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Hombres felices

Hombres felices (Felipe R. Navarro)

Felipe R. Navarro
Páginas de Espuma
2016
120 páginas

¿Conocen el poema de Bukowski El perdedor?. Dice así.

El perdedor

y el siguiente recuerdo es que estoy sobre una mesa,
todos se han marchado: el más valiente
bajo los focos, amenazante, tumbándome a golpes…
y después un tipo asqueroso de pie, fumado un puro:

-Chico, tu no sabes pelear, me dijo,
y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima
de una silla;

fue como una escena de película y
allí quedó sobre su enorme trasero diciendo
sin cesar: Dios mío, Dios mío, pero ¿qué es lo que
te ocurre? y yo me levanté y me vestí,
las manos aún vendadas, y al llegar a casa
me arranqué las vendas de las manos y
escribí mi primer poema,
y no he dejado de pelear
desde entonces.

Este poema de Bukowski guarda relación con lo que leo una vez acabados los relatos del libro, después de la ineludible nota (los agradecimientos) y antes de la contraportada, algo que está ahí casi escondido, como esas escenas que siguen después de los títulos de crédito en algunas películas y que los que tienen siempre prisa por abandonar la sala de proyección se pierden. Se habla ahí de una sala de urgencias, de incumplir una promesa. Después de 15 años en el dique seco, Felipe vuelve a escribir, a publicar, y sobre esto especula primorosamente Miguel Ángel Muñoz en este artículo. Puedes correr a tu favor, pero nunca en tu contra, porque perderás seguro, dice Miguel Ángel y acierta. Escribir no deja de ser otra forma de pelear según Bukowski, y también de superar aquello que el autor comenta en los agradecimientos. «El que lleva una vida feliz no la escribe y se limita a vivirla». A veces, esa vida feliz, es más vida, como consecuencia de la escritura.

Antes de tener este libro entre mis manos, había ido leyendo otros relatos, de otros libros. Leía un relato, no me convencía y devolvía el libro a la estantería. Al final, comencé a leer este de Felipe, y empecé con el primero; Soy el lugar, en el que a un hombre, la pérdida de visión convierte su vida en un horizonte gelatinoso, poblado de fantasmas. Un relato lo suficientemente bueno como para proseguir con Orígenes del turismo, con un hombre arrastrando una piedra montaña arriba, una y otra vez. Podemos verlo como a un desgraciado, pero él es feliz. ¿Lo es?. Hoy esa piedra sisífica tiene tantas caras que no vemos la piedra. En Un modelo brilla el humor del autor, cuando al empleado de una gasolinera un cuadro de Hopper, plasmando una escena cotidiana, lo mandará al paro. Argos, nos aboca al pasado homérico. Vienen luego relatos más breves, de transición, y llegamos a Amarillo limón, para mí el mejor relato del libro. Esa mezcla de paternidad y fútbol me desarma. Después vendrán otros relatos, donde no faltará el humor, surrealista a ratos, como ese hombre que se enamora de una piedra, o ese otro que tiene una comunión tal con un coche, que vive siempre con el alma en vilo cada vez que lo tiene que llevar a un garage. Hay ocasión para la prosa poética en Te diré cómo lo haremos. Saca petróleo Felipe de algo tan anodino como el artículo 41 del Estatuto básico de los trabajadores, en su metaliterario La modificación sustancial de las condiciones de trabajo, y ahí se cifra su inventiva, su capacidad de sorprenderme, de convertir lo trivial en algo sugerente, apacible, luminoso, algo parecido al rumor de las olas que casi sentimos tras las límpidas ventanas en ¿Hacia dónde abre esta ventana?, al lamido de la luz que tan bien nos hace, porque estos relatos, aunque la piedra esté ahí, creo que invitan a la alegría, a la sonrisa o directamente a la carcajada, no desde la ñoñez o la sensiblería, sino desde la experiencia, desde la agudeza y la sabiduría, la de alguien, que con calma ha ido decantando un texto, hasta dejarlo limpio, pulido, diáfano, para ofrecernos párrafos como éste con el que concluye Tarde de circo.

«El hombre se pone a mirar la puerta de la casa, esperando oír el canturreo de las llaves, su roce en el mecanismo y el correr de la cerradura, las voces de ella y los niños tras la puerta a punto de abrirse: la alegría de un sonido familiar, reconocible, aún identificable la pieza, la canción, la melodía, la alegría de evitar aún el tarareo».

Eso es. La alegría de evitar aún el tarareo.

Ha sido ésta una lectura placentera, muy placentera. Celebremos pues el regreso de Felipe. Si me vienen con cuentos como estos, yo, encantado.

