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Alberto Olmos
2012
Editorial La Uña Rota

Pose (Alberto Olmos 2012)

Alberto Olmos
Ediciones La Uña Rota
2012
134 páginas

Alberto Olmos (Segovia, 1975) publicó Pose en la editorial Segoviana La Uña Rota en el año 2012.

La novela recoge la estancia de Olmos en Japón y luego en México (en la Feria del libro de Guadalajara). En Japón estuvo el escritor en 2005, en México en 2010. Más allá de que ambas historias transcurran fuera de Segovia y de España y sean un flujo incesante de naderías, poco más tienen en común dentro de este díptico.

Como si se trataran de unos descartes de su muy recomendable novela Trenes Hacia Tokio, Olmos nos ofrece 59 páginas de su paso por el país nipón. Como Olmos se confiesa un mal turista, su mirada y por tanto sus reflexiones se dirigen a lo epidérmico, a saber: hebillas de pantalón, pieles que se erizan al contacto con la yema del dedo, paquetes cárnicos que se inflan descontrolados ante el empuje del deseo, la frontera donde una media femenina nubla el entendimiento masculino. Ese tipo de cosas.
Olmos no obstante se muestra comedido y lo más bizarro a lo que osa es a echar fotos a la entrepierna de una comensal mientras comen todos juntos a ras de suelo en un restaurante.

El protagonista de la historia es un profesor que imparte clases en varios idiomas: A, B, C a diferentes chicas B, K, H. y a mí este tipo de escritura donde uno se muestra tan perezoso me parece una P.M.

Al final de este relato nipón el protagonista juguetea con la idea de clavarse un cuchillo. Se lo piensa mejor y gracias a Dios, el mejor escritor segoviano nacido en el 75, regresa a España, lo cual le permitirá en el futuro seguir publicando novelas, fichar por el grupo Mondadori y darse un rulo por México, acudiendo a la Feria del Libro de Guadalajara en 2010.

Alberto Omos
Alberto Olmos

Que Olmos sea un mal turista tiene un pase, que muestre tan poco aprecio por su lectores, no.

Su periplo por Guadalajara son 63 páginas, que al tiempo que a uno le dan ganas de dejar de leer (esto no lo conseguirá ni Olmos ni escritores mucho peores), me surge la siguiente reflexión: ¿en qué piensan ciertas editoriales cuando publican paquetes como este?.

El protagonista de este relato mexicano es Alb, Alberto Olmos, narrando en tercera persona. Yo creía que así cogería distancia, que el relato sería emocionante, vibrante, chocarrero, explosivo, gamberro. Nada de esto hay.

Olmos va con la idea de no montar un pollo y ese personaje canalla que se montó en internet (Vilas dixit), sólo tiene, parece ser, sentido allí, en las nubes virtuales, porque al natural, viendo (o leyendo) lo que fue su pas(e)o por la Feria, no puede ser el hombre Alberto/Alb, más modorro, sosainas, comedido y aburrido.

Como Olmos es escritor, o al menos escribe libros y supongo que vivirá de esto de escribir, comienza su relato mentando a otros escritores. El primer afortunado es Juan José Millas que también fue a la Feria y viajó en primera clase. Alb lo hizo en segunda.

En la Feria se entera de que a Rafael Reig le han dado un premio los de Tusquets y al final consiguen ambos fundirse en un abrazo en los servicios. En una tertulia con otros escritores castellano leoneses (Esquivias, Abellá, Vallecillo, Conejo, Cuevas) no le canta las cuarenta al moderador, cuando bien se merecía un rapapolvo, mantiene también conversaciones con otros escritores que se reducen a un simple hola y adiós, compra y regala libros a sus lectores y a su regreso a poco se va el avión a buscar las llaves al fondo del mar. ¿Por qué cuando el personaje de una novela está en el interior de un avión hablar de la pantallita en la cual se ve a un avión chiquitín avanzando a paso de tortuga, es ya un lugar común, tanto como hablar del tiempo, o como ver a CR7 sin camiseta?

