Lo que más me sorprende en esta película es la ciudad de Venecia, una ciudad que aquí se nos muestra sin las hordas de turistas a las que hace ya más de un siglo se refería Jean Lorrain en su libro Salvad Venecia. No reina aquí el calor, ni se cierne la amenaza de la peste como en Muerte en Venecia. En esta producción de 1973, se inhala el desasosiego, algo parecido a lo que experimentaba la pareja de la novela de McEwan, El placer del viajero, aunque aquí más que de desasosiego hablaríamos de terror, pues pavor es lo que siente la pareja formada por John (Donald Sutherland) y Laura (la sensual Julie Christie), que trata de lidiar con la muerte de su hija pequeña ahogada en un estanque. Residen ahora en Venecia, John trabajando como restaurador. Venecia no se muestra como una ciudad asolada por el turismo de masas, pues en casi todas las escenas, las calles -a menudo estrechos callejones poco iluminados, sórdidos y siniestros- por las que se mueven John y Laura están vacías, también las plazas y los canales, mientras se suceden los crímenes y se manifiesta una amenaza que una vidente hará saber a Laura; una vidente ciega capaz de ver a la hija muerta de la pareja. Un peligro que está ahí fuera, una profecía camino de cumplirse, un final trágico.
Archivo de la etiqueta: Venecia
Papeles falsos (Valeria Luiselli 2010)
Editorial Sexto Piso
2010
108 páginas
Me sorprende leer cómo la protagonista/autora de Papeles Falsos, la última historia que cierra el libro, consigue solventar una serie de trámites burocráticos en Venecia, casi a la velocidad de la luz, cuando es sabido cómo funciona, para mal, la burocracia en Italia, así que no sé si se trata de una licencia poética o narrativa, o bien tiene que ver con los orígenes de Valeria y sus abuelos lombardos.
Este libro que reúne diez historias, que no son relatos, salvando las distancias, o cubriéndolas, me recuerda a los libros de Enrique Vila-Matas, porque otra cosa no, pero novelistas y filósofos hay a puñados en estas cien páginas. Valeria construye este libro sobre las palabras y citas de otros escritores, aportando luego ella su granito de arena. Lo interesante sería que Valeria encontrase su voz y se despojase de lo que han dicho otros, si bien, dado que este es su primer libro y que lo escribió con veintipocos años no está nada mal.
El libro de Valeria me ha gustado, entendido éste como una colección de anécdotas, observaciones, reflexiones y datos curiosos y a todos aquellos a quienes además de leer, nos gusta también conocer más cosas de quienes escriben esos libros que nos han marcado, este libro les vendrá bien.
Valeria es buena observadora y escribe sobre detalles que a priori no dan mucho juego, a saber: la forma que adoptan los países vistos desde del aire, la escala de los mapas o la fecha en que estos se comenzaron a elaborar, la imposibilidad de caminar deambulando y las ventajas de desplazarse en bicicleta, la saudade y todas sus aproximaciones, siempre fallidas, banquetas cuales pizarrones, que suman cuerpos yacentes en lugar de números, el desplome del lenguaje hacia el silencio, escribir para hacerle hueco a la lectura, para distribuir silencios y vacíos, divagaciones acerca de recordar y releer: transformar el recuerdo: alquimia que concede el don de reinventar nuestros pasados, la poligamia habitacional tan necesaria y tan poco practicada incluso por los jóvenes, los cementerios de las ciudades como el de Venecia y la desigualdad de clases incluso en el más allá, y más y más apuntes, ideas, conceptos, suspicacias…
Y escribiendo esto, me doy cuenta de que este libro de Valeria Luiselli es mucho más de lo que me ha parecido en un principio, como si a medida que voy escribiendo esto, al tiempo que reverdezco, las palabras fueran levadura que esponjasen esta sustancia con forma de libro, cual bizcocho, ganando en apariencia y consistencia.
Resumiendo, que lo volveré a releer, dentro de un tiempo.