Archivo de la etiqueta: reseña

IMG_20231020_175933

Tirano Teatro/Zoo (Roberto Vivero)

En Tirano Teatro hay tres personajes, hombres o mujeres, dos de ellos con collares de perros en el cuello atados por una cadena. Un tercero que solo dirá una palabra en los tres actos de la obra:

-Silencio -que bien puede significar el punto y final. ¿Son humanos o almas en pena? ¿Están en la tierra o en alguna clase de limbo? ¿Son reales o espíritus?

Al lado de los dos personajes, en el escenario, en el espacio único un bulto bajo una sábana blanca, que da pie para toda clase de elucubraciones. Por ejemplo que haya un cadáver, y entonces un asesinato y entonces un motivo a dilucidar.

El desarrollo de la obra me recuerda al estilo beckettiano, para el que el silencio era la única forma de no representar la mentira. Hay afirmaciones que se niegan, y personajes que esperan, ¿qué?

Y un tema central embutido en el tiempo y el espacio: la muerte, y el sueño sin sueños que es el purgatorio, el alma que es el órgano de la vida, la distancia a la que nos encontramos de la muerte que es para todos la misma, el eterno retorno de lo mismo en la vida que es la muerte…
Y casi tan malo como la muerte, otro infierno: el aburrimiento. ¿Son las palabras la manera de combatirlo? ¿O lo es la compañía del otro?
¿Y quién es el tirano del título?
¿Lo es la muerte, el tiempo?
Leer es una búsqueda del sentido.

La segunda parte del libro se titula Pupenéspil va al zoo. Se trata de un retablo con marionetas. El texto es meramente una presentación nominal de los personajes, los mismos que están presentes en el libro Zoo, uno de los libros más extraños que he leído nunca (el que aparece en la imagen, a la derecha).
Un libro negro tanto en su cubierta como en su contraportada, sin texto ni fotografías en ellas.
Las páginas también en negro, las palabras en blanco, como si leyésemos una pesadilla.

Porque la vida es un error he venido a matarte vida mía mi vida… leo en el umbral de Zoo que parece devenir poco después una carnicería… También aquí habrá lo que sólo había antes de todos los cadáveres.

El Zoo según la fotografía del mapa que aparece entre el texto puede ser el de Madrid.

Un libro que me parece el reverso de Las fieras, pues allí había niños convertidos en bestias y en este Zoo los animales parecen ositos amorosos, y supone una ácida parodia sobre esos libros infantiles tan cargados de azúcar que nos pueden arruinar la lectura con una shock hiperglucímico, si seguimos los movimientos de estos animalitos tan achuchables, tan buenos, tan amorosos, tan tiernos, a los que da gusto ver como mimen, comen, sueñan, como lo son Ochito, Ochita Romántica y Ochita Sexy, Ojitos, Koalita, Erizo, Japi, Milis, Ochito Polar, Pandusita, Pollito, Pequeñajísima, Pingüinito, Cocodrilo, Negrito, Princesitas, Gusiluza, Vaquita Muá-Muá…

Ahora vamos a acostar a los peques. Hasta mañana, Cocodrilo, y Cocodrilo dice hum-hum y le damos un beso. Hasta mañana, Negrito, y Negrito dice hum-hum y le damos un beso. Hasta mañana, Pingüinito, y Pingüinito dice Pollito le damos un beso. Hasta mañana, Koalita, y Koalita mueve sus brachuelos, nos abraza la cara y le damos un beso. Hasta mañana, Ojitos, y Ojitos mueve la cabeza hacia delante y le damos un beso. Hasta mañana, Ochito, y Ochito hace sus dos piruetas de la noche (se toca la cabeza con la piernechuela izquierda y hace una voltereta) y nos besamos y nos abrazamos. Ochito, mi vida, mi amor, mi corazón, mi tesoro, mi luz, te quiero siempre, siempre, siempre. Qué vais a hacer esta noche, Ochito. Y antes de decir hasta mañana, hasta mañana, hasta mañana, y de mirarnos por última vez y de mirar y tocar la camita de tierra y de decirles a las Princesitas que son nuestra vida y nuestro amor y nuestro corazón y que nunca, nunca, nunca las olvidaremos y que nos esperen, y antes de apagar la luz, Ochito cuenta cómo serán sus sueños siempre, siempre, siempre.

