En la página 200, al 53,61930294906% de la novela y visto el cariz juguetón que adopta este diario, no olvidemos que Pablo es miembro del Oulipo, me planteo en el caso de que hubiera una relectura, comenzarla el 24 de junio y finalizarla el 30 de septiembre, y cada día leer solo lo registrado en el diario para ese día concreto y si el 27 de agosto, pongamos por caso, no hay ninguna entrada en el diario pues ese día no se lee nada. No sé qué efecto tendría leer así a cuentagotas, pero al igual que se experimenta a veces escribiendo, también se ha de experimentar leyendo, digo yo.
Archivo del Autor: Francisco H. González
Diario de un viejo cabezota II
Tanto en la serie La Valla como en la novela Diario de un viejo cabezota, emplazadas temporalmente en 2045 y 2066 respectivamente, ya ha tenido lugar una Tercera Guerra Mundial. En un ambiente hoy cada vez más enrarecido, con mayor número de amenazas, mayores desigualdades, libertades más restringidas, ánimos a flor de piel, estómagos rugientes e irresponsables y poderosos gobernantes, no parece algo imposible que este escenario pudiera llegar a suceder en las décadas venideras. O sin llegar a un tercera guerra, sí al menos un colapso económico, como en la serie francesa El colapso, que tan bien explora y explota esta posibilidad. En la novela, la guerra aparejó el apagón digital y tocó volver a lo analógico, lo manual, lo mecánico, un vivir si se quiere menos acelerado, menos pendientes de las prótesis en las que se convirtieron los móviles, o esos artefactos de ecos borgianos: el alephmóvil.
Avanzo en la lectura, al 33%, de un Diario abierto en canal a las continuas digresiones de un narrador que levanta acta de un día a día muy permeable a los embates del pasado; recuerdos que regresan de continuo porque cada hecho presente tiene su réplica en aquel entonces. En Cataluña dice el narrador a 40 años de franquismo y 40 años de democracia, le sucedieron 40 años de procesismo.
La novela en este sentido especula en muchos frentes y es interesante el escenario que nos plantea, aunque el foco está en lo particular, en lo próximo, tal que a sus casi 90 años el diarista se enamora de nuevo y ese motorcillo al ralentí, combustiona ahora de lo lindo, mientras el grupo humano instalado en el Institut Pere Mata se irá disgregando con huidas o deserciones, muertes inesperadas…
La amenaza, los otros, merodea y acecha fuera, buscándose también ellos la vida, en su lucha por la supervivencia.
Siempre hay una fuerza proactiva que anima e incita a continuar aún en las condiciones más adversas. Este grupo de sujetos decide afincarse allá y permanecer juntos, desestimar otras opciones. El diarista podría irse con su hija y nieta a dominios asiáticos, pero prefiere quedarse, resistir, vivir, latir sobre el papel, ondeando el pendón de la memoria.

Elástico de sombra; Juan Cárdenas
Elástico de sombra es una deliciosa novela breve (112 páginas) de Juan Cárdenas (Popayán, 1978). Novela que versa sobre el arte del esgrima, venido a menos, arrumbado por la modernidad. La pretensión de Cárdenas es devolver algo de ese brillo y esplendor a este arte o deporte.
Para ello pondrá en movimiento a tres personajes: Cero, el casi nonagenario Sando y Miguel. Los dos últimos maestro y alumno esgrimistas. El primero, con la pretensión de encontrarse con los antiguos grimistas y poner negro sobre blanco todo este acervo del machete practicado en el Cauca.
La novela se convierte entonces en aventura y travesía por tierras colombianas, chanza y crítica, magia y misterio. A veces, hastiado de leer siempre el mismo castellano, resulta un gozo leer términos nuevos, colombianismos como, chuspa, michicateaban, jurgo, galladita, antualito, viche, totuma, chirrincho, cumbamba, macumba, guadual, quicatos, chimbo, zapote, ñáñara y un largo etcétera.
Los blancoides van a perder, tarde o temprano, y los indios, los negros, los campesinos, los de abajo vamos a gobernar este país, leemos en la novela. Porque ese poner negro sobre blanco se convierte aquí en una reivindicación, en lucha, en la herida que supura, la mano que es zarpazo, la voz que es baladro, conminando al lector a no olvidar:
…nos convertíamos, gracias a la extraña macumba económica de los blancos, en «negros», sin más alma que la de la mercancía, el alma sin alma que tienen las cosas encantadas por el hechizo del mercado, manejado sabiamente por la mano invisible blanca que mueve todas las manos pardas, brujería más eficaz no se han podido inventar, no señor. Luego nos vendieron en mercados, en plazas públicas, en subastas, como animales de carga y, así, de a poquitos, a punta de garrote, perrero, castigo, socavón y latigazo, a muchos nos fueron quitando el idioma, los recuerdos. Se empeñaron en borrarnos cualquier rastro del espíritu que traíamos en el viaje, a muchos nos encartaron con unos apellidos que eran en realidad los apellidos de nuestros propietarios, como si no les hubiera bastado con marcarnos el pellejo a hierro candente. ¿Pero saben qué? ¿Saben qué, señoras y señoritos? No pudieron borrarlo todo. No pudieron sencillamente porque no se puede borrar nada, en realidad nada se borra. Todo queda marcado. No hay olvido. Todo deja un rastro, más si se trata de un crimen de semejante tamaño. Ya pueden hacerse los zurumbáticos y mirar para un ladito, como si la cosa no tuviera que ver con ustedes, pero aquí estamos nosotros, como cuerpos del delito. Cuerpos que, a pesar de todo, siguen sabiendo, sí, claro, porque borraron mucho, pero a nosotros nos quedaron las marcas. Y a los macheteros nos quedó el falso, que no es un simple movimiento de pies, sino una técnica para que la cadera se mueva de cierto modo particular y el cuerpo empiece a recordar. Nadie sabe lo que puede una pelvis. Es la pelvis, y no los pies, la que hace el dibujo, el arcano depositado en el centro del cuerpo y es gracias a ese trazo que el mundo perdido vuelve a empezar. ¡Fundaremos nuestro nuevo mundo negro desde un falso!