El final es feliz, y Alb regresa a Madrid sano y salvo.

Si Olmos algún día quiere ser como Gamoneda o como Juan José Millás debe aplicarse mucho más. Para alguien como Olmos que se lo ha leído todo, es un delito contra la humanidad, mejor, contra el lector (como yo que leo sus libros), convertir esta «novela» en un Elogio de la sandez y dejar que una editorial, aunque sea segoviana te la publique.

Alberto Omos en devaneos.

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Siruela
2013

Un amigo en la ciudad (Juan Aparicio Belmonte 2013)

Juan Aparicio Belmonte
Siruela
2013
172 páginas

Juan Aparicio Belmonte ha perdido el guión de su apellido por el camino y el humor (o parte) también. Hará cosa de un año me leí su novela Mala suerte. No me disgustó, porque era un libro, divertido, alocado, surrealista, pero consistente.

Belmonte ahora se quiere poner serio y esto a veces no da buenos resultados. Para muestra esta novela.

Habrán leído por ahí maravillas acerca de este libro. La mejor del autor, dirán. La más madura. Con Mala suerte, me eché unas risotadas de aupa. Con El disparatado círculo de los pájaros borrachos un amiga me cuenta que se partió de la risa (ahora es bipolar). Con Un amigo en la ciudad, más que risas lo que he se han dibujado en mi rostro han sido muecas, o bien una sonrisa triste.

La novela transcurre por las calles de Madrid. El protagonista es Andrés, exgótico, su mujer Gretchen, también exgótica. Tienen una hija pequeña. Él tiene un trabajo dispuesto a perderlo. Tiene una mujer dispuesto a perderla, también. Andrés realiza viajes en el tiempo, que no le sirven para enriquecerse, ni nada parecido. Al menos sabrá con antelación que seremos campeones del Mundo de fútbol, lo cual, a él que no es futbolero se la trae al pairo.

Las idas y venidas en el tiempo, de sobra sabemos que sientan muy mal a cualquier persona. A nuestro pobre Andrés lo traen por el camino de la amargura, porque recibe llamadas de un mensajero del futuro, al tiempo que una vecina le arrostra la paternidad de los dos gemelos que trae en camino, así como la caídita de ésta por las escaleras del inmueble. Vamos, que el hombre no hará nada para levantar el aparato, telefónico. Ejem, ejem.

Juan Aparicio Belmonte
Juan Aparicio Belmonte

Quizá sea porque los polos iguales se repelen o por la obsolescencia programada del amor, o porque de todo se cansa uno, el caso es que su relación, la de dos exgóticos vencidos por el modernismo, está abocada al fracaso. Sí, la cosa entre Gretchel y Andrés con sus neuras no pelecha. Al contrario. Todo se va a la mierda.

Andrés viaja en el tiempo y también por las calles de Madrid, al tiempo que interpela a quien se cruza en su camino (taxistas, peluqueras, barman) con preguntas que descolocan a los interpelados, preguntas que van más allá de las convenciones relativas al tiempo o simplezas similares, pero necesarias. Estos diálogos surrealistas seguro que son muy molones, pero tienen la misma gracia que acudir a un funeral ajeno.

Como la mujer de Andrés es de origen alemán, la ilimitada imaginación del autor le llevará a endiñarle a éste un suegro de pasado nacionalsocialista. Si Andrés está en una iglesia y la gente comulga, es de cajón hablar de hostias, las que recibimos y las que damos. Chascarrillos de ese pelo nos ofrece Belmonte, quien en lugar de soltarse la melena e ir a saco con sus alucinaciones futurizas (ahí sí que tenía materia prima para hacer una novela bien interesante), se pone solemne, trascendente, al tiempo que la historia se achica, el interés se consume e incluso se deslocaliza, donde el humor es ya sólo el barniz del féretro que es esta novela, cuya alma se quedó definitivamente atrás, en algún salto al pasado.

