Archivo de la etiqueta: Relatos

Bestiario

Bestiario (Julio Cortázar)

Julio Cortázar
RBA
124 páginas
1992

Julio Cortázar (1914-1984) escribió Bestiario, su primer libro de relatos, con 37 años. Un libro fantástico en todos los aspectos, un debut en el mundo de los relatos que me parece sorprendente, por su estilo, por la potencia de su prosa, por el significado que se nos hurta una y otra vez y exige una lectura atenta, exigente, no exenta de placer.
Son ocho relatos a cual mejor los que conforman este Bestiario.

Cortázar necesita apenas un párrafo para tener al lector abismado en la lectura. Una prueba de ello es Bestiario, el relato que cierra el libro. En la mayoría de los relatos predomina el elemento fantástico, ya sea en Bestiario con un tigre que campa a sus anchas por una Hacienda y rige, cual demiurgo, la vida de los demás; Cefalea, donde unas imaginarias mancuspias, se conjugan con una realidad febril y unos pensamientos enfermizos que concurren en una narración delirante y asfixiante. Está presente también en la narración la amenaza del Otro, del invasor, presencias innominadas, como sucede en uno de mis relatos preferidos, Casa tomada.

En Lejana, se combina la doble personalidad de una mujer que cree tener su doble en Budapest, acopiando el dolor de su otra yo mendicante, como una parte del suyo.

La muerte, materializada o no, se plasma en todo su esplendor en el terrorífico Circe, uno de mis relatos favoritos, donde el ser humano deviene en monstruo, y donde solo la aniquilación física parecer ser capaz de poner punto y final a un comportamiento que no admite enmienda ni corrección.

Carta a una señorita en París otra vez se mezcla lo fantástico y lo misterioso de forma subyugante y hay una muerte postrera que cierra el relato.

Las puertas del cielo le permite a Cortázar mostrar la dicotomía entre peronistas y no peronistas, y por encima de estos pormenores políticos y sociológicos, a Celina, la muerta, que en el cielo podrá finalmente disfrutar del baile y de la música que en vida se le negó.

Omnibus es un relato pura fantasía, donde todo son interrogantes, me temo que sin respuesta, donde queda patente no obstante ese sentimiento de amenaza, de violencia latente, de sentirse uno observado, en el punto de mira ajeno, simplemente por obrar distinto.

Hartkaitz Cano

Circo de invierno (Harkaitz Cano)

Harkaitz Cano
Editorial Pamela
2013
144 páginas

Sorprende que una novela como Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg publicada en 1947 no se haya traducido al castellano (por Andrés Barba) y publicada por Acantilado hasta este año. Sorprende que una novela tan buena como El cuaderno perdido de Evan Dara, haya tardado 20 años en ser traducida. Sorprende también que el libro de relatos Circo de invierno de Harkaitz Cano, a pesar de ganar el Premio de la Crítica en 2005, no fuera traducido del vasco al castellano hasta el 2013. Leo que la versión original contaba con cuatro relatos más de los catorce que aparecen en la edición en castellano.

Los relatos suceden en distintos momentos temporales que se dilatan incluso durante dos siglos, como sucede en el que para mí es el mejor relato del libro, Momentos estelares de una silla. Las historias transcurren en distintas ciudades, algunas de ellos en París, en los años setenta del pasado siglo y cómo no ahí aparece Cortázar. Otros se ciñen a lo marginal, con parejas de amigos unidos en el arte de delinquir con el ruido de las manifestaciones y cierres de empresas como la banda sonora de su precariedad, parejas de amantes donde la infidelidad se torna una ciénaga, parejas de novios que no saben si seguirán siéndolo fiándolo su ventura en una alianza, hijos ya sin sus padres que sienten el crudo invierno aún más crudo sin la compañía paterna, enfermos de cáncer que tratan de lidiar con el tumor como quien trata con cualquier otro material de deshecho.

Asoman a estos relatos bajo el paraguas de lo metaliterario escritores como Hemingway (momentos antes de suicidarse), Cioran con sus aforismos, su pesimismo y su tumba, Cortázar, las grandes esperanzas de Dickens, Los hundidos y los salvados de Levi. Hay música en las canciones de Dylan, de Zappa y humor en el relato Elephant terrible con unos animales convertidos en asesinos, o no. No falta lo trágico, la violación, el ajusticiamiento, la muerte e incluso un relato en el más allá.

