Próximo a la ciudad de Reinosa, en Riaño (Cantabria), y dejando el coche en los toboganes, curso natural del río, con grandes piedras que permiten bajar por las rocas como si de toboganes se tratara, de ahí el nombre y con muchas posibilidades de dejarte las nalgas en carne viva si vas en pelotas o romper el bañador si es el caso, se coge el camino de asfalto que nace en un pequeño aparcamiento al lado de los toboganes. Luego se sigue recto, con el río a nuestra izquierda, y al cabo de unos veinte minutos vemos una señal en madera que nos indica la dirección hacia las Cervalizas. Un poco más adelante la senda se desdobla, nosotros seguiremos por el camino de la izquierda. El que asciende es un camino que nos conduce al Balcón del Oso. Por el camino seguimos recto caminando alternando zonas de sombras bajo los árboles y a la solana.
Al cabo de unos veinte minutos, siempre ascendiendo levemente y sin abandonar la senda, llegamos a un puente que queda a nuestra izquierda y que no se ha de cruzar. Seguimos recto y vemos una poza a nuestra izquierda, luego caminando bajo el lomo de la montaña llegamos a una gran roca, donde detrás hallamos una espectacular cascada. Meter los pies y al poco es ya no sentirlos, pero a las reinosanas nada se les pone por delante y me cuentan que el agua está gélida. Así que es un entrar y salir, tras un fulminante chapuzón.
El regreso es cómodo, más rápido, al ser casi todo el trayecto cuesta abajo. Dejo unas fotos de esta caminata por tierras cántabras. Si os acercáis a ver el nacimiento del Ebro, en Fontibre, las Cervalizas quedan a tiro de piedra, ahora bajan con bastante agua y son una maravilla de la naturaleza.
Dedaleras. Flor que descubro con la lectura de Geai de Bobin.
Cascada Las Cervalizas