Archivo del Autor: Francisco H. González

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Bajo la cúpula. Paseos con Paul Celan; Jean Daive

Traducción de Mateo Pierre Avit Ferrero
La Uña Rota
2020
181 páginas

Vaya por delante que todo lo que podamos decir de una obra es siempre mucho más débil que la obra. El año pasado se celebró el centenario del nacimiento de Paul Celan y también el cincuenta aniversario de su muerte, en 1970, cuando Celan se tiró al Sena y su cuerpo apareció en una inclusa once días después. Gisėle, al advertir su desaparición intuye también su muerte, al haber dejado el poeta su reloj de pulsera sobre la mesilla de noche. Una señal fatídica. Nunca salía sin él y ya había anticipado qué supondría esta acción.

Hace unas semanas hicieron una instalación en la Plaza del Mercado de Logroño, y era curioso porque se accedía al interior de una construcción con forma de cruz a través de una plataforma, y a medida que te adentrabas en la misma todo permanecía a oscuras. Al poco no eras capaz de determinar si estabas ascendiendo o descendiendo, llegaba un sonido y no sabías si era por arriba o por abajo, abandonabas el recinto aturdido, con el corazón al galope. Lecturas como la presente ofrecen una sensación de pareja desorientación y excitación.

A Celan, nacido Antschel bajo el imperio austrohúngaro, siempre se le reprochó el hermetismo de sus poemas. Se revolvía afirmando que era el lector quién debía hacer el esfuerzo por alcanzar el sentido.

Daive, es un poeta que hizo buenas migas con Paul Celan. Quizás porque ambos eran de la misma cuerda, a pesar de que Daive fuera dos décadas más joven. Conectados por los hilos invisibles del entendimiento mutuo. Determinados fragmentos del libro me resultan incomprensibles. Ummm. Ummm. Conversaciones que se ofrecen como un juego privado entre los dos. Conversaciones que a Daive le resultan dichosas.

Daive pasea con Celan bajo una bóveda vegetal, recorren el perímetro de la plaza Contrescarpe, cartografían el recorrido por las calles Ulm, Tournefort, Pot-de-fer, etc, se dejan caer hasta Los jardines de Luxemburgo.
Lo que Daive plasma en este libro a través de recuerdos, de los encuentros con Celan, va mucho más allá de lo que leeremos en cualquier biografía sobre el mismo.

Daive se abre a la intimidad: paseos, conversaciones (un hablar que duplica el mundo), comidas y silencios. Que Celan esté dispuesto a traducir al alemán los versos de Décimale blanche de Daive, poeta primerizo, veinteañero entonces, es quizás lo que genera una relación tan especial entre ellos. Confianza, lealtad, amistad inquebrantable, pero breve. Daive conoce a Celan en 1965 y este último se suicida cinco años después.

El texto no es una biografía de Celan. Daive también nos habla de sí mismo, de sus cuitas amorosas, sus lances, sus viajes por el Egeo, por Italia, sus sueños, su historia familiar, la experiencia compartida junto al maestro. Los momentos más fulgurantes son los dedicados a la escritura y la traducción, también escritura y la imposibilidad de traducir determinados términos. Celan habla de lavar y frotar las palabras, de mondarlas, pelarlas como castañas. No se nos ofrece ningún poema completo de Celan, luego ni enunciado ni atributos toman cuerpo, al menos aquí. Una traducción, obra de Mateo Pierre Avit, que visto el material que tenemos entre manos, intuyo todo menos fácil.

Paul Celan (1920-1970)

Paul Celan (1920-1970)

La intimidad que Daive nos ofrece es la de un Celan cortés, agudo crítico literario, emocionado cuando toma contacto con Ungaretti, Heidegger, obsesionado con el lenguaje, quizás por eso mismo enfermo, con episodios de demencia, un Celan que dominaba siete lenguas en su cerebro babélico; prestigiado traductor y poeta, amurallado en su soledad, aliviada al lado de su mujer, de su amante Ingeborg, de su hijo Eric. Pero siempre había una herida abierta, una herencia impagable, un dolor abismal. Celan había perdido a su padre y a su madre, judíos, durante la segunda guerra mundial por culpa de los nazis. Y sobrevivir a veces es un peso demasiado duro de soportar, aliviado, o ahondado por la escritura, aherrojado por los clavos del poema (Un poema siempre es una carta al padre), la lanzada que desangra en cada verso. Celan erigiendo palabra a palabra una ontología de sí mismo, iluminando cada rincón de su ser, hasta dar finalmente con el punto de fuga (su Todesfuge), limadas ya todas los rejas, dilucidado mundo, que el Sena tuvo a bien brindarle.

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De profundis (Salvatore Satta)

De profundis
Salvatore Satta
La Umbría y La Solana
2019
209 páginas
Traducción de Chiara Giordano y Javier Echalecu

Decidí retomar, mejor, reiniciar, la lectura de De profundis de Salvatore Satta que había comenzado hacía unos meses y había abandonado. Esto me lleva a la certeza de que cada libro tiene su momento. Hace un par de días finalicé la lectura de M. El hijo del siglo de Antonio Scurati que detalla el nacimiento y consolidación del fascismo italiano en el periodo comprendido entre 1919 y 1925. En octubre de 1922 tiene lugar la marcha sobre Roma que marcará el inicio del fascismo. Mussolini permanecerá en el poder durante dos décadas. Satta escribe De profundis entre 1944 y 1945, los meses previos a la finalización de la segunda guerra mundial. Por lo tanto el libro de Satta es la continuación de lo sucedido, cuando finaliza el de Scurati, una vez que Mussolini toma el poder. O más que una continuación, el colofón, después de dos décadas de tiranía y vigilia.
El ciudadano italiano renunció a la libertad para salvar su vida nos dice, dos décadas después, renunciará a la guerra para alcanzar o recobrar su libertad. Italia se ve en una encrucijada en 1943, cuando se firma el armisticio con los aliados, que algunos creen que lleva aparejada la paz. Italia firma el armisticio pero la guerra continúa. A los bombardeos británicos (los italianos son los enemigos tras declararle la guerra en junio de 1940) de ciudades como Génova, les suceden luego las tropelías de los soldados alemanes, que no entienden la traidora actitud italiana, que censuran y ajustician con ferociadad.

Lo interesante en el libro de Satta es la inmediatez, el apremio, la urgencia con la que está escrito