Algunos libros o los acabas o corren el riesgo de aniquilarte, así Thomas Bernhard, así Corrección. Con Bernhard me pasa algo curioso. Leí Sí, hace un tiempo y no me gustó especialmente. Era la suya una melodía que chirriaba en mi interior. Hace unos meses leí El origen, donde Bernhard echaba pestes de sus años de mocedad, del papel letal del nacionalsocialismo y de la religión en su vida, de la educación que machaca y de los padres que tiene descendencia para machacarla. Me gustó lo que Bernhard decía, me gustó mucho el mensaje, su sinceridad, su crudeza, su no callarse, su no mirar para otra parte, su no capear su fracaso; no tanto el estilo. Pero hay algo que me llevó a reincidir. Leí El malogrado. El suicidio (la verdadera y esencial corrección), el vacío, la búsqueda del éxito sin éxito estaban presentes en el libro pero había algo que me costaba empatizar con los personajes, algo creo pretendido por el autor. Ahora he leído Corrección o he devorado Corrección y me he irritado y sorprendido con Corrección, con su argumento que no detallo, que hay que vivirlo, experimentarlo, sentir el trance y sé que habrá más Bernhard, porque si de la mayoría de los escritores, en el mejor de los casos, nos acercamos a algunas de sus novelas, alcanzando un conocimiento mínimo de su obra a través de pequeños fragmentos, de lecturas parciales, en el caso de Bernhard a medida que voy leyendo sus libros, voy cogiendo perspectiva, de tal manera que esos fragmentos, esas lecturas van encajando y me asalta la idea delirante de que cada libro de Bernhard que leo hace mejor los anteriores, o mejora el concepto que tenía de ellos, tal que esa melodía que antes chirriaba, ahora es una armonía delirante, sí, hipnótica, sí, un libro, una experiencia lectora que tiene más de vórtice que de calma chicha, más de asomarse al precipicio que de masturbarse con lubricanes, un imposible equilibrio armónico el que logra Bernhard que me lleva a pensar leyéndolo que las palabras caen sobre el papel como caen las piezas en un tetris, en la manera precisa que nos permite avanzar, pasar de nivel, así Bernhard.
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El malogrado (Thomas Bernhard)
Thomas Bernhard
Alfaguara
1998
168 páginas
Traducción: Miguel Sáenz
De la misma manera que hay autores que tratan de ganarse al lector, otros como Thomas Bernhard (1931-1989) parece que hacen lo imposible por crear un muro de palabras que hagan imposible la empatía con los personajes que aparecen en sus novelas.
«Tu nacimiento fue un error repáralo», se decía en la novela de Juan Goytisolo Señas de identidad. En esa reparación se mueven los personajes de la novela: Glenn, Wertheimer y el narrador. La reparación pasa por el suicidio del primero (un suicidio que también lleva a cabo otro de los personajes de Bernhard: Roithamer en Correción). Un suicida que siempre se verá amenazado por sí mismo. De los tres amigos, los tres virtuosos pianistas. que se conocieron y hermanaron en su años de juventud bajo las clases magistrales de Horowitz, Glenn alcanzaría fama mundial y Wertheimer y el narrador quedarían orillados de la Gloria ajena, convertida en un tolva capaz de moler los sueños, esperanzas e ilusiones de cualquier artista, en esa pugna siempre cruenta entre el (presunto) talento y la Gloria.
Glenn muere de forma natural. Y Wertheimer a los 51 años, hastiado e infeliz se suicida.
«sobrepasado los cincuenta, nos parecemos viles y faltos de carácter, pensé».
El suicidio de Wertheimer, por ahorcamiento, acontece cerca de donde vive su hermana, a fin de destrozarle la vida un poquito más. El narrador, enterado de la muerte de su amigo se acercará hasta el lugar de los hechos y llevará a cabo una reconstrucción de la vida de Wertheimer y también de la suya y ahí veremos como ya desde el primer día Glenn calaría a Wertheimer a quien apodó El malogrado. Lo cual acabó siendo. Palabras mortales, dice Bernhard.
