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El impostor

El impostor (Javier Cercas, 2014)

Javier Cercas
Mondadori
2014
430 páginas

En la portada de la recientemente publicada novela de Javier Cercas, titulada El Impostor, vemos a un señor tapándose el rostro con las dos manos. ¿Siente vergüenza?. ¿Tiene algo que ocultar?,¿Es el protagonista de la novela?.

Javier Cercas decide ir tras la pista de Enric Marco, aquel abuelete encantador que presidió la asociación Amical de Mauthausen (que reunía a los deportados españoles en los campos nazis durante la II Guerra Mundial), hasta que descubrieron sus mentiras.

Nos cuenta Cercas al comienzo del libro que durante siete años, tras desatarse el escándalo que supuso saber que Marco no había estado nunca en un campo de concentración nazi, y que todo lo que había contando hasta el momento había sido fruto de su fantasía o de sus lecturas sobre el asunto (que conocía al dedillo pues cursó la carrera de historia), el autor de esta novela quiso escribir sobre Marco, lo cual no dejaba de darle cierto reparo, lógico cuando Marco tenía a todo el mundo en contra, y muchos incluso afirmaban que lo mejor que podía hacer éste a la vista de sus viles acciones era suicidarse y no era muy conveniente por tanto volver a airear su historia, menos aún tratar de buscar cualquier justificación a su conducta.

Cercas no busca la concisión, o no del todo, así que el libro resulta extenso, demasiado a mi parecer, con las más de 400 páginas que tiene la novela. Me preguntaba si en este libro Cercas iba a rehabilitar a Marco mediante un relato biográfico, dándole la oportunidad de justificar cada una de sus acciones, de sus mentiras. A medida que vamos leyendo, nos encontramos ante la visión oficial, la que da Marco, y luego la versión corregida y deformada por la realidad, una realidad aguafiestas que deja el relato épico de Marco reducido a una existencia más del montón: vulgar, gris y previsible, donde Marco fue uno más de esa mayoría silenciosa que esperó a que muriera Franco, para recuperar su libertad.

Respecto a una posible biografía, éste no es el interés de Cercas, porque la intimidad de éste sólo le pertenece a Marco, y Cercas maneja sólo la historia oficial (que estuvo a un tris de consolidarse como tal) lo que estaba al alcance de todos y la corrige con las confidencias que Marco a regañadientes le va haciendo, a medida que Cercas vaya desmontando a Marco.

Durante más de 300 páginas seguimos las andanzas ficticias de Marco, ya sea en Mallorca con los anarquistas, recluido en el penal de Kiel, luego en el campo de concentración de Flossenbürg, convertido luego en secretario general de la CNT, más tarde y ya jubilado como vicepresidente de FAPAC. En resume, Marco se nos presenta como un mediópata ansioso de estar en todas las salsas, de figurar, de hacerse notar, y salir de la grisura del anonimato. Lo consiguió, de tal manera que en Cataluña le entregaron la Cruz de Sant Jordi, la máxima distinción civil que nadie puede recibir, que tras el escándalo restituiría.

Cercas se lleva unos cuantos quebraderos antes de comenzar a escribir el libro acerca de la pertinencia o no de escribir acerca de alguien como Marco: un impostor. Argumenta Cercas que no habiendo por medio nada personal, no teniendo nada que reprocharle a Marco (a pesar de que en sus primeros encuentros no pudiera menos que juzgarlo), como sí que les sucedía a las víctimas españolas de los campos nazis o a sus descendientes, él se acercaba a Marco con ganas o con la esperanza de saber por qué lo hizo, qué fue lo que llevó a mentir de forma compulsiva, a inventarse un pasado, maquillando su historia y empleando para ello algo tan susceptible como son las víctimas del Holocausto nazi.

Cercas recurre a la figura de Alonso Quijano y a don Quijote. Si Marco es un don Quijote que se inventa un mundo a su medida en el que dar lo mejor de sí mismo, al final, Cercas, o su literatura, o mejor, su libro, en su afán de rehabilitar a Marco, lo que conseguiría sería que Marco dejara de ser don Quijote para convertirse en Alonso Quijano, que se desprendiera éste así de sus múltiples caretas, y asumiera su realidad gris, corriente, vulgar, que dejase de soñar, de fabular y asumiera lo que es, lo que es alguien que pertenece a una mayoría: una medianía sin relieve.

En varios momentos sí que creo que Cercas se va por las ramas, y que esta novela sin ficción, cuya personaje lo es, porque valga la paradoja todo lo que cuenta (o casi todo, o muchas de las cosas) Marco es falso y por tanto ficción, hubiera ganado en intensidad y contundencia con una ligera poda, una mayor concrección y menos reiteraciones, como la cita acerca del pasado de Faulkner por ejemplo o las taxonomías sobre las verdades a cargo de de Platón, Nietzsche, Montaigne o Kant.