Trilogía de Auschwitz

Trilogía de Auschwitz (Primo Levi)

En su novela, Si esto es un hombre, que junto a La tregua y Los Hundidos y los Salvados conforman la Trilogía de Auschwitz del Piamontés Primo Levi sobre los campos de concentración, el autor afirma que de no haber pasado por Auschwitz, no hubiera sido luego escritor y que éste se hubiera dedicado a la química, que era su profesión.

Una vez es internado en el campo de concentración de Buna-Monowitz, Levi, a pesar de saber que se la está jugando, decide anotar todo cuanto ve y le sucede. Saben que la mayoría abandonan los campos “por la chimenea” o bien mueren tras alguna enfermedad, al tocar una valla electrificada, tratando de escapar o por el antojo de algún SS de gatillo rápido. A pesar de esto, Levi siente la necesidad de dejar constancia de lo que ve, para que en el caso de lograr sobrevivir, como así sucedió, poder ofrecer al mundo su testimonio.

Hemos visto imágenes sobre los supervivientes de los campos de concentración; personas famélicas de poco más de treinta kilos que apenas podían resoplar. No nos son tampoco extrañas las pilas de cadáveres, ni las fosas comunes de todos los ejecutados. Lo que sorprende de este libro es la forma de narrar de Levi. El autor es consciente de ello, de su estilo. En las páginas finales de novela, Levi, responde a una serie de preguntas que le fueron formulando tanto adultos como estudiantes después de haber leído estos su libro; en ellas comenta que optó, no por un lenguaje lamentoso o iracundo, sino por algo más mesurado y sobrio; el del testigo que analiza la situación, para que el juez, en este caso el lector, con lo expuesto, lo leído, se forme su propia opinión.

Levi da testimonio de la llegada al campo en trenes de transporte para el ganado, su posterior acomodo en barracones inmundos, para luego ir contando con todo lujo de detalles el funcionamiento de los Lager, campos de exterminio donde los más aptos, los que las SS consideraban útiles, aún podrían realizar alguna labor, la cual los libraba directamente de los hornos, dándoles alguna esperanza de supervivencia.
El libro finaliza con los soldados de las SS abandonando el campo a todo correr, ante la llegada del ejército Ruso. La tregua, la segunda novela, comienza donde acaba Si esto es un hombre.

Como decía antes, los alemanes se ven obligados a dejar los campos de concentración a todo correr, ante el avance ruso. Así, Levi y muchos otros se encuentran en los campos, abandonados a su suerte, expuestos al frío, muchos de ellos enfermos de disentería, sin apenas alimentos, pero al fin libres, sin el yugo exterminador de los nazis. Es entonces cuando tras dejar el campo, uno de los muchos existentes, habitado por más de mil personas, entre los que se encontraba Levi, inician el regreso a su patria; en el caso de Levi a Italia. No les será fácil. La Guerra aún no ha terminado, las infraestructuras son precarias y tardarán unos cuantos meses en cubrir los cientos de kilómetros que separan Buna de Turín. En este peregrinaje Levi nos refiere un montón de anécdotas hilarantes.

Levi no hace más que testimoniar lo que ve; la forma de ser de los rusos, tan distintos a los nazis en cuanto a disciplina y orden, su quehacer en horas muertas en ciudades en donde todo es objeto de compra y venta. Reina un caos controlado. Europa renace de sus cenizas tras la muerte de Hitler y la caída del ejército alemán. No hay aquí personajes, sino personas de carne y hueso, figuras que perdurarán en mi memoria por su carga de profundidad, personas como Hurbinek, Mordo Nahum, El Moro de Verona, Cesare, Cantarella, y muchos otros.

Levi logra en este libro de algo más de 300 páginas lo que otros libros de historia no logran, que no es otra cosa que brindarnos un retrato subyugante de esos momentos históricos, en esa travesía (que se torna casi eterna) que conducirá a Levi en tren por media Europa a través de Polonia, la URSS, Hungría, Rumanía, Austria, Alemania y finalmente el regreso al hogar.

Hay momentos desternillantes, vitales, chispeantes y otros en los que uno siente la angustia del protagonista o bien su aburrimiento abonado de tensa espera.
Vidas tan sufridas y tan traumadas, que si a algunos luego esta circunstancia les haría en el futuro apreciar más si cabe sus nuevas vidas y en especial la libertad, otros muchos, saldrían vivos, sí, pero no ilesos, y como Primo Levi tras una lucha interior feroz durante décadas, al final acabaron quitándose la vida.

