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De paseo por los limbos (Anna Adell)

He llevado a cabo recientemente lecturas que creo están conectadas. Pienso en Abisal, Libro de zonas y figuras, Las desapariciones o La fábrica de espectros de Álvaro Cortina, Hilario J. Rodríguez y Juan Vico respectivamente. Lecturas conectadas al ensayo del que hablo ahora, De paseo por los limbos de Anna Adell, editado por Wunderkammer. Todas las lecturas aquí mentadas tienen un carácter liminal, fronterizo, qué son si no los espectros, los desaparecidos, las figuras abisales, lugares o bisagras, entes, entre la existencia y la inexistencia, la presencia y la ausencia, el horizonte y el abismo.

Anna Adell, a lo largo y ancho de sus más de 250 páginas y ocho capítulos, nos lleva de paseo -a paso acelerado y con la lengua fuera, pues este ensayo proteico se lee como un thriller, chorreando adrenalina- por los limbos, los limes, las fronteras, los umbrales, los puntos ciegos, y para ello va provista con un buen arsenal de lecturas, películas, mitologías, vídeos, etimologías, que irá relacionando en una narración vivaz, lúcida, subyugante.
Uno de los libros más citados es el Libro de los pasajes de Walter Benjamin, libro inacabado, en proceso, porque este es el espíritu del libro, el no acogerse al producto final, al resultado, a lo concluso, sino buscar el punto intermedio, el rito de paso, esos lugares físicos o mentales, que marcan el punto de inflexión, la frontera en la que pasan cosas. Así los artistas citados, sean escritores (Bolaño, DeLillo, Benjamin, Lispector, Kafka, Baudrillard, George Saunders, Blake, Rulfo, Cortázar, Borges…), filósofos (Deleuze…) directores de cine (Pedro Costa, Jim Jarmusch…), artistas conceptuales (Sophia Al Maria, Lara Almarcegui, Toni Serra / Abu Ali…) se sitúan en ese punto, para aprehender la realidad desde otro lugar, rascando la superficie, buscando las capas, entendido todo como un palimpsesto, registrando aquello (un edificio, un mercado, un campamento) antes de su desaparición, o buscando madrigueras, refugios, y esto me recuerdo a aquel personaje de La escala de los mapas de Gopegui, o huyendo del centro, en movimiento centrífugo que los sitúa en los márgenes, en las afueras. Una perspectiva que el centro no brinda.

Añado un apunte al fascinante ensayo de Anna. En 1991, José Luis Sampedro ingresó en la RAE. Su discurso llevaba por título Desde la frontera. Sampedro sabía bien de lo que hablaba, él también se sentía muy cercano a Jano, el dios bifronte. Vemos que no era el único.

Wunderkammer en Devaneos

La fábrica de espectros (Juan Vico)
El caso de la fotografía de espíritus (Arthur Conan Doyle)
Chet Baker piensa en su arte (Enrique Vila-Matas)
Llega el rey cuando quiere (Pierre Michon)
La revolución de la flâneuses (Anna Maria Iglesia)
W.G. Sebald en el corazón de Europa (Cristian Crusat)
Ese famoso abismo. Entrevistas con Enrique Vila-Matas (Anna Maria Iglesia)
Los campos magnéticos (André Breton y Philippe Soupault)

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Cielo y sombras (José Ángel Cilleruelo)

En el año 2000, vio la luz el libro de relatos de José Ángel Cilleruelo (autor, entre otras muchas obras, de Diarios, “Dedos de leñador”, novelas, “El visir de Abisinia”; prosas breves “El ausente. Cien autorretratos”), en la editorial (hoy extinta) DVD Ediciones, de título muy evocador: Cielo y sombras.