IMG_20230430_120914

El intelectual rampante. Chimaera bombinans in vacuo (Basilio Baltasar)

Descubro la escritura de Basilio Baltasar merced a los treinta y cuatro ensayos agrupados bajo el título de El intelectual rampante. Chiamera bombinans in vacuo. Libro editado por Krk Ediciones.

Algunos de los textos habían sido publicados en Jotdown, Claves, La Vanguardia, El País y Carnets de Formentor. Y han sido corregidos, modificados y adaptados para esta edición.

Uno de los temas que parece preocupar al autor es la predominancia de las redes sociales:

Las redes sociales han envenenado la percepción de la política, han canalizado la movilización tribal de los ciudadanos, enervado la conciencia de la soledad y excitado la angustia existencial […] En realidad son una charca de palabrería psicótica. Han propiciado el hostigamiento de los individuos y envenenado con furia tóxica el debate social […] Ser vigilado, computado, censado por un algoritmo no es menos inofensivo que serlo por un inquisidor.

Cita Basilio a Alexis Tocqueville, quien allá por 1840, ya hablaba de un poder inédito. De un poder que no quebranta las voluntades, las ablanda.

Y quizás esta preocupación tiene mucho que ver con la constatación de cómo se desmantela la tradición, se orillan los clásicos, se última la herencia recibida a lo largo de los siglos. Por eso, la mayoría de los ensayos versan sobre figuras claves, como Rembrandt, El Bosco, Goya (Su arte atestigua el alcance de su imaginación, pero también el poder creador de la inmensa y oscura región del inconsciente. Las imágenes de energía repulsiva que pululan en su umbral pueden ser para un hombre de la sensibilidad y talento de Goya un motivo artístico y también el síntoma de una profunda perturbación), o yendo más atrás en el tiempo hasta Sinesio de Cirene, o bien nos habla de las ruinas de Babel (Ese rumor que no deja de sonar, que remite a la conciencia moral del origen y a la restauración del sentido que redimirá la causa humana, es el susurro que interfiere y obstruye la dominación perseguida por la vieja e incansable maquinaria del Poder), de los Cantos de Maldoror de Isidore Ducasse (Maldoror no es un monstruo, es el profeta cínico de la edad cansada, el que lo sabe todo sobre el misterio de la Creación, el heredero de una revelación, el autor de una inconcebible rapsodia épica. Por ello le corresponde la más alta distinción, el más apreciable de los honores), o de autores contemporáneos que vivifican el pasado como Roberto Calasso (Las vías que el conocimiento ha hendido en el arte, la literatura y la religión han sido transitadas por Roberto Calasso con la precisión del erudito, la elegancia del literato y la energía del pensador; Calasso, para quien lo numinoso reclama su potestad, aunque nos creamos a salvo de su implacable avidez), de visionarios como Kafka (y sus mandamientos bohemios), de autoras cuyas obras nos interpelan, como Ernaux (En la desbrozada literatura de Ernaux abandonan las páginas que ayudarán a examinar lo que pensamos y sentimos. La cavilación que ha desarrollado nuestra escritora a lo largo de los años puede animar en el lector una imitación fructífera. Observarse en los episodios de la vida propia y discernir cuánto de cada uno quedó apresado en las redes de un lenguaje falsario. Cuánto hay de postizo en el consuelo que desfigura lo que fuimos y cuánta fantasía alimenta la ficción del yo inventado para glorificar nuestra importancia personal), Cartarescu (Solenoide; Él único modo de seguir al autor de Solenoide es azuzando nuestra percepción crítica, encrespando nuestra resistencia intelectual, pero al mismo tiempo penetrando la prosa de su elevada y barroca imaginación), César Aira, Coetzee (su Trilogía de Jesús; El relato de Coetzee nos incita a reconocer la potestad creativa de la literatura, los horizontes sublimes de la inteligencia narrativa, y nos anima a seguir el rastro de las figuras rescatadas de un pasado inmemorial, las imágenes que han peregrinado a lo largo del tiempo, de libro en libro, de un mundo a otro, a través de la hipérbole que llega hasta nosotros), a Ricardo Piglia (y su Último lector; nos dice Piglia que el lector avanza a ciegas pero que siempre lee en el texto los indicios de su propio destino. Éste es el modo de leer que cultiva el último lector. La soledad del cabalmente abstraído, su egotismo ensimismado, la formidable intensidad de su concentración, su desdén por el ruido mundano, la sagacidad de su mirada, le han permitido llegar al yo que estaba esperando encontrar) o Cees Noteboom (El viaje es la metáfora sentimental del destino; al mismo tiempo, el encuentro con el grandioso panorama de la Creación. El mundo fértil, la tierra fructífera en perpetua metamorfosis y a salvo del tiempo devorador. Un mundo que solo puede vislumbrar el peregrino que ha firmado un pacto existencial con el espíritu: ir a la deriva hasta el momento en que lo crucial sea revelado.

