Mondadori
2014
376 páginas
Año 2019. La literatura tal como se conocía ha dejado de existir, ha muerto, o agoniza. Juas.
Esto es una trola como una casa. Nunca dejará de haber personas interesadas por la lectura (en cualquier formato) y gente dispuesta a escribir (bien o mal) historias.
El protagonista es Sebastian, escritor, que se va a un pueblo castellano a pasar unos meses con su novia, con la que lleva diez años saliendo y entrando (en ella), con la idea de escribir allí un libro de relatos que versarán sobre sus amadas: todas esas mujeres en cuyo coño, él, Sebastian, ha metido su polla. Y hasta que no escriba algo, no saldrá de la casa en la que se enclaustra, mientras que Claudia, su novia, se va por ahí de paseo, por las calles del pueblo, aburriéndose un rato, cultivando el huerto en sus ratos libres, disfrutando de la vida plácida y relajada que le brinda el entorno rural.
Sebastian se mira el ombligo, hasta llegar a su polla y hace hablar a ésta, para que nosotros lectores sepamos las mujeres con las que Sebastián ha ido copulando durante todos estos años, al tiempo que se ve bloqueado, sin que le salga nada decente de su pluma, sin poder siquiera emborronar esos cinco mil folios en blanco, testigos mudos de su incapacidad para escribir (ya que Olmos habla de Walser, podía Sebastian decantarse por los microgramas y hacer un favor al medio ambiente). Hay que decir que Sebastián publicó un libro que vendió mucho, un best seller y que ahora quiere escribir algo bueno de verdad, alta literatura y sobre el proceso de crear es sobre lo que el libro abunda, aburre y encalla.
Sebastian piensa con la polla y Olmos se explaya con su metafísica sexual.
Luego le pasaba a su novia dormida el glande por los labios, que se iban abriendo forzada e inconscientemente mientras él introducía poco a poco su verga. Solía despertarse, Diana, enseguida y mirar a Sebastian desde la confusión y la sorpresa. Él ya se había subido los calzoncillos y el pantalón del pijama, y se hacía el tonto -a fin de cuentas, era insomne-.
Diana no practicaba el sexo oral, ése era el tema, y a Sebastian le parecía entonces muy triste considerar que, si como parecía intuirse, iba a estar con esa mujer el resto de su vida, nunca más le iban a chupar la polla. (página 95)
Ya en la pagina 100 el libro es la polla. Olmos nos brinda un microensayo sobre este órgano sexual. Luego un poco después el libro ya va de culo. Mejor, de culos.
A nuestro protagonista le va mas una felación que una relación. Una mamada más que una llamada. Esas cosas.
Leo después un puñado de páginas sobre naderías sexuales, donde me entran ganas de mandar el libro a tomar por el saco y si hay pollas y culos y no coños digo yo que será porque ya se ocupó de ellos en un libro de relatos hace tiempo el ínclito Don Juan Manuel de Prada.
El texto a estas alturas no me dice nada. Pero sigo. Hete aquí un lector masoca.
El relato se vuelve después seminal, cuando Sebastian reflexiona acerca de lo que le supuso que una de sus novias tras hacerle una mamada se tragara su semen tan alegremente, al comprobar que no era para tanto el ver como alguien se bebía su lechada como si se tratara de una cocada. Con el semen aún en los labios, Sebastian aborda luego el asunto de la identidad sexual virtual, sobre qué pasaría si subiera a la red las fotos que atesora de sus novias practicándole toda ellas sexo oral. Será porque Sebastian es un tío de principios. Y de finales, habida cuenta su reguero de mamadas.
Decir que esa novela en ciernes de Sebastian debiera llamarse Las Mamadas, no las Amadas, pues hay mucho sexo y poco amor.