Juan Eduardo Zuñiga 2010 Galaxia Gutenberg relatos

Brillan monedas oxidadas (Juan Eduardo Zuñiga 2010)

Juan Eduardo Zuñiga
Galaxia Gutenberg
146 páginas
2010

Antes de aventurarme con La trilogía de la guerra Civil de Juan Eduardo Zuñiga, quería medirlo en la distancia corta del relato. Quince de ellos forman parte del libro Brillan monedas oxidadas.

La temática de los mismos es variopinta, si bien casi todos están anclados en el pasado, más o menos reciente. Lo que no encontramos en ningún momento son triunfadores, tampoco gente con suerte.

En el primero de ellos. El festín y la lluvia, un grupo de gente está reunido en un albergue mientras el río que los circunda crece con la sempiterna lluvia, mientras una chica joven quiere ser abrazada y mojada por la lluvia mientras el resto decide quedarse quietos, anclados física y mentalmente en su conservadurismo.

En Jazz Sesion, la música permite traer el pasado esclavista entre el ruido de los metales.

En Agonía bajo manto de oro, un joven descubre a través de una rendija en la madera del cuarto que tiene alquilado, como una anciana recibe regalos a cual más exquisito, si bien, su sed, no se calma, ni se sacia. No sabemos si aquello es real o fantasía. El joven a pesar de todo cae de una pieza sobre el catre, tras esa visión/alucinación.

En Has de cruzar la ciudad, una chica reparte pizzas a domicilio, por la noche, infestada ésta de peligros, reales o imaginarios, y de la mano de leyendas del pasado decide dejar que el céfiro lama su cuerpo mientras se cree Lady Godiva, a lomos de su motocicleta.

En La mujer del chalán, el protagonista de la historia, un tal Solano se enamora de una morisca y aquello no puede salir bien, porque parece que hay una ley física que impide la felicidad del hombre por todos los medios físicos o divinos.

En El campanero de San Sebastián, un pobre hombre decide deambular por el camino perdido, una vez deje el campanario, mientras en su cabeza repican el acoso del párroco y las canciones de una gitana. Todo resulta muy simbólico y angustiante.

En Conjuro de marzo, de nuevo está presente el mal fario, la mala suerte de un hombre, otro perdedor, a quien no le pagan por su trabajo y acaba ajusticiado.

En El molino de Santa Bárbara nos damos de bruces ante un amor que se torna de nuevo imposible, cuajado e imposibilitado por los celos, el amor libre y ajeno, desenfadado.

En Interminable noche de los miedos. la cosa va de eso, del miedo y de la desazón que sufren unos conversos que no quieren desvelar su identidad, sabedores de la suerte que correrían, al recibir la visita de una morisca, que los ha calado. Relato muy intenso.

En No llegará el sobrino de Praga, el sobrino es Kafka, que iba a ir a Madrid, pero muere de tuberculosis antes mientas su tío las pasa canutas hasta que se entera de tal fatal desenlace.

En Lejano amor soñado, constatamos brutalmente la imposibilidad de principiar una relación, con una poetista que decide dejar el libro de su vida inconcluso por decisión propia.

En El bastón de Lula Luzán vemos a una joven bacante manejando con soltura un bastón, que será la perdición de un Don Juan, celoso y encorajinado, tras ser puesto en evidencia por el sexo débil, para acabar sus días, picado como un toro en el flanco derecho, mordiendo el polvo de la nada en el albero-sanatario.

En París, última decisión, un poeta portugués, amigo de Pessoa, Mário de Sá-Carneiro decide quitarse la vida en un hotel de París, con 26 años, al verse solo sobre la faz de la tierra, desgarrado, sintiéndose como un paria, al no poder retener a su lado, a su gran amor.