El esgrima es un baile, una coreografía de dos, sus movimientos: Torno, defensa, avance, carrielero, transversal bajo, falso y estocada…Y en igual medida despliega aquí las alas la escritura de Cárdenas, con esa cadencia y ritmo, con esa sugerencia y evocación, con esas palabras carnosas, con toda su magia, con toda su potencia y (aquí) feliz resolución.
Una esgrima que nos viene definida en estos términos:
Allí, en la poesía, se dijo don Sando, es donde el sabor se vuelve imagen, música, roce del cuerpo a cuerpo, igualito que en la esgrima de machete, sólo que patrás: en la esgrima de machete el cuerpo a cuerpo se vuelve imagen, se vuelve música, se vuelve palabra, se vuelve sabor, que es lo único que no se puede enseñar en una academia de esgrima. El sabor está al fondo: de allí surge todo, allí regresa todo. Si no hay sabor, no puede haber nada más. O sí puede haber, pero ya es pura mecánica cerebral o física. Y la esgrima no es mecánica.
Era la materialidad misma, mejor dicho. La materia sensible, la materia pensante, el secreto del secreto del sabor que se hace saber, que se hace movimiento. La materia que sabe tocar lo que toca cuando toca y por eso ve hasta sin ver.
Leyendo a Cárdenas pensaba en las mejores páginas de Ednodio Quintero, otro gran fabulador y narrador. En esta travesía, en el común viaje de estos tres hombres (qué grandes páginas brotan a veces de esta camaradería entre hombres, y pienso en La ciudad que el diablo se llevó de David Toscana), salen a su encuentro distintas historias, la de la bruja, la hechizera Nubia que enamorisca a un ingenuo hasta lograr este romper el maleficio e inmortalizar su historia en las cachas de un vehículo, el Duende que se aparece a Sando para atormentarle con palabras sobre sus más y sus menos con un ente diabólico y de cuya veracidad recela o peripecias acaecidas cuando la guerra entre Perú y Colombia y la figura entonces importante de los negros caucanos, diestros con el machete; unos ribetes kafkianos con el hombre-cucarrón; el pueblo en lucha contra el poder establecido, un pueblo que lucha por conservar y fijarse al territorio, su medio de vida, su vida en definitiva, que guarda y cuida la tierra, que no la destroza, la malogra, la contamina, la esquilma, como hacen los blancos, con esa mano invisible del mercado que a manotazos desaparece lo que molesta, incomoda, reivindica, protesta, lucha, resiste y pelea por lo suyo. La lucha universal de la minga indígena, de la minga negra, los campesinos, los de abajo, la lucha de todos. Un pleito local que atañe a la humanidad. O debería.
¿qué es esa resistencia de la que tanto hablamos sino una pelea contra la muerte y el olvido sistemático, contra el olvido impuesto de arriba?
[…] El respeto a la vida y a los territorios. […] El derecho emana de nosotros.
El Elástico de sombra que da título a la novela consistía en saber atacar y defenderse en la más absoluta oscuridad. La escritura de Cárdenas en esta novela supera la línea de penumbra para sacar a la luz lo oscuro, lo pretérito, lo que está a punto de extinguirse, pero que pugna y bulle todavía y se revuelve y defiende, aunque sea en la sombra, sin medios, sin más testigos que la mirilla que le ofrece la escritura.
Editorial Sexto Piso. 2020. 112 páginas

Enero (Sara Gallardo)
A finales de los cincuenta del pasado siglo (y recuperada ahora por Malas Tierras), con menos de 28 años, la argentina Sara Gallardo publicaba Enero.
Va a llegar el día en que mi barriga empiece a crecer, piensa Nefer, recién comenzada la novela. Sin cumplir los dieciséis Nefer queda preñada, no del hombre por el que bebe los vientos (siroco), ni de un príncipe azul, sino de un carnicero que la viola, en esos momentos en los que la sangre se arremolina y el alcohol lo echa todo a malperder: de aquellos polvos estos lodos. Si a la Yerma de Lorca el no poder tener descendencia la atormentaba, a Nefer, el tener un hijo indeseado la aboca a la misma situación, la de querer borrarse del mapa, presa de la angustia.
Nefer vive con su padre, madre y hermanas en una casa con techado de paja en un villorrio, entregados todos a las tareas agrícolas, agropecuarias, domésticas, al servicio de una familia adinerada, en unas tierras masticadas por el sol. La joven rumia su ingravidez en soledad, sin nadie a quien confesarse, sumida en sus pensamientos aciagos.
Se le abren tres vías: suicidarse, abortar o ser madre. Sara Gallardo opta para Nefer por la que sería la vía más común en aquella época.
Sin llegar a la cima que Gallardo alcanzaría con Eisejuaz, Enero es una novela primeriza pero interesante, en la que la autora nos introduce ya en su capacidad para hacer rechinar las costuras de su prosa en la creación de sus personajes y la recreación de unos paisajes muy faulknerianos.
Malas tierras. 2019. 119 páginas