Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) en estos textos -que forman parte del libro Verdaderas historias extraordinarias, que agrupa Privado Paraíso, La ruta de Waterloo y el inédito La mujer de Sorrento– sigue las huellas o realiza una suerte de biografías, de cantantes como Gardel, de filósofos como Bacon, de escritores, y nos aporta -o ficciona- datos interesantes sobre Cernuda, Savinio, Pavese, Larra (vemos que hay Dolores que matan o suicidan), Baudelaire o Flaubert…
Los suicidios de Pavese y Larra me traen en mientes otro libro que me gustó, Fin de poema, de Tallón y me instan a querer leer los Suicidios ejemplares de Vila-Matas.
Es literatura sobre literatura y las páginas dedicadas a Flaubert, las que más me han gustado y donde parece inevitable no mentar a Barnes y al loro de Flaubert, lo exponen claramente: «Después de la escritura solo hay escritura. Detrás de una frase perfecta siempre existe otra que ha de ser escrita. El mal literario pervive en la insatisfacción constante que crea en quien lo sufre«. Como dijeron los Goncourt «De ahí que no valga la pena morir por ninguna causa, que no se pueda vivir bajo ningún gobierno, que no se pueda creer más que en el arte, y que la literatura sea el único credo«.
Hay espacio a su vez para hablar de escritores con querencia a la bebida -que junto a los escritores que se suicidan van poblando Los Santos Lugares Comunes– algunos conocidos como Lowry, para quien «Nuestro ideal de vida contiene una taberna«, Hemingway, Dylan Thomas, Poe y otros cuya afición etílica no es tan notoria como Joyce o Rubén Darío.
La literatura trae por el camino de la amargura al taxidermista que protagoniza un relato, lector de Stendhal en bucle, al comprobar éste cómo merma su biblioteca y así su existencia, con cada libro que huye de la estantería para su desesperación y abandono. Un mal que espero no sea contagioso, porque llevo dos semanas buscando el último libro de Baricco por mi biblioteca sin éxito. Se trata de La esposa joven. Ahora en (mi) busca y captura.
Adolfo García Ortega en Devaneos | El evangelista