Cercas demuestra buen olfato, como buen perro de presa que es, como buen impostor (así se califica él), coge una historia jugosa, la de Marco, una farsante con mil caras, y trata de rehabilitarlo, y si no de quererlo, al menos de comprenderlo, y el hecho de acercarse a él y escucharlo ya es un paso que muchos no están dispuestos a dar. ¿Lo hace Cercas por el interés, por el dinero, por quitarse también el así la careta?. Eso sólo él lo sabe.

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Y si parece que todo gira en torno a Marco, no es menos importante, más bien determinante, la figura del historiador que lo desenmascaró, Benito Bermejo, ese aguafiestas que cumpliendo su trabajo despertó a nuestro particular Quijote de sus delirios de grandeza, llevándolo a una realidad que a punto estuvo de devorarlo, o hacerlo trizas.

Que el libro está vendiendo mucho y bien es algo objetivo, que Cercas ha vuelto a dar en el clavo también. Que a la novela le puedo poner ciertas objeciones (en su extensión, y en cieras reiteraciones) pero que reconozco su originalidad, su valentía (plasmadas en las agudas reflexiones sobre la industria de la memoria histórica, sobre la industria del Holocausto, sobre el papel y/o autoridad del Historiador y de las Víctimas), su solvencia y como buen mago, hace también de la literatura un juego de prestidigitación, pues nada es lo que parece a fin de cuentas con ese Marco de las mil caras, que dijo no ser un falsario y comprobamos al final de la novela que eso también era falso.

Sabiendo que todos estamos condenados, quizás ciertos tremendismos, ciertos juicios sumarios, sobran. Además, viendo las noticias impostores nos sobran: Pujol, Nicolás, Urdangarín, etcétera.

Divorcio en el aire (Gonzalo Torné 2013)

Gonzalo Torné Divorcio en el aire Mondadori 2013
Gonzalo Torné
2013
305 páginas
Editorial Mondadori

Divorcio en el aire es la tercera novela y primera (de momento) que leo del catalán Gonzalo Torné (1976). No puedo por tanto abundar acerca de si esta novela es un paso adelante, dos hacia atrás, si afianzará su carrera o si da fe, como les pasa a ciertos grupos musicales, de que este escritor es flor de un día.

Lo que sí puedo decir, es que esta novela de Gonzalo Torné tiene algo (o un mucho) que la diferencia del resto. Este hecho en sí, tratarse de un raro ejemplar, no implica nada, ningún valor añadido (ahora que lo friki ha salido del armario y cotiza a la alta). Lo importante es lo que la novela esconde en su interior. A eso vamos.

El libro de Gonzalo no es fácil de leer. No es la suya una de esas novelas que puedas despachar viendo la televisión, oyendo rock FM, duchándote, practicando un 69, una autofelación u hocicando en la tablet y el resultado sería el mismo (o mejor, al desarrollar nuestras capacidades, destrezas y habilidades, multi-tarea), no, la novela de Gonzalo, exige concentración (y mucha), y esto implica esfuerzo y dedicación por parte del lector, de ahí que aquellos que las paséis canutas ojeando en los bares las hojas deportivas o consultado los efectos secundarios de un paracematol en un prospecto, por vuestra integridad mental, mejor dedicar el tiempo a otros menesteres intelectualmente menos exigentes.

Ahora bien, para aquellos que estéis dispuestos a sudar, a poneros el mono de trabajo y a meterle mano a esta novela de 305 páginas, en la cual no hay apeaderos, ni páginas en blanco, ni respiraderos entre capítulo y capítulo (porque no hay capítulos), dispuestos decía, a digerir esta masa informe, esta sucesión ininterrumpida de párrafos reflexivos forjados a golpe de inteligencia, humor, imaginación, mala uva y sabiduría (aquí la ristra de adjetivos sería casi interminable, pero ya que tengo el cerebro como un balón de playa tras la lectura, y a esta «reseña» llego ya con la reserva, esa labor os la cedo a vosotros: suponiendo que haya alguién ahí fuera, que aunque sea por error pueda leer esto algún día), que te obligan a realizar zigurats mentales, a dilatar las neuronas desafiando las reglas elementales de la física, a preguntarte si esto lo ha escrito un ser humano o una inteligencia alienígena que tras miles de años de aguda y provechosa observación, ha parido-vomitado-excretado, la novela que nos retrata como somos (los humanos).

Gonzalo ejerce de forense, quien vivisecciona a sus protagonistas sobre su mesa de exploración, y a medida que va descubriéndonos los humores, los tejidos, los órganos vitales, los conductos y orificios del placer, de la reproducción, de la excreción, toda esa morralla física que nos cataloga como humanos, estudia también sin descanso eso tan vaporoso e inasible, difícilmente pensable, que llamamos alma humana, metiendo las dos manos en el corazón, Sigue leyendo

Ben Lerner (Saliendo de la estación de Atocha 2013)

Ben Lerner Saliendo de la estación de Atocha portada libro
Ben Lerner
Editorial Mondadori
2013
193 páginas

Mirando la solapa del libro, parece que esta novela ha gustado bastante a los americanos. Ahí aparece nada menos que Jonathan Franzen, diciendo que la novela de Ben Lerner es hilarante e inteligente. El caso es que yo no soy americano, tampoco soy Franzen y la novela me ha gustado lo justo, por los pelos.

