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El secreto de Lena (Michael Ende)

El secreto de Lena (Michael Ende)

Este cuento de 1991 titulado El secreto de Lena de Michael Ende, con traducción de Marinella Terzi, me recuerda a la película Cariño he encogido a los niños.

Lena es una cría a la cual le sienta bastante mal que sus padres no le obedezcan. Un buen día gracias a la hada Consolacion Interrogación se verá facultada para reducir el tamaño de sus progenitores -al ingerir estos es un mágico terrón de azúcar- cada vez que le lleven la contraria a la niña, a razón de un 50% de tamaño por cada desobediencia practicada. No tardarán apenas los padres en quedar reducidos al tamaño de una figurita, pasando, por ejemplo, las de Caín frente a un gato. Al principio a la niña todo esto le hace gracia, pero luego empieza a verle las orejas al lobo, pues se ve indefensa para hacer ella sola frente al día a día, y también a la noche si vienen truenos, sin el amparo y la protección de sus progenitores.

En este caso como lo que tenemos es una hada y no una bruja el desaguisado afortunadamente podrá revocarse, tornar todo a la situación inicial. Pero toda la magia conlleva un precio. ¿Estará Elena dispuesta a pagarlo?.

En este tipo de fábulas moralizantes todo acaba bien; los niños aprenden la lección y también los adultos. Algo que a fin de cuentas resulta tan sencillo como es acogerse al sentido común y ser flexible como el mimbre que se dobla antes que partirse, que partirse. Pues eso.

Hasta (casi) cien bichos

Aproximaciones a la literatura infantil y juvenil

Tiene bemoles que restándome (por lo bajo) solo unos 28 años para jubilarme (si la esperanza de vida sigue aumentando hasta los cien y nos toque jubilarnos a los ochenta, entonces serán más), sea precisamente ahora cuando sienta la llamada (más bien, el vozarrón) de la literatura infantil y juvenil. En fin.

El paraguas mágico

Puestos a elegir a un autor empecé con Daniel Nesquens. No puedo darle todavía el calificativo de maestro, genio, voz autorizada o similar, pues me ando en la fase de contraste y comparativa, pero lo que he leído suyo de momento me ha gustado bastante más que mucho.

eL+HOMBRE+CON+EL+PELO+REVUELTOUn deseo muy especial

Con mi propensión a atesorar, este fin de semana pasado, fui primero a la biblioteca y luego para mi casita con media docena de libros del zaragozano Nesquens. Me quedan dos pendientes de leer, La casa y El hombre con el pelo revuelto. Empecé con Un deseo muy especial, donde un niño les pide a los Reyes que nieve y ve su deseo cumplido, para bien del mocete, seguí luego con Un perro en casa, novela gráfica de final impactante e intermedio transformador. Gran trabajo el del ilustrador Ramón París.

Un perro en casa

Luego proseguí con el divertidísimo El paraguas mágico, donde un niño cuenta la historia de amor de sus padres a caballo entre París y Amsterdam (entre el Barrio Latino y El barrio Rojo) y me dejé para el final Hasta (casi) cien bichos, un libro ameno, divertido, hilarante con unas ilustraciones muy graciosas y a muy a tono con los textos, de Elisa Arguilé. Si Jardiel hubiera escrito en una editorial dedicada al público infantil, este libro de Nesquens bien podría ir firmado por él, porque las páginas de este libro son un bello ejercicio de humor absurdo, de imaginación, de creatividad, inundado el texto de juegos de palabras, de múltiples referencias a otros libros, a películas, cuya lectura es lo suficientemente placentera como para querer seguir leyendo más (muchos más, casi cien si me dejan) de Nesquens. Como tiene publicados libros de sobra, veré satisfecho mi deseo.

Tengo ahora entre manos Los derechos de la infancia, editado por Anaya, ilustrado por Emilio Urberuaga y con prólogo de Francesco Tonucci que recoge diez cuentos de autores y autoras como Antonio R. Almodóvar, Eliacer Cansino, Gloria Cecilia Díaz, Agustín Fernández Paz, Mariasun Landa, Gustavo Martín Garzo, Gonzalo Moure, Daniel Nesquens, Ana María Shua y Lorenzo Silva.

Los derechos de la infancia

Y como despedida y cierre, dejo un párrafo de la escritora Carmen Palomo García, que suscribo en su totalidad:

Hay que recordar a algunas personas presuntamente cultas que la literatura infantil no es un subproducto cultural lleno de gazmoñerías ni fantasías sedantes. Los niños no son ñoños ni estúpidos, sino un público perspicaz y predispuesto a dejarse encandilar sin prejuicios ni obcecaciones por la buena literatura. Los autores inteligentes (los arriesgados, los talentosos…) han sabido aprovechar esa especial apertura de miras infantil para crear obras excepcionalmente libérrimas y sustanciosas. Esa literatura combina con frecuencia la ligereza y el humor con el sondeo de gran calado: nuestros miedos, nuestras alegrías y nuestros anhelos más profundos; nuestra soberanía frente a la represión de las convenciones; nuestras ganas de descubrir la insospechada belleza del mundo frente al conformismo plomizo de quien cree haberlo visto ya todo. Si hubiera que poner sobre la mesa una prueba contundente de qué es la literatura infantil, la buena, la grande, Un cuento de Daniil Jarms sería una demostración irrefutable.

Leído lo cual, ando ahora a la busca y captura del libro de Jarms.