Los trece variopintos relatos (Siete elegías, Cinco epigramas y una égloga) se cierran o abren como un cielo nublado o raso. Se tornan oscuros, en “Un paciente” cuando un hombre está obsesionado con la limpieza de sus manos, manos homicidas, para las que no hay producto de limpieza capaz de quitar el rastro; pensamiento recurrente y obsesivo instilado en su cerebro como una piedra.
El púgil venido a menos, en “Osito grande”, dispuesto a recibir una somanta de palos en un villorrio a cambio de un emolumento incapaz de retribuir la pérdida de su gloria pasada, con evocaciones de sus andanzas en Nueva York, en los tiempos de Cassius Clay.
Amores imposibles en “Sombras”, en un relato teatralizado clausurado en un diario.
El pasado regresando en aluvión en “Café molido”, texto seminal.
El zumbido” abunda en el misterio y la locura, un paso más en el camino iniciado en “Un paciente”.
El cielo de Manchester”, maridaje de cante, belleza maculada y pureza en entredicho.
En “No he visto mi sombra”, un taxi y un viajero van en busca de las ruinas del pasado, un espejismo, para asumir la ficción de la vida presente.
El cielo de Nino Mallorca”, homenajea a un personaje de Barcelona, Nino mallorca: la voz continua.
Venid a cenar el sábado” relato coral, conversaciones intrascendentes, tono humorístico. Gestar el tópico.
Algunos días” o la necesidad de palabras de una prostituta, coleccionadas de sus clientes; palabras orales y escritas, tergiversadas a veces, pero palabras con(s)tantes y sonantes. ¿Qué hacen los espejos cuando nadie los mira?, uno de los más bellos relatos, a mi parecer, que da pie para una redacción escolar, forzar la imaginación, la cristalización del pensamiento en un aula. “(SIC)” se manifiesta en un tono obsesivo, machacón, bernhardiano, para sacar los colores, sin éxito, al ego del nuevo Presidente de Todas las Academias Habidas y por Haber. “Una luz cruza una una autovía” es la empatía que surge inopinadamente entre un conductor y escritor en ciernes y una intrépida prostituta, buscando otros puntos de vista, lo mismo que el escritor hace en sus escritos, buscando a su vez el lector identificarse en la intimidad del escritor, quien deja de explicarse las cosas para pasar a explicarlas, en el contubernio con su público.

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El amor, el humor y lo demás son cuentos (Enrique Gallud Jardiel, Roberto Vivero)

Enrique Gallud Jardiel y Roberto Vivero
Ápeiron Ediciones
2022
182 páginas

Cuarenta relatos breves. Veintidós a cargo de Enrique Gallud Jardiel. Dieciocho de Roberto Vivero. ¿Los del primero versan sobre el amor y los del segundo sobre el humor? No, dado que el amor y el humor a menudo van de la mano.
¿Hay algo mejor por las mañanas que hacer el humor?.
Del prolífico Enrique Gallud ya disfruté en su día la biografía que escribió sobre Jardiel Poncela así como de su Historia estúpida la literatura.
En estos relatos Gallud pone su erudición al servicio del humor o viceversa. Tenemos relatos armados con títulos de películas, al autor visitándose a sí mismo, le da una vuelta de tuerca a Las mil y una noches, a Homero, a Cupido, juguetea con la intertextualidad, nos sitúa en una conferencia en la que el narrador destila toda su mala baba. O se plantea una solución para el cine español. Relato de final abierto que se cerraría con la solución aportada por el lector.

Roberto Vivero, otro autor habitual en estos pagos librescos (Seducciones, Grita, Jaque al asesino, Carnicería, La tranquilidad con la que mato), nos brinda unos relatos complejos, acerados, violentos, impactantes, extremados, en los que desentrañar la naturaleza humana, sus esperanzas, deseos, contradicciones y compulsiones. Así me lo parece después de leer Braguitas blancas, Acto torpe, Familia, Estampida del solipsismo, Anj o Ya lo hiciste, mi favorito.

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El hombre transparente. Cómo el mundo acabó convertido en Big Data (Javier Moreno)

Presos del móvil: el ruido digital nos asfixia, Mi vida sin WhatsApp. Artículos como estos, presentes en los medios, indican que las redes sociales y el uso del móvil es algo que nos ocupa y preocupa a todos. La nueva religión es la tecnología. Bien provista de adoradores, de interactuantes (para someteros a un móvil-ización continua que reclama su fruto en forma de datos). Vivimos inmersos en esa realidad. Todo avanza (si no se ha consumado ya) para que el móvil se convierta en una herramienta indispensable. Reservamos un hotel, compramos la entrada para un concierto, recibimos las facturas de la luz, y todo va a parar al móvil (que nos sirve para echar fotos, como GPS, como videocámara, y como ordenador portátil; un cordón umbilical que nos conecta al mundo), nada aflora en papel, tal que si acontece el gran apagón (algo así plantea DeLillo en su novela El silencio, si el móvil desaparece nos veríamos perdidos. Y si la nube falla, ese gran repositorio virtual, lo mismo. Vivimos pendientes de las notificaciones, las luces que nos avisan de nuevos likes, retuits, publicaciones, etc… todos aspirando al reconocimiento, un Narciso que pretende el feedback continuo, que todos queden prendados de su reflejo.