Claudia pasados cuatro días está ya atacada por no tener sexo y lo que es mucho peor por no tener conexión a Internet (al no poder enseñar sus pechos dorados por el sol a una legión de pajilleros que echan de menos sus carnes virtuales), al quedar al margen de ese mundo virtual al que ahora entiende que no puede renunciar. Más allá de averiguar algo sobre quién quemó una de las iglesias del pueblo, persiguiendo a las viudas negras del pueblo y hacer alguna compra a un señor que vende productos en un camión, Claudia se aburre como una ostra de 38 años y su tedio se transfiere al lector sin el menor esfuerzo.
Pienso en abandonar, pero sigo y concluyo la primera parte. Y sigo con la segunda.
Sebastian sale finalmente de casa yendo de bruces al pasado, tres décadas atrás. Vuelven los recuerdos de mocedad. Sebastian antes era Miguel y éste le cuenta las cosas que le pasaron, mientras camina, reconociendo las calles y vísceras de su pueblo. Olmos nos ofrece entonces su particular momento «Yo fui a EGB«, con «Los cien momentos que no te puedes perder de la vida de Miguel/Sebastian». A los nacidos a mediados de los 70, lo que leemos nos suena: Plastic, los videoclips, Transvision Vamp, «Hago chas y aparezco a tu lado», los Sugus, el Ajax, «Cuanta puta y yo que viejo», las pajillas, el tontolpueblo, el dar los buenos días a todo Cristo, los partidos de futbol, de baloncesto, los dientes mellados, las primeras lecturas, el desflore vocacional laboral (ser escritor), etc.
Después de tanta polla, tanto culo y tanto semen acumulados durante la primera parte del libro, leer algo de esta índole resulta cuando menos relajante, lenitivo. De ahí a que empatice con lo leído y vivido y que conozco de primera mano, hay un trecho, para mí insalvable. No cabe la nostalgia cuando uno va por la vida sin cristal retrovisor en la mirada y además todo lo escrito en esas páginas parece escrito para participar en un Pasapalabra de los 90 o para echar un partida de Trivial Pursuit.
A medida que Sebastian/Miguel recuerda, rememora, necesitará dar salida a todo aquello que borbotea en su cerebro y hacer partícipe a Claudia de su pasado, de su origen rural, de sus trabajos menestrales antes de convertirse en un escritor de éxito, del motivo por el que se encuentran en ese pueblo, no por casualidad, no porque fuera el único
que encontraron donde no había internet, como cree Claudia.
Tercera parte:
¿Necesitamos conocer todo y al detalle sobre la vida de nuestra pareja para amarla?. ¿O es mejor no saberlo todo y que cada uno cuente lo que crea necesario?. Eso va a gustos. Hay quien considera que su pareja es algo parecido a una largatija que hay que diseccionar con el bisturí de la palabra, eviscerando el pasado ajeno sin miramientos, y quien cree que es mejor que cada cual arroje luz sobre lo que crea conveniente y se guarde para sí, su pasado y sus recuerdos.
Sebastian decide sacar sus fantasmas a pasear y los fija por escrito para que su amada Claudia sepa algo del pasado de su amorcito. Entre medias, Sebastian/Miguel incorporan al trío a Olmos y así son Miguel/Sebastian/Olmos y es este último quien nos muestra lo más rastrero de la dura profesión de escribir y ahí el libro se pone pesado a más no poder. A Olmos hay ciertas cosas que le interesan y a mí me soporizan. Los que nos hemos leído sus reseñas y artículos lo sabemos.
Sebastian nos cuenta su periplo para publicar sus cuentos en una editorial pequeña, su insatisfación por no alcanzar la fama y por sus ventas ridículas de unos cientos de ejemplares, luego el paso a otra editorial más importante conociendo a su oráculo literario, El Editor, los odios y rencillas con otros escritores y escritoras para ver quien lo tiene más grande (el ego), la importancia que tienen los blogs literarios como este (así que mucho ojete, majetes) para hundir o propulsionar a la fama a ciertos autores, lo importante que es ser de izquierdas al escribir, porque sino no te comes un colín, lo que se folla siendo un escritor de éxito, la incapacidad de los jóvenes para escribir novelas largas, etc.
