La sangre de la aurora
Claudia Salazar Jiménez
Año de publicación: 2020
127 páginas
La violencia, la sangre, el terror. Vivir abajo era una fabulosa novela sobre el circo de los horrores, subterráneo, reguero de cárceles en las que perpetrar cualquier aberración. Policarpa era un relato con un guerrillera colombiana como protagonista. La sangre de la aurora nos sitúa en Perú, en los años 80, con la lucha entre el Estado y Sendero Luminoso. Tres son las protagonistas, mujeres que sufren violaciones por parte de los militares o de los guerrilleros. Fermento femenino sin el que era imposible cualquier cambio social, según Marx, y aquí bultos con orificios para las proezas masculinas, sumideros, objetos en los que vaciar y desechar de un disparo, un hachazo, un navajazo, con ávido fuego. Una de ellas es campesina. Campo, limbo infernal en el punto de mira de ambos bandos, que masacran a los campesinos (serranos) por igual, sin opción a tomar partido o mantener una imposible equidistancia. Campesina ultrajada por los guerrilleros. Otra mujer es fotógrafa. Fotografías que no logran embutir en las lindes de una foto el horror visto, el olor de la carne quemada. En manos de los guerrilleros (terrucos) será sin opción a réplica, parte del enemigo, una blanquita vendepatria. La tercera, siente de repente la llamada de la revolución, más importante que su marido y su hija y se tira al monte, recibe adiestramiento, no le tiembla el pulso con el tiro de gracia y llega a la cúspide de la organización. Las tres historias fluyen y confluyen, un horror que es intercambiable pues a la hora de torturar, violar, vejar y masacrar todos operan igual. En este anfiteatro dantesco el corifeo podría entonar un porqué. No obtendría respuesta. Qué justificaría tamaña ignominia entre hermanos. Acaso, un nuevo despertar que solo generará más violencia, horror, ánimo de venganza. Una aurora pesadillesca necesitada de la masacre, las violaciones, el encarnizamiento más brutal, un delirio irrefrenable.
En poco más de cien páginas Claudia en esta soberbia novela nos sitúa en el corazón de las tinieblas. Sus personajes hablan y cada palabra, cada silencio, cuenta y lacera. Rara vez una lectura sobrecoge. Claudia lo logra sin necesidad de efectismos ni alharacas. Sencillamente una escritura, palabras hormigueantes rezumando verdad, de efecto desarmante.