Bernhard (cuya vida fue un rosario de médicos y hospitales) fustiga al lector y emplea para ello un lenguaje duro, donde una y otra vez habla de aniquilación, de odio, de repulsión, de envilecimiento, de destrucción. La ciudad de Salzburgo, al igual que en El origen, se nos presenta como una belleza podrida, Viena también lo es; el hediondo Catolicismo y el Socialismo son dos plagas, los restaurantes austriacos son asquerosos y están mal ventilados, los hoteles están sucios y la gente del pueblo está atontada, el campo es aborrecible para alguien que viene de una ciudad y vivir es un sufrimiento diario para Wertheimer porque nadie le preguntó si quería estar aquí.
«Los padres saben muy bien que prolongan en sus hijos la infelicidad que son ellos mismos, actúan con crueldad al hacer niños y arrojarlos a la máquina de la existencia»
El trío tiene un denominador común: su afán por desaparecer, por ocultarse y permanecer recluidos. Glenn lo consigue en Canadá. Wertheimer solo descansará cuando se quite la vida y el narrador, dejará Austria para encontrar cobijo en Madrid, en donde entre sus paseos por El Retiro y sus visitas al Lhardy parece ser que lleva una vida placentera. Tras la muerte de Wertheimer, el narrador trata de dar con los papeles del difunto, esos papeles, que perpetró durante décadas y cuyo autoFahrenheit 451 parece ser la chispa previa a su postrera combustión y apagón final.
Bernhard especula sobre las posibilidades causa efecto, sobre aquello que hubiera pasado si hubiéramos hecho esto o aquello, tal que quizás Wertheimer no se hubiera suicidado si su hermana (de cuya férula ésta logra escapar, esposándose con un suizo) no lo hubiera abandonado, o si Glenn no hubiera sido tan buen pianista, haciéndolo a él de menos, o si… En fin de cuentas todo son especulaciones, papel mojado, porque si nacer ya fue un error, que la muerte sea un malentendido o no, nada importa.
El origen (Thomas Bernhard)
Thomas Berhnard
2001
134 páginas
Traducción: Miguel Sáenz
Al igual que Montaigne, Thomas Bernhard (1931-1988) toma su persona como objeto de estudio. El origen es la primera novela de lo que sería su pentalogía autobiográfica.
Su relato no esconde nada y muestra a las claras la nefasta influencia que el nacionalsocialismo y el catolicismo ejercieron sobre su persona cuando éste tenía trece años y Alemania había perdido la segunda guerra mundial y los aliados arrasaban con sus bombardeos ciudades alemanas y austriacas como Salzburgo donde vivía Bernhard y que este detalla con tal precisión que su lectura sobrecoge.
Donde otros justifican y esconden Bernhard acusa, crítica, detesta su ciudad, sus gentes, su atmósfera opresiva y violenta, la educación aniquiladora recibida, la vileza y abyección reinante; una sociedad suicida y enferma en definitiva, que aniquila al ser humano, lo abole y nutre de desmemoria.
El único rasgo de humanidad el autor lo encuentra en su ilustrado abuelo.
Es El origen un libro que considero valioso, no tanto por el estilo del autor que a ratos resulta cargante, sino por el testimonio que da Bernhard, por hablar donde otros callan, por referir hechos, vivencias, experiencias, que la mayoría opta por obviar, maquillando un pasado que les haga sentirse bien, a gusto con su vileza y su desmemoria.
Thomas Bernhard en Devaneos | Sí
El asco Thomas Bernhard en San Salvador (Horacio Castellanos Moya 2007)
Horacio Castellanos Moya
Editorial Tusquets
2007
139 páginas
Nos cuenta el autor de la novela, el salvadoreño Horacio Castellanos Moya, que esta novela que publicara en 1997, le persigue desde entonces. Fue la que le dio la fama, y por la que muchos, para mal, le conocen y odian. Horacio, precisa de 126 páginas, para gracias a su personaje, Edgardo Vega, quien dejó San Salvador para instalarse en Montreal, dar un buen repaso a la situación del país y sus ciudadanos. Como interlocutor de la perorata o convidado de piedra, Moya, compañero de escuela de Vega.
La prosa cadenciosa y repetitiva, marca de la casa de Thomas Bernhard (presente también en el título de libro), es la que Horario copia, para en lugar de arremeter contra los austriacos como hacía Thomas, hacerlo contra los Salvadoreños.
Vega, se explaya agusto, porque todo lo que le sucede camino de vuelta a su país, a resultas, del fallecimiento de su madre, le resultará asqueroso, vomitivo, demencial.