Javier Moreno, en este extenso y cundido ensayo (325 páginas), El hombre transparente. Cómo el mundo real acabó convertido en big data, aborda todo este asunto desde múltiples puntos de vista, en un texto proteico e interesante (convertido para mí en un manual de consulta), por el que se irán deslizando conceptos como el de La Gran Singularidad, el ciberproletariado, el selftrackig, la pax algoritimica, el transhumanismo, etc. Este mismo año, Javier ha publicado la novela Omega, que aborda a su vez este mismo tema.

El ser humano convertido en un simple interfaz/transmisor de la comunicación digital. Una mina extractiva, a cielo abierto, de la que ir barrenando hasta su inexistencia, o lo que es lo mismo: su total transparencia. Las redes sociales ejercen de confesores, quieren saber qué estamos pensando (Facebook), qué está pasando (Twitter), qué estás haciendo (Instagram, y dímelo con imágenes), ¿sobré que quieres hablar? (nos demanda LinkedIn). Asimismo el Big Data, bien puede reemplazar a la ontología; en su manejo de los datos y la estadística, para lograr deducciones muy probables. Ante un presente cada día más acelerado y evanescente, la reivindicación de la nostalgia, la restauración del sistema, todo aquello que era sólido; en mientes me viene aquel libro de Antonio Muñoz Molina, aquel mundo analógico, sólido, plomizo, lento, pero real. Hoy habitamos una ficción sin fricción, pues la realidad cada vez nos resulta más fluida, y líquida. El objetivo es la transparencia: enseñarlo todo. A pesar de que aún hoy hay quien guarda como oro en paño, su intimidad, su secreto, una buscada opacidad. La tecnología de internet parece haber obtenido como resultado la sociedad transparente.

Decía Alex de la Iglesia que en su última película, Veneciafrenia, sucede un crimen y la gente, los circunstantes, los espectadores, sacan sus móviles y graban. La realidad se convierte en ficción. El crimen se cosifica y de esa manera puede ser asumido. La realidad hoy es esa: pantallas grabando pantallas, y todo parece formar parte de una representación, ya sea un bombardeo, una guerra, un crimen.

Y ante el exceso de oferta, ante la desproporción entre la oferta de posibilidades y la capacidad de acción y de atención, la machine learning, parece ser capaz, mediante sus algoritmos, de recomendarnos un libro, una películas, una serie, una relación. Una tecnología, como se ve, muy posibilista.

La distribución de la riqueza, según la Ley de Pareto, parece replicarse en internet. De esta manera el 20% de los usuarios obtienen el 80% de los likes. Lo pueden comprobar por sí mismos. Si hacen un comentario inteligente e internet y tienen pocos seguidores, ese comentario se hundirá en el vacío, en el cero retorno. Si ese mismo comentario lo hace un personaje conocido, cualquier soplapollez que diga, cualquier foto que se haga, cualquier comentario será recibido con gozo y propalado por millones de personas.

El acto esencial de nuestro tiempo no es el pensamiento sino el like, no el juicio sino la emoción. El pensamiento requiere tiempo: elaborarlo, transmitirlo, encontrar un receptor que lo descodifique. Sin embargo, la emoción es subitánea. Su velocidad de contagio supera con mucho a la del pensamiento. La emoción es el equivalente de la luz en el medio social. La emoción lubrica el circuito de la comunicación. La emoción resulta así un catalizador privilegiado de la transparencia.
No descuida el autor el movimiento transhumanista, el cual cree el hombre es una criatura imperfecta y que, por tanto, puede y debe ser superada o mejorada, a través de la tecnología. Y alcanzar la inmortalidad a través de la criogenización
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En lo relativo a las fake news, Javier, expone que la estadística funciona como una nueva autorictas similar a la que en otro momento histórico pudieran haber disfrutado la Iglesia o la Academia. El cogito ergo sum se ve reemplazado por el placet ergo est. Me gusta, luego existe. Nada extraño si la realidad se ha convertido en una proliferación de relatos a gusto del espectador. Si elegimos nuestros ficciones, la tentación de elegir nuestras verdades resulta muy poderosa.

El ensayo da qué pensar, invita a plantearnos la relación que mantenemos con la tecnología, en qué medida estamos enredados (y lo que nos supone), con la porción de intimidad que estamos dispuestos a reservarnos, las energías que estamos dispuestos a emplear para mantener la presencialidad, la fisicidad, para habitar un mundo real en el que nuestra manifiesta vulnerabilidad (explicitada con la pandemia), nos haga recuperar nuestra humanidad.

En todo caso, veremos a ver, hacia dónde muta todo este tinglado que tenemos montado.

Javier Moreno en Devaneos:

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