El presente, la pandemia, se filtra o hermana con textos como La peste de Camus. Hay algo sustancialmente diferente entre aquella época y nuestra mentalidad: hoy nos parece inaceptable que la desdicha envuelva algún tipo de enseñanza.
Y reflexiones sobre la tauromaquia al hilo de la farsa del toro de la Vega:

Sin embargo, los feroces cazadores de toros no son tanto los prisioneros del perturbado imaginario de la violencia como las víctimas de un íntima y secreta vergüenza. Incapaces de abolir la tradición que les impone la violencia, sometidos al torturado dilema ente honor y brutalidad, los lanceros de Tordesillas llevan a cuestas el insufrible rubor que los oprime.

A la nómina de pintores hay que añadir a El Roto (Las viñetas del Roto se abren como el escenario de una representación y es en este espacio teatral en donde su penetrante visión adquiere una singular maestría. Con una sola escena resuelve un asunto endiabladamente encrespado por el vocerío social y de un brochazo, como suele decirse, deja la intemperie innumerables embustes.

Los textos aquí espigados de algunos de los ensayos, creo que nos permitirán calibrar la calidad de la prosa de Basilio, ponderar asimismo su sagacidad, conocimiento y buen tino en la selección de los temas y autores, y avivando con estos ensayos la sed de saber del lector curioso y falto de libros -que nos son tan necesarios- como el presente.

Muy bueno.

IMG_20221118_144011

14 de abril (Paco Cerdà)

Su hermana había durado apenas un año como república parlamentaria, allá por 1873. Cincuenta y ocho años después nace entre Vivas a la República, otra criatura que como la anterior tuvo una vida breve, entre el 14 de abril de 1931 y el 1 de abril de 1939. Después de la dictadura de Primo de Rivera, tras las elecciones del 12 de abril de 1931 vencen los republicanos. El Rey Alfonso XIII coge las de Villadiego, embarca en Cartagena rumbo a Marsella. No quiere un derramamiento de sangre. Sanjurjo al frente de la Guardia Civil se pone a disposición del gobierno republicano. Se evita, se difiere, la guerra civil que acaecerá apenas dos años después. Ese día, el 14 de abril, cristaliza en el relato de Cerdà. El espacio físico es España, el temporal: las veinticuatro horas de ese día esperanzador. Una Odísea, como el Ulises de Joyce,  o Sur de Antonio Soler. Con multitud de fuentes Paco Cerdà (El peón, Los últimos. Voces de la Laponia española) crea un fresco proteico y muy vívido, por el que desfilan tanto los personajes históricos que todos conocemos, como personas del pueblo llano que tuvieron la mala suerte de morir ese día -un encuadernador, una pescadera, un soldado- cuando situados en las manifestaciones que celebraban el advenimiento de la república sufrieron el plomo de aquellos que se resistían a perder el poder. Otro libro que mantiene un espíritu parejo a este es 14 de julio de Eric Vuillard. Allí la muchedumbre iba hacia la toma de La Bastilla. Aquí, quieren acabar con la miseria, el hambre, los latifundios, el poder omnímodo de los militares, curas, los monárquicos, la aristocracia. Quieren justicia social, libertad, igualdad, fraternidad. Quieren evitar los abusos. Con ese espíritu nació aquella criatura el 14 de abril de 1931. Muchos de los que ese día imaginaron un nuevo mundo y mejor, sufrieron años después las represalias, los encarcelamientos, los fusilamientos, los exilios, los destierros, la muerte. Y ahora el olvido y la desmemoria, contra los que combate, con acer(t)ada pluma, Cerdà.