Leo que al traducir este libro al castellano a Harkaitz algunas cosas del mismo ya no le gustaban, pero que al ejercer de traductor no podía sino ceñirse al texto y ser lo más fiel al mismo. A pesar de que creo que Harkaitz es un buen narrador, los relatos me resultan irregulares, algunos sí que brillan a gran nivel pero otros muchos van poco más allá de la ocurrencia, de la anécdota, donde la chispa no salta.

tmp_16654-images(6)-379485452

Una casa en llamas (Maximiliano Barrientos)

Maximiliano Barrientos
2015
96 páginas
Eterna Cadencia

No cuesta reconocer en estos relatos de Maximiliano Barrientos lo que ya estaba presente en sus dos anteriores novelas, Hoteles y La desaparición del paisaje, novelas en las que Maximiliano construía potentes imágenes en las que sus personajes indagaban en un pasado que reconstruían como un puzzle en el que faltaban muchas piezas y en donde el lector asistía a una recomposición, mezcla de recuerdos y ficciones, si acaso a menudo no son lo mismo.

En La casa en llamas, publicado por Eterna Cadencia, Maximiliano reúne seis relatos y hay un hilo conductor, una especie de mal fario, que no solo flota en el ambiente, sino que cala en los personajes, a los que parece que la soledad, la tristeza, la desesperanza, el dolor y los recuerdos trágicos, los acorralan y los dejan a la intemperie, al albur de un presente tan líquido como precario.

En No hay música en el mundo tenemos a un boxeador en el ocaso de su carrera a quien la derrota sobre el ring se unirá la mofa por parte de unos cazadores, donde las ganas de descansar del boxeador, quizás de reinventarse, se verá reemplazadas fatalmente por el sueño eterno.

En Algo allá fuera, en la lluvia, mientras al protagonista le comen la verga, éste no se quita a su padre de la cabeza. Una familia rota, el pasado hecho añicos, la cabeza maltrecha, esos procesos químicos que conducen a hacer cosas arbitrarias, ante las que un por qué, produce un eco mudo.

En Sara, una mujer, Sara, se cobra su particular venganza secuestrando temporalmente al hijo del hombre que en su día permitió que la violaran. Una mujer que constata que una parte suya ha muerto cuando ve en un bar a otras mujeres más jóvenes, más joviales, mujeres en las que ya no se reconoce, mientras su pasado traumático, no acaba de pasar, ni de pesarle.

En La memoria de Tomás Jordán un joven celebrará cada año con la mujer de su hermano asesinado en un atraco, la muerte de éste, una rememoración macabra, donde el pasado, convertido en presente continuo es una herida que mana, que nunca cicatriza porque el protagonista así lo quiere, como si ese recuerdo trágico, pero recuerdo al fin y al cabo, fuera la única manera de sentir a su hermano muerto, de resucitarlo y de sentirse él a su vez vivo también.

En Fuego tenemos a una pareja que se une y desune, donde no faltan las infidelidades, el amor trágico, un aborto. Una relación durante un lustro. Una relación que se malogra con la locura de ella. Una imposibilidad más.

El relato que cierra el libro, el más largo, de título Gringo, es el más salvaje de todos. Un extranjero, el Gringo, el tío del narrador, pasa al primer plano con unas fotos antiguas en las que se le ve haciendo cosas horribles. Ante esas fotos, surge la duda de qué hacer. Esa duda ante la que el narrador ejercerá de juez, para cambiar, no unos actos pretéritos, sino para evitar las consecuencias que los mismos pueden tener. Lo que nos llevaría a pensar acerca de en qué medida la verdad a secas, opera como una liberación o bien como una condena. En qué medida, saber, nos ayuda o nos esclaviza al pasado.

Creo que la mejor novela de Maximiliano todavía está por venir, dado que ya hay una voz, un estilo y cosas que contar.

Estatuas

Estatuas (Cristian Crusat)

Cristian Crusat
2006
Pre-Textos
109 páginas

Cristian Crusat (Marbella, 1983) acabó de escribir el que sería su primer libro, Estatuas, compuesto por 13 relatos, en 2003 en la Fundación Antonio Gala, publicado en 2006 por Pre-Textos.

Quizás sea el primer relato el que ha sido más de mi agrado, el que lleva por título Los deseos, su precio, por lo que éste tiene de misterioso.

El resto de los relatos los protagonizan en su mayoría jóvenes, de la edad de Crusat cuando los escribió, unos treinta años; jóvenes que trabajan, viven en pareja o con mascotas, que engañan a sus parejas o que se evaden viendo películas en un cine X. Son relatos tan pegados a la realidad que apenas hay distancia para coger algo de perspectiva, relatos en los que los pocos diálogos que hay no cuajan, e historias como la del relato Algo no huele bien, que resultan burdas.

Algo más interesante me resultan los relatos más experimentales del tipo Literatura de estado o Nueva era o incluso esa novela en miniatura que es Las ratas y el sapo. A lo que no encuentro acomodo es a la sección El matasellos, que cierra el libro, que se me antoja más relleno que literatura.

Quiero leer Solitario empeño, su último libro de relatos, a fin de ver cómo escribe ahora Cruisat, diez años después de su debut.