La portada del libro es bonita, alegre, gozosa, esa portada que al verla te lleva sin remisión a un día de junio en Madrid, cuando atiza el calor y uno fantasea con paliar la sed en cualquier cervecería de la Plaza Santa Ana, rodeado de amigos, entre risas, con mujeres que anhelan un revolcón, mientras te fumas la vida entre porros, ajeno a todo, como si el estado natural, recomendable, del ser humano fuera el de turista con posibles. Algo así, es lo que pasa a Adam, nuestro protagonista, un veinteañero poeta americano, que durante un añito estará por Madrid, disfrutando de una beca, antes de regresarse a los Estados Unidos.

Adam exprimirá las ubres de la vida a base de bien. Entre sus porros, sus pastillas, sus poemas, sus polvos en el Ritz, los viajes, sus homenajes gastronómicos en Zalacaín, irá viendo pasar los meses del calendario, asistiendo incluso a momentos históricos, como el atentado del 11-M en Atocha, conociendo y relacionándose con otros jóvenes de clase bien, apurando el presente y la vista puesta en un regreso con fecha de caducidad.

Está visto que a los Americanos las andanzas de otro americano dicharachero, juguetón, con buena pluma, como Adam, por España (como México, pero más seguro), país al que más de la mitad de los americanos no serían hoy en día capaces de sitúar en el mapa, les resultará un souvenir literario de lo más jocoso. Además de Madrid, el protagonista llevará a sus lectores a hacer turismo hasta Toledo, irá a Granada, donde no verá la Alhambra, irá a Barcelona, donde La Sagrada Familia le parecerá algo horroroso y paseará por el Barrio Gótico y Las Ramblas (se perderá Adam en la ciudad condal sin verse capacitado para regresar por su cuenta al Hotel, igual que le sucede a uno de los protagonistas de la infumable A Roma con amor, en la ciudad eterna), y todos estas idas y venidas harán la historia más llevadera, sin aligerarla de su superficialidad.

Adam se nos vende como un fraude o finge serlo, como finge ser poeta (o un mal poeta), como finge despreciar la cultura Española, nada interesado, a pesar de ser poeta, en conocer a otros poetas Españoles (vivos o muertos) más allá de los icónicos Lorca y Miguel Hernández, como finge ser capaz de despachar su estancia de un año en España con dos frases, al tiempo que reconozca que su estancia en la ciudad madrileña es o será maravillosa.

En esa tensión es en la que se mueve y bascula toda la novela, en esa actitud vital reducida a una pose, a un fingimiento, a aparentar lo que no se es, ese quiero y no puedo, ese momento en el que las costuras de la realidad se resienten y es momento de tomar decisiones, acerca del trabajo, de las relaciones de pareja, de esos Grandes Asuntos, que marcan y dan forma a las vidas adultas.

Que no se tome el protagonista demasiado en serio, asuma ese rol patético y se nos muestre como un fraude, le da ligereza a la novela y la hace más digerible y menos solemne.

Ser testigo de la vida regalada que lleva a Adam, por estos lares (esta piel de toro), en estos momentos (ante una Crisis que parece interminable, aunque la novela esté ambientada en 2004), lejos de balsamizar al personal sufriente creo que lo soliviantará más que otra cosa. Y que vaya por delante, o por detrás en este caso, que yo a los turistas americanos los odio lo normal.

Los fantasmas (César Aira)

César Aira Los fantasmas portada libro Editorial Mondadori

El lector omnívoro no entiende de géneros literarios y no literarios, razas, volúmenes, distancias, países, soportes, ni fronteras. Lee de todo y lo hace con ávidez porque una vida es muy poco tiempo para todo.
Así, al tun tun, he llegado hasta César Aira (Argentina, 1949), que el año pasado publicó en España con El Grupo Random House Mondadori El congreso de la literatura y en el presente año, de momento, Los fantasmas y Relatos reunidos.

Los fantasmas es un libro breve de 146 páginas, donde no hay capítulos, ni secciones, ni hojas en blanco. Ni un sólo párrafo en blanco desde la página 7 hasta la 146. Eso no impide que esta lectura sin tregua enganche, lo cual no me deja de sorprender, porque el autor empieza hablando de una cosa y se va varias veces por los Cerros de Úbeda, para luego retomar de nuevo el rumbo de la historia, minimamente, para ensoñarse de nuevo con devaneos tales como los pelajes de los adolescentes, la conformación de las estrellas en el firmamento, los Chilenos vs los argentinos, los fantasmas maricas, las telenovelas, la arquitectura tribal africana, los elementos de la geometría australiana.

¿Una tomadura de pelo o un desmelenamiento donde tiene cabida y lugar?. Eso queda a criterio del lector. A mí, después de esto, me quedan ganas de leer sus Relatos unidos, donde César, al parecer se mueve con soltura y mucho arte. Lo veremos/leeremos.