Juan Eduardo Zuñiga
(El rostro de la sabiduría)

Juan Eduardo Zuñiga, se maneja hábilmente en los diálogos, necesita muy poco para montar una historia consistente, utiliza un lenguaje rico, sus personajes resultan próximos, pues son todos ellos perdedores, gente sin suerte, personas que deciden suicidarse, quienes no encuentran consuelo, amor o afecto, en las faldas ajenas, ni si quiera en las de la literatura, y todas las historias están impregnadas de pesimismo, de mal fario, de un hálito trágico, lo cual al lector puede llegar a apesadumbrar.

A pesar de que Juan Eduardo escriba como los ángeles que escriben bien, sus relatos no traspasan la epidermis (la mía) y se quedan ahí flotando, como las nubes negras: amenazantes, turbias, y pasajeras.

Los ingenuos (Manuel Longares 2013)

Manuel Longares Los ingenuos
Manuel Longares
Galaxia Guntenberg
231 páginas
2013

No había leído hasta el momento nada del escritor madrileño Manuel Longares, y ahora tengo claro que anhelo leer su libro de relatos Las cuatro esquinas, editado también por Galaxia Gutenberg.

Y esto es así, porque cuando se disfruta leyendo a un escritor parece inevitable querer seguir recorriendo su obra. Los ingenuos, la novela de Manuel Longares transcurre en la ciudad de Madrid, en unas pocas calles que van desde La Puerta de Sol hasta la Gran Vía, por Montera. En una de esas calles próximas a la Gran Vía pero sin la exuberancia de esta, en la calle Infantas, es donde se asientan los personajes de esta obra. La historia se divide en tres actos: finales de los años cuarenta, mediados de los sesenta y los días previos a la muerte de Franco, allá por noviembre de 1975.

Tenemos a una familia normal y corriente formada por Gregorio, su mujer Modesta, y sus hijos Goyo y Modes, llevando todos ellos unas existencias vulgares y frugales, en un país que vive bajo el yugo de la dictadura, y que sufre los efectos de la posguerra, hasta que Gregorio cree que en el cine encontrará la alfombra roja con la que dejar su vida gris, hasta que constata que la magia del cine a veces se convierte en magia negra, capaz de desbaratar cualquier proyecto o ilusión.

Gregorio tras el varapalo sufrido como guionista, sin película, dejará su jornal invirtiendo en los lupanares del barrio, mientras su mujer se encargará de la portería, en la cual viven, al tiempo que su hija Modes se enamorará de Cárdenas, un galán parlanchín, que sembrará el infortunio, bajo la piel de un amor no correspondido en el vientre de la ingenua Modes. Goyo mientras tanto, buscará empleo en una papelería, mientras se deja seducir por una amiga de su hermana, toda vez, que ve que entiende que los amores internacionales no son lo suyo.

Longares, hace un ejercicio de concisión, para comprimir tres décadas de la historia reciente de España en apenas 231 páginas, y lo hace con una prosa elegante, un vocabulario rico y florido, unos párrafos que son cíclicos porque una vez leídos, apetece volver sobre ellos, seguir exprimiéndolos como ubres, y relamarse con lo leído, ante una forma de narrar, la de Longares, que a mí al menos me ha fascinado, donde tan atractivo resulta lo que se cuenta, como el cómo se cuenta, y si en un principio, ciertos subrayados, no me han gustado, dado que aquello parece un ejercicio de historia, donde el escritor, nos quiere contar como eran las cosas antes, luego, eso queda en un segundo plano, y a medida que el marco deja de ser importante, tanto que los años cuarenta, cincuenta y sesenta se confunden, como si el tiempo fuera entonces un todo indivisible, es cuando surge la víscera y la fibra de la historia, donde se nos muestra el arrumbamiento del fracaso, la constatación de un amor imposible, la desdicha conyugal, los efectos derivados de los posicionamientos políticos, un puñado de vidas monocromas que se nos cuentan con tal desparpajo y chispa, que Longares hace de lo anodino, con su manera de mirar, con su manera de escribir, una novela que vale, y mucho, la pena leer.