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La dulce (Fiódor Dostoievski)

El comienzo de esta novela breve -la cual quedó recogida en Diario de un escritor, publicación mensual que Dostoievski dirigió desde 1873 hasta su muerte en 1881, unas páginas donde quedó agrupado todo su pensamiento y donde igual tenían cabida la actualidad rusa, la crítica política o social, el análisis literario y cultural, o las impresiones personales antes los diferentes sucesos históricos, según refiere la editorial que lo publicó- me recordaba a otra Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg. Aquella comenzaba con la confesión de un asesinato. Una mujer despachaba a su marido hacia el más allá. Aquí la novela arranca con un hombre que contempla el cuerpo de su mujer muerta sobre dos mesas de juego, si bien el juego, al contrario que en El jugador, no se toca. De entrada no sabemos si la ha matado o no. Más tarde sabremos que la causa de la muerte ha sido la defenestración voluntaria de la joven desgraciada de apenas 16 años.

Como es habitual en las novelas de Dostoievski sus personajes son como muelles tirantes que se estiran y se recogen de forma violenta, ruidosa, aparatosa. Él se ha visto a dejar el ejército por un acto cobarde, y se gana la vida como usurero. En su órbita cae una joven de 16 años, con la cual acabará contrayendo matrimonio. Ella le es infiel y él no sabe cómo lidiar con esa situación. Si matarla, si matarse, si batirse en duelo, como en Los demonios, si matarse los dos, algo que me recuerda a una novela que leí hace poco, Alves & C.ª de Eça de Queiroz.

Los personajes de Dostoievski se mueven siempre por unos criterios morales. Es por ello que se habla largo y tendido sobre el honor, la dignidad, el decoro, la humildad, el vicio, la inmundicia, etcétera. A fin de cuentas ambos, tanto él como ella son dos desgraciados, que juntan sus soledades, sus silencios, sin ser capaces de crear nada juntos, más allá de alimentar a la Parca con carne fresca, la de ella. Al leerla, me venían ecos de Crimen y castigo, ya que ahí también aparece una usurera que acaba muerta, y un personaje masculino que parece que siempre se ve en la obligación de redimir, encauzar, embridar, las descarriadas vidas de jóvenes que ellos creen que necesitan protección, cuando lo único que consiguen es hacerlas aún más desgraciadas, en el mejor de los casos.

Editorial Funambulista. 2013. 128 páginas. Traducido por: Gonzalo Gómez Montoro y Bienvenida Sánchez Sánchez

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La dama del perrito (Antón P. Chéjov)

Antón P. Chéjov
Nórdica
Traducción de Víctor Gallego
Ilustraciones de Javier Zabala

Chéjov, en este relato reflexiona sobre esas vidas no vividas, sobre esas vidas freáticas -que no van a ras de suelo- que encuentran su verdadera naturaleza en el secretismo, en lo fugitivo, en lo precario, así la dama del perrito y su pretendiente, los cuales se conocen en Yalta, de recreo, y sus infelicidades, sus infidelidades, la ocasión, convierten una aventura episódica en algo más, cuando tras regresar cada mochuelo a su olivo, descubren que el rescoldo está ahí, que la pasión también, así como la sed del otro, y dado que se sienten como dos pájaros cazados y dispuestos en distintas jaulas, ahora la tarea es romper los barrotes, y emprender el vuelo juntos. Ahí está lo difícil, y lo saben y lo asumen, porque creen que esta vez es la buena. En esta materia los inhumanos somos incorregibles.

No abunda Chéjov en la introspección de los personajes, pero con unos pocos detalles podemos hacernos una idea precisa de su desdicha, de su insatisfacción, la cual no nace de la pobreza, ni del desamparo, sino de un hastío vital que el amor siempre parece ser capaz de abolir.

Lo que vendrá después no lo sabemos. El relato queda abierto. El relato como elipsis.

Muy bonita la edición de Nórdica, con traducción de Víctor Gallego e ilustraciones de Javier Zabala, que enriquecen el texto.