Mi Boris @pistolar particular me puso en la pista de esta novela. Aunque la novela empieza con un capítulo titulado PUTA MIERDA DE LOS COJONES, la novela no es un chorreo de tacos ni nada parecido, sino que más bien es un sentido y muy logrado intento de expresar con palabras ese nudo que atenaza el estómago cuando le toca a Karl arrostrar como padre la muerte en la carretera de un hijo adolescente, el sentimiento de culpa de poner los cuernos a su mujer por otra que resulta ser un espejismo, un error colosal, un volver a casa con el rabo entre las piernas, escaldado, menoscabado y ninguneado y un volver a coger la puerta después para estar a un tris de seguir cometiendo los mismos errores, buscando sin descanso la casa de los horrores en la cual quizás pueda purgar sus equivocaciones o directamente ultimarse, toda vez que sin su amado hijo Ole-Jakob la vida sea una PUTA MIERDA DE LOS COJONES. Rachel, la hermana de Karl, le dice a este que “a menudo se escribe mejor de lo que menos se conoce”. No sé qué hay de cierto en esta afirmación, pero cuando leo párrafos como este:
Una pareja de jóvenes había ocupado los dos asientos delante de mí, la chica apoyaba la cabeza sobre el hombro del chico, mientra que este, de vez en cuando, se echaba hacia adelante para mirarla a la cara. Noté lo mucho que los envidiaba, a ambos. Había en ellos algo bendito y apacible, una despreocupación respecto a un entorno que aún no era lo bastante fuerte como para sacudir los cimientos de su felicidad y su enamoramiento. A estos dos, pensé, el mundo no tiene nada que decirles. Nada puede alterarlos. Está en equilibrio. El amor y el deseo están repartidos por igual, todavía no se cuestionan quién de los dos echa más de menos al otro. Al salir, me di la vuelta y les dije: !Acordaros de este momento!. El chico dio un respingo, parecía aterrado y, cuando el autobús volvió a arrancar, los vi un instante al otro lado del cristal: me miraban como si hubiera intentado hacerles algo, aunque no comprendieran exactamente qué.
Y otros muchos de la novela, no sé si Stig, el autor, conoce o no conoce de lo que habla y si escribe de oído, pero la novela ha conseguido removerme como pocas.
Mármara ediciones. 2017. 296 páginas. Traducción de Cristina Gómez-Baggethun y Øyvind Fossan.