Cierra la trilogía Los hundidos y los salvados, escrito en 1986, un año antes de su muerte, ensayo donde Levi va comentando y respondiendo a las preguntas que durante los años posteriores a la publicación de Si esto es un hombre, le fueron formulando en las charlas y conferencias que fue impartiendo por todo el mundo. Viene a ser como este libro como cerrar el círculo.
Levi reconoce que lo suyo fue algo excepcional, dado que la inmensa mayoría de los que fueron en los vagones desde Italia murieron. Al hilo de esto, en la muy recomendable novela Trieste de Daša Drndic, viene una relación con todos los judíos italianos que fueron enviados a los campos de concentración.
Sobrevivieron sólo 20 de 650. Se salvaron unos pocos, un porcentaje ínfimo, unos, porque eran protegidos de alguien, otros pura casualidad. En su caso, según cuenta Levi el tratar de aprender algo de la lengua alemana de cualquier manera, sacrificando su pan o su potaje, para ser capaz de interpretar los gruñidos de sus superiores, le evitaría unas cuantas palizas de más, y a su vez, sus conocimientos de química, le permitieron mejorar notablemente sus condiciones, y finalmente le respetaron las enfermedades y no le venció el hambre, ni el cansancio ni el frío.

En la parte final del libro, Levi expone algunas de las cartas que le han ido llegando tras publicar sus libros. Muchas son de alemanes, pero prácticamente ninguna le convence. Son disculpas que le resultan demasiado tibias, sin apenas convencimiento. Ese parece ser la conclusión que Levi saca. Que durante el holocausto muchos miraron para otra parte. Después, cuando todo se desveló, resultó ser una verdad incómoda, donde muchos tenían mucho que callar, como plasmó muy bien Patricio Pron en su novela El comienzo de la primavera. En la novela antes citada, en Trieste, también comprobamos como los responsables y empleados en los campos de exterminio, lejos de cualquier arrepentimiento, se reafirman en lo que hicieron, cuando son juzgados, o bien se escudan tras la jerarquía castrense, convencidos de que hicieron lo que había que hacer. Terrorífico.

Levi habla del suicidio de otros compañeros que conoció en los campos, gente que salió de allí como muertos vivientes y que al final se quitaron la vida. Levi, optó por contar su historia a todo aquel que quisiera escucharla, con el propósito de que al menos la gente tomara buena nota de las barbaridades que podían llegar a cometerse, incluso en un país como Alemania, un país de gente culta y refinada, que auparía a Hitler al poder, a sabiendas de que este odiaba a los judíos, pues era algo que no ocultaba, para después ser ya incapaz de poner freno a la barbarie. La biografía que Peter Longerich escribió sobre Heinrich Himmler, explica a la perfección el estado de terror que a través de la SS, la SA y la Policía, de tal modo que la única disidencia posible fuera el suicidio o el exilio.

Si al final se suicidó quizá fuera porque como había comentado en su obra, a menudo el superviviente tiene un estigma, un peso encima, algo parecido a la vergüenza, con la eterna pregunta, irresoluble ¿por qué yo he sobrevivido y no otros?, rondándole en la cabeza, pregunta que se desvanece cuando todo acaba.

Levi como humano que es, habla de otros supervivientes como él, y ahí aparecen las comparaciones, los distintos puntos de vista, y es lo que menos me gusta del libro. No obstante es inevitable. Cuando Levi escribe este ensayo ya es una figura pública, un superviviente del holocausto, al que muchos conocen y han leído, y ahí es cuando otros supervivientes también cuentan su historia, o la maquillan o la tergiversan, donde la memoria entonces traiciona y acuchilla.

En Fin de poema, Juan Tallón nos cuenta como Primo Levi ofreció el manuscrito de «Si esto es un hombre» al poco de regresar Primo Levi a Turín, en 1946, a Cesare Pavese, quien trabajaba entonces para la editorial Einaudi, y como éste se la rechazó, pues era una historia que Pavese creía que la gente no estaría interesada en leer. Se publicaría luego en otro editorial minúscula y en 1956, Einaudi, al ver el creciente éxito de Levi, decide publicarla en su sello, así como todas sus obras posteriores.

Esta trilogía creo que debe ser de lectura obligatoria.

Pablo Ramos
Malpaso Ediciones

En cinco minutos levántate María (Pablo Ramos)

Pablo Ramos
Editorial Malpaso
2016
160 páginas

Leo en los agradecimientos:

A todas las mujeres que tuvieron que ver con este libro, gracias de corazón. Cada una sabe cuánto y por qué.

Si no sabemos si detrás de este texto hay un hombre o una mujer, yo me decantaría por lo segundo. Sabiendo que detrás de este tributo, descarnado, sensible y profundamente humano, hacia el Motor de la Humanidad que es la mujer, está Pablo Ramos, mi reconocimiento hacia su trabajo aumenta.

En la portada vemos a un mujer sentada al borde de una cama, con las piernas juntas y las manos sobre las pantorrillas. No le vemos el rostro. Atiende la protagonista al nombre de María. No importa el rostro, porque María es la quintaesencia de la mujer.