Cuando Olmos ya ha dicho lo que tenía que decir sobre el mundo editorial que tan bien conoce y sobre los teleoperadores (a lo que ya dedicaba un espacio en su novela en El talento de los demás) -por cierto Olmos ¿qué se siente publicando en ese monstruo editorial llamado Random House Mondadori?- entonces vuelve al monotema: el sexo.
Resulta que a Claudia y a Sebastian les gusta darse libertad y acaban haciendo unos cuantos tríos sexuales.
Sebastian acaba contándole a su amada que está escribiendo un libro sobre todas las mujeres con las que ha tenido sexo y como colofón le ofrece un relato de su vida antes de conocerse.
Los lectores sabremos entonces quién es la viuda negra quemaiglesias, cúal es el secreto que guarda Sebastian y por qué quería dejar su pueblo y ser otro a toda costa. Toda una ristra de misterios ikerjimenezianos los que serán desvelados.
Fin.
Con lo del «Ojete, majete», queda claro que estás leyendo a Orejudo.
Un poco demasiado demoledora tú crítica me parece.
Pero la gracia de esto es que no a todos nos gustan los mismos libros por igual.
Con el de Orejudo sí que estamos de acuerdo.
Saludos
Bueno, por fin alguien opina sinceramente acerca de este libro. A mí me costó esfuerzos excesivos sortear sus diferentes etapas. Fue algo así como pedalear el tour de Francia con las ruedas pinchadas.
Como también soy (o era) seguidor de Olmos, conozco un sus opiniones y blogs, y este libro me resultó muy autobiográfico, al punto de sonrojarme en varias ocasiones. Además, la obsesión de Olmos por las distancias largas, los libros largos, no le favorece, evidenciando hasta el ridículo su afán por rellenar página sin otro objetivo que el de escribir un libro más extenso que el anterior.
Iglesias que supuran viudas; amantes y pollas; huerto, vendedor de pueblo en camión; Miguel le recuerda a Sebastian, etc etc etc…..Puffff. Creo que es el peor libro de Olmos, a pesar de lo que digan sus incondicionales como el David Pérez Vega de arriba.
A este paso, el verdadero culpable de la muerte de la literatura va a ser Olmos, a fuerza de aburrir al personal.
Saludos, terrícolas!
Hola Mariano. Gracias por tu comentario. A mí Alabanza también me parece el peor libro de Olmos. Pose es infumable, pero tampoco va de otra cosa. Este nos lo venden como una historia de amor, o de antiamor, como una radiografía de no sé que cosas. Memeces. Este libro no se sostiene por ninguna parte. Olmos mete por ahí algunas palabras poco usadas, con el vano intento de hacer su libro más atractivo, darle cierto barniz, que a mí me produce hilaridad .Sï, es muy autobiográfico. Recuerdo cuando Olmos en su blog comentaba que estaba leyendo los ensayos de Montaigne, y luego los clava en la novela, en boca de su editor. Muchas de las cosas del libro van con calzador, y las diferentes partes del libro me resultan descompensadas.
Me reí con Tatami, me lo pasé en grande con Trenes hacia Tokio, disfruté del talento de Olmos en El talento de los demás, pero ni Pose, ni Ejército enemigo, ni Alabanza, me parecen novelas notables. Al revés. Cosas como Pose nunca deberían ver la luz.
Estoy ahora con Autopsia de Larraz y ahí si que hay un esfuerzo en el escritor y una recompensa en el lector. En el caso de Alabanza, el libro será la polla, pero he leído cientos de libros mejores que ese. Ahora bien, para gustos…Ahora que Olmos ha conseguido el sueño de muchos escritores, nada menos que publicar en Mondadori, ahora que tendrá tiempo y dinero para escribir, en lugar de ir a más, cada vez a menos. Como si hubiera tocado su techo hace años y ahora fuera en picado.