Libros del Asteroide. 2022. 256 páginas

815E37kLWXL._AC_SL1500_

Una salida honrosa (Éric Vuillard)

El último libro de Éric Vuillard, Una salida honrosa, está conectado con otro anterior, La batalla de Occidente.
En aquel libro nos hablaba de los gerifaltes, los mariscales, los empresarios; todos aquellos que ostentaban el poder y cómo manejaban con gran desenvoltura los millones de muertos acaecidos durante las dos guerras mundiales, siempre en su provecho.
La segunda mitad del siglo XX no mejoró la cosa. Nada se aprendió de los errores/horrores.
Vuillard nos lleva ahora a Indochina, en 1950. Los franceses se resisten a dejar Indochina y se enzarzan en una guerra que pierden. Entre los franceses y luego los americanos matarán a tres millones de vietnamitas. Dos millones eran civiles. La idea era frenar el comunismo. Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad vemos cómo se avienen sin ningún cargo de conciencia con el ánimo colonialista extractivo francés. Y si hay que recular, se vende a la opinión pública la tan manida «salida honrosa».
Lo que el texto evidencia, con la inflamada prosa de Vuillard, muy dado a trazar perfiles psicológicos de estos grandes prohombres siempre desde la ironía y el choteo (porque parece que todas las personalidades que desfilan por el libro son una recua de patanes, codiciosos, desalmados, muy bien aferrados a sus árboles genealógicos y a sus calculados matrimonios), es la encarnadura moral de los políticos y de los grandes grupos empresariales que tienen negocios y acciones por medio mundo y cómo entre unos y los otros las gloriosas batallas (que nada tienen de gloriosas) se convierten en sociedades anónimas.
Que siempre pierden los mismos, lo sabemos (el libro comienza en 1928 describiendo la situación vivida en una plantación propiedad de la empresa Michelín, a las afueras de Saigón, en donde se sangran, con un forzado espíritu Taylorista, los árboles para obtener látex; vemos las pésimas condiciones de trabajo (esclavistas) y la ola de suicidios de los trabajadores, que no ven otra manera de escapar a su tan cruel destino), que la historia la escriben los vencedores, también, y que lo que conviene esconder se orilla, se ningunea, se invisibiliza, y en el peor de los casos, se olvida.
Por eso son tan necesarios estos libros de Vuillard, para no hacer de la amnesia el pan nuestro de cada día, y para poner algo de luz en las sombras del pasado de Francia.

¿Y a quién va dirigido este libro?
Para responder a esta pregunta recupero unas palabras de Thoreau.

Un hombre sólo recibe lo que está preparado para recibir, ya sea fisica, intelectual o moralmente. Escuchamos y asimilamos sólo lo que ya sabemos a medias. Si hay algo que no nos afecta, que está fuera de nuestra perspectiva, que por experiencia o ingenio no atrae mi atención, por muy innovador o destacable que sea, cuando se pronuncia, no lo oímos, cuando se escribe, no lo leemos, o si lo hacemos, no nos retiene. Todo hombre, por tanto, sigue el rastro de sí mismo [la metáfora está sacada de la caza] a través de la vida, en todas sus escuchas, lecturas, observaciones y viajes.

Ahora ya saben a quien no va dirigido.