Vengo de leer recientemente Departamento de especulaciones y esto me permite comparar la paparruchada de Offill, su medianía, su monumental simpleza, dejando la figura de la mujer reducida a un ser sin atributos, con esta obra de Ramos, donde nos encontramos todo lo contrario, porque Ramos, a través de María, nos muestra a las claras qué es esto de vivir, de luchar, de pelear, de sobrevivir, qué es el dolor, el sufrimiento, el remordimiento, la pena, la impotencia, el cariño de una madre hacia sus hijos, de una abuela, de una esposa, que lucha por mantener su dignidad, qué son las ilusiones que se han volatilizado, o se han escondido tan adentro de nuestro ser, que las creemos extinguidas, qué supone lidiar con un aborto, qué es tener un hijo drogadicto, cómo arrostrar una cachetada por parte del hombre que dice quererte, cómo digerir los días que suceden a un intento de suicidio…

María, sobre su camastro, abre los ojos y antes de que cante el gallo, anunciando la inminente alborada, se ofrece cinco minutos para ella misma, a fin de reflexionar acerca de lo que ha sido su vida hasta ahora. No lo plasma sobre un papel, sobre un diario, porque ahí ya está el germen de la mentira. No. María mantiene un diálogo consigo misma, y no esconde nada, no maquilla nada, más bien eviscera su pasado, lo pone sobre la mesa, lo tantea, lo sopesa, lo pondera, lo mastica, lo escupe, nos lo ofrece, y se nos ofrece tal como es, sin veladuras, sin justificaciones, en toda su pureza y complejidad, y así, nosotros los lectores, somos testigos entonces de una historia, poblada de otras muchas historias, relatos y anécdotas conmovedoras, como la de Héctor, como la de Pablo.

No solo María, todos necesitamos al menos cinco minutos al día de luz, de hada, de amor, de esperanza.

A menudo, leer es un paseo, un pasatiempo, otras, las menos, como me ha sucedido con esta novela de Pablo Ramos, leer es un inmersión, leer entonces te aísla, y cuando cierras el libro y llegas a la superficie boqueando, toca aclimatarse, volver a la realidad y acto seguido buscar los otros dos libros de Ramos anteriores a este: El origen de la tristeza y La ley de la ferocidad.

Entrevista a Pablo Ramos por David Pérez Vega

Jenny Offill

Departamento de especulaciones (Jenny Offill)

Jenny Offill
Libros del asteroide
2016
174 páginas

Ciertos libros me irritan. Este es uno de ellos.

La autora va mezclando citas ajenas (Horacio, Weil, Elliot, Rilke, Dickinson, Keats, Zweig, Wittgenstein, Singer…), al tiempo que nos narra la relación con su pareja (y los problemas que van surgiendo con el paso del tiempo) y el crecimiento de su hija y no falta tampoco el yoga, el maestro zen, la cosmología, las mascotas, el tedio, la balsámica huida hacia parajes poco masificados…

Como esto de la pareja y los hijos afecta a buena parte de la población, parece que el éxito está asegurado, vía empatía. Que vivamos situaciones análogas (la crisis en la pareja es un lugar común), a las que refiere Jenny, tiene más de coincidencia y de olfato comercial que de literatura.

Y si la deriva de la literatura va por estos derroteros, razones hay de sobra para refugiarme en los clásicos (uno de los personajes recomienda leer a todos los filósofos pretéritos y en eso estoy de acuerdo), porque este tipo de literatura pop, me resulta tan superficial y banal que no puedo con ella.

Este elogio hacia lo cotidiano, hacia la nadería, no tiene nada malo cuando hay literatura detrás, una mirada aguda, pero cuando la autora parece aferrarse a la máxima de uno de los personajes del libro que afirma, que a la gente hay que darle lo que quiere, doy entonces la razón a Valéry cuando afirmaba éste que hacía falta menos para gustarle a mil lectores que a cien. Cuestión de exigencia.

Sobre una escritura de mínimos, conformista y de muy escaso vuelo, abonada con mucha frasecita lapidaria, Jenny encontrará sin duda multitud de adeptos, que loen lo ameno de la obra, lo fácil que se lee, lo divertida que les resulta, lo mucho que se identifican con lo leído. Sí, por eso tienen tanto tirón los libros de autoayuda.

Escribir es (o debe ser) ir más allá de jueguecitos, como dedicar una página para decir:

¿Cómo estás?

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!Qué no os vendan amor sin espinas, ni os den gato por libro!

PD. El libro aparece recomendado en la contraportada por Jenn Díaz y Ricardo Menéndez Salmón («Un libro formidable en su solo aparente levedad»). Lo del asturiano me choca, porque creo que la bisoñez y levedad de Jenny están en las antípodas de la manera de escribir y de entender el mundo, que es lo mismo, de Ricardo, cuyo El sistema, sí que me está resultando una obra muy notable.