el tiempo (Ricardo Menéndez Salmón 2014)

Ricardo Menéndez Salmón
2014
Seix Barral
224 páginas

Si La ofensa de Ricardo Menéndez Salmón me dejo frío, ahora con Niños en el tiempo, su novela publicada este enero, me ha alcanzado de pleno y he disfrutado de lo lindo con una prosa porosa y absorbente, que en esta ocasión, ha resultado muy permeable, empapando mi ánimo con muy buenas sensaciones, un gozo similar al júbilo.

Me gusta la portada del libro: un niño en una playa, embarrado, mirando algo más allá. Esa foto representa el mundo, lo explica y justifica. De hecho, son los niños la razón de ser de esta novela, fragmentada en tres historias relacionadas.

En mi caso, los libros de Ricardo los leo con la RAE y la Wikipedia siempre a mano, a fin de no dejarme pasar nada de largo, resultando así la experiencia lectora aún más intensa, mayor el deleite que nos ofrece este orfebre del lenguaje, de espíritu Renardiano, en busca de la palabra justa, medida, precisa.

La pérdida de un hijo es ya un lugar común en la literatura universal (y en el cine), ya sea abordándolo desde la ficción o no, pues bien, en la primera historia de la novela, es un matrimonio quien sufre la desdicha de ver morir a un hijo pequeño. Constatamos luego la sima insondable que se abre bajo los pies de ambos, esa fractura en la que ni el presente ni el porvenir serán capaces de coser los costurones que el desgarro, la pérdida, deja en el alma humana.
Como el padre, ahora huérfano de hijo, es escritor esto le da pie para abordar el asunto con perspectiva literaria, ambicionando nada menos que plasmar por escrito, esos huecos de la historia, las omisiones no justificadas, como la Infancia de Jesús. Esas páginas son una delicia, una vehículo gozoso, que nos lleva 2.000 años atrás en el tiempo, fabulando con lo que podía haber sido, porque nadie se creerá a un Dios, sin infancia, sin amigos, sin dolor, sin padres, sin alegrías.

Ricardo Menéndez Salmón
¿Ríe el hombre o ríe el niño?

Y lo que bien comienza, prosigue y mejor acaba. El tercer relato nos lleva a la isla de Creta, a la que uno también se iría jubiloso de la mano de la protagonista, a dejarse solazar y envolver por el sol, el mar, la playa, la soledad, el silencio, la calma, la paz. Un espacio geográfico privilegiado donde Antares verá brillar de nuevo su estrella, en estas historias circulares, donde todo empieza y nada acaba, sucediéndose en el tiempo, como los hijos de los hijos de los hijos de los hijos, porque sembrar y recoger vida es nuestra maldición, nuestra condena, nuestro desahogo, nuestra razón, nuestra locura.

Un libro soberbio, el de Ricardo Menéndez Salmón, también inteligente, nutricio, divertido, emocionante, poético, intenso, vibrante, culto, el de este escritor, o demiurgo, creador de mundos y de historias, como éstas, fascinantes: un mar salado en el que sumergirse, para mantenerse a flote, alpiste para ese pájaro que anida y revolotea en nuestro interior antes del apagón final.

Ricardo Menéndez Salmón en devaneos | La ofensa | Niños en el tiempo

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