El sudor manaba detrás de sus orejas pero eso no le impedía correr. El calor inundaba sus pulmones encharcándolos de aire caliente y húmedo. Atravesó la puerta que daba acceso al parque. Sorteo la entrada y llegó hasta las sillas de plástico, que oficiaban de butacas. La película ya había comenzado. Abrió los ojos todo lo que pudo. Un arma disparaba a todo bicho viviente y los que estaban en las primeras filas se agacharon al ser apuntados ellos también por el pistolón. Luego hubo risas porque el asesino era cachondo y despedía a sus víctimas con un chiste, así que estos se iban al otro barrio con una sonrisa en los labios. Es lo menos que puedo hacer con ellos decía el profesional, al ultimarlos. Él miraba todo aquello con la boca abierta, cómo, si cada fotograma alimentase su magro cuerpo. La hora y media se le pasó en un suspiro. La luna llena de sueños a incumplir pendía del cielo en todo su esplendor y él, un niño de once años, recibió un bofetón de la palma abierta de su padre, que juraba y perjuraba que no lo volviera a hacer, que llevaban horas volviéndose locos a su costa. Dejó la Plaza Vittorio con el labio manando sangre, que enjuagó en la fuente a su medida que había junto a la pared enrejada, con el firme propósito de volver al día siguiente a ver más cine, a seguir alimentándose de sueños y pólvora. Tenía sangre de sangre, la cual dicho sea de paso cada vez le hervía más.
Archivo del Autor: Chufo
Camping Completo
El asfalto se deshacía ante el morro del auto, hacía un calor de mil demonios y el camping estaba completo o eso decía el cártel. Pura fachada. La crisis había secado los “brotes verdes” y allí había muchos huecos, en un camping que no era otra cosa que un secarral. Ya nos íbamos cuando el dueño nos advirtió de un 3×2. A mi actual pareja no le pareció mal la promoción, ni que mi ex se viniera con nosotros a fin de repartir gastos. Anteponía lo monetario a lo espiritual, mi abultada cartera le ponía más que mi abultada entrepierna. Debía rehacerme a cada momento.
No se pueden hacer fiestas dijo el jefe del camping. Vale, asentimos con caras de niños buenos.
A la noche, hacía aún más calor que a la tarde, así que compramos bebidas e hicimos un quinito antes de cenar. Nos pusimos a cantar, a hacer el trenecito con unas de Pucela las cuales después de 48 horas allí ya no tenían nada que decirse. Conocimos a dos mozos de Sanse, que pegaban patadas a un balón y todo el mundo se acordaba de sus madres, víctimas de los balonazos. Se juntaron dos alemanes que bebían cerveza a razón de tres litros a la hora. La líamos parda.
Esa noche mi novia actual, dejo de serlo. Ya en la tienda, se giró hacia el lado equivocado de la esterilla y acabó haciéndolo con mi ex, o eso me dijo al día siguiente porque yo no recordaba nada de nada, perdiendo así lo ocasión de ver un espectáculo por el que hubiera pagado lo que fuera. Las encontré dentro del mismo saco. Su olor desató algo en mi interior y mientras descifraba el código aromático me desahogué en los baños, bajo la atenta mirada de una cincuentona de grandes tetas, que ocultaba sus gordas manos bajo un periódico británico que apenas tapaba parte de sus pantorrillas.
No me despedí de ellas. Fue la última vez que las vi, también la última vez que pisé un camping.
Vacaciones en Laredo (3ª parte y última)
Ya puestos en ruta hacia la zona de marcha, hicimos una parada en una plaza al final del paseo, frente al mar, iluminado de barcos que guiñaban sus ojos al faro, donde tocaban un grupo de Cali, llamado «Ecos de Colombia»,que embutidos con pasamontañas guerrilleros interpretaban las canciones con ráfagas de metralleta. Nos fuimos de allí escopeteados.
La noche avanzó hacia nuevos abrevaderos. Dejamos las pateras fueras y entramos en La Escollera, donde nos deleitamos con el pitilingorri (kas limón con vino blanco). El camarero estaba triste, consciente de que le quedaban 1000 ladridos para convertirse en un perro de presa devorador de lolitas.
Para luego entablar conversación con una chica que hacía arquitectura. Empezamos con las asignaturas troncales y cuando ya se iba, me gritó al oído (desde entonces me dan vértigos con frecuencia) que desde que su novio la cogía con vicio, estaba aprendiendo a moverse (algo me contó de unos movimientos acrobáticos que ambos realizaban al unísono en dirección norte-sur, que la dejaban agusto). Le repliqué que desde pequeño era hiperactivo y que el movimiento y la fuerza para mi eran normales, una ciencia sin misterio alguno.
En el templo del bebercio organizamos una buena. La mitad del camping estaba presente, y comenzamos a desgranar licores. Llegaron entonces los de la «Asociación de Amigos del Botellón» que con su » Decreto para la normalización del uso del calimotxo» y su loada «Ley de Mezclas» nos dieron la nochecita. Acusaban al tío del bar de incumplir lo dictado por «La Ley de Mezclas» en cuanto al porcentaje de vino precisado para formular un calimotxo legal.
Ante la reprobación general hubo de pasarse a la cata, mediante una ráfaga de quinitos rápidos. Llevaban razón, aquello no era calimotxo ni nada parecido, solo sabía a cola loca. Como era la tercera falta cometida, vinieron los nacionales, que tras unos tragos de porrón, se lo llevaron preventivo a una celda de castigo en Caceres II, total para nada, volvió como se fue, sin sentir ningún aprecio ni por la cultura nipona ni por su bandera. Sigue leyendo
Vacaciones en Helsinki relato por tierras Finlandesas
En Finlandia en el mes de octubre hace mucho frío, al menos en las ciudades de Helsinki, Porvoo y otras que visité, pero esto es extensible a todo el país en general, algo normal por otro lado a la vista de las latitudes en que se encuentra y con el polo norte a tiro de piedra. Para gozar del país en su plenitud, los que aquí habitan, recomiendan venir de vacaciones en los meses que van de mayo a agosto, cogidos de la mano del buen tiempo y de la explosión de la naturaleza que aquí se manifiesta en sus bosques y sus incontables lagos. Lo aquí expresado son cosas que recuerdo de mi estancia de breves días por ahí. Hago mención de los desembolsos que hice, pues tan importante es saber qué visitar, como estar al tanto de lo que cuesta una comida, una bebida, un trayecto en autobús, etc.
Locales en Helsinki. Me apetecía entrar en el “Amarillo” por aquello de que tenía nombre castellano el susodicho bar. Por dejar la chamarra cobraban 8 marcos y luego 25 marcos cada cerveza «koff» de medio litro. Era finales de octubre y cambiaban la hora, así que a las tres eran las cuatro y había que alzar el vuelo con la noche cercenada una hora. De camino a casa probé la «pitti panna» o como se escriba, un revoltijo de panceta y patata frita, que también es consumido en Suecia y luego a casa en autobús con suplemento de 10 marcos, por ser tan elevada hora nocturna. Al menos funcionan los autobuses a esa hora de la noche.
En el mercado de segundo mano, hay gran variedad de artículos y es muy frecuentado. Allá compré dos gorros de vistosos colores que me hacía imposible el pasar desapercibido.
Nevó en Octubre y hacía mucho frió y bastante lluvia. Comí en el café Esplandi una baguette de salmón con ensalada y un bollo vienés con coca cola y luego al café más viejo de la esplanadi tomé un cacao por 13 marcos. Sigue leyendo