Aún con las piernas como dos bloques de cemento me dispongo a escribir algo acerca de la marcha de Hoyos de Iregua de esta edición. En contraste, positivo, con relación a la anterior, es que este año brilló el sol desde primera hora de la mañana, lo cual ha influido positivamente en el transcurso de la misma. Este año la marcha eran 30 km. Se partía y se llegaba al mismo sitio, Villoslada de Cameros.
La hora de salida era a las 8. En los primeros metros de caminata por la trocha nos hemos agolpado todos y esto ha hecho que varias veces nos hayamos visto obligados a pararnos. A ello ha influido que ante algún charco con barro, la exquisita delicadeza de los senderistas hacía que el paso por ella, se hiciera «a paso de cabra», con sumo cuidado de no mancharse ni las botas ni los pantalones. Ha sido un escollo que en breve se ha solucionado. De Villoslada se parte a 1.079 metros de altitud. A los ocho kilómetros de la salida estaba el avituallamiento, donde complacer al estómago con un buen vaso de leche caliente Pascual acompañado por café de Greiba.
La foto es la de la ermita de Peñaloscintos. Los siguientes kilómetros no se hacen duros pues apenas se sube unos cien metros. A eso de las 10, merced a los móviles supimos que Alonso había ganado la carrera y que el Alemán se había retirado de la carrera, así que todos contentos.
En el kilómetro 11 se llega a Ortigosa
tras cruzar el puente, donde disfrutar de una estupenda vista. Allí había control de paso, donde te ticaban la cartulina. A partir de Ortigosa la cosa se pone golosona, pues ya es subir y subir, las piernas empiezan a notar el cansancio y los kilómetros empiezan a pesar.
En el kilómetro 17 se corona el Collado Gramedo, el cual tiene miga, con unas pendientes que en rampa que te hacen andar inclinado, cargando más en una pierna que en la otra. Luego se baja un poco hasta El puerto de la Hincada. Allá nos dan de comer. En la foto se ve todos los víveres suministrados, a los que habría que sumar las latas de cocacola.
Tras ese almuerzo cuantioso y reponedor, toca afrontar seis kilómetros de subida que sin ser especialmente dura en su primer tramo acaba siendo infernal en el tramo final al Mojón Alto.., de 1.766 m de altitud. Desde mucho más atrás ves una caseta, que parece que a medida que vas andando se va alejando. La pendiente es considerable y el corazón se encabrita, revolucionándose. Pero bueno todo es cuestión de dosificar, de retener y fluir, que decía El Gran Choche, que esta vez no nos acompañó en esta experiencia mística
En la foto se va la caseta, delante de la cual te sellan la cartulina, para entonces hacer los últimos seis kilómetros los cuales son de bajada. Un vallado separa la ladera de subida de la de bajada.
Al comprobar la imposibilidad manifiesta de hacerlos rodando, y habiendo dejado el patinete en casa, tocaba cuadrar músculos, echar manos de las últimas fuerzas y dejarse ir, andando o trotando, con cuidado de evitar algún traspiés que a esas alturas puede ser fatal, al estar las fuerzas tan justas y el terreno accidentado. En la foto que tomé se ve Villoslada al fondo, cuando ya quedan unos cinco kilómetros para llegar al destino y el ánimo crece en tu interior cuando ves que ya lo tienes chupado.
Una vez en Villoslada, pueblo precioso, con un puente de piedra que quita el sentío y unas edificaciones de quitarse la boina, como se ve en la foto que tomé desde el puente, en el frontón te dan un diploma en donde pegan la cartulina que recoge tus datos y en donde te ponen la hora de llegada: 15:25. También te dan un camiseta de la Fundación Cajarioja blanca, tamaño estandar XL, y así concluye el evento.
Lo bueno de esta marcha, es que suele variar, tanto el recorrido como los kilómetros a hacer.
Si uno tiene la suerte de que brille el sol, la experiencia es maravillosa. A alguno no le parecerá tanto, si se le han subido las bolas, le han salido ampolllas o ha sido atacado por las avispas (más de uno se topó con un avispero), pero es muy recomendable. El paisaje es espectacular y la Organización funciona brillántemente, así que si el año que viene no tiene ningún plan y quiere medirse a sí mismo con la naturaleza, en un entorno privilegiado, compartir unos buenos ratos con familiares y amigos, échense al monte, cojan los palos, abrochénse los cordones y disfruten, que vale la pena.
Buena crónica, por los pueblos que nombras, los Cameros y todo eso, la marcha debe ser por La Rioja. Creo que me habéis convecido y si puedo el año que viene me apunto. Igual es una ocasión para conocer al Gran Choche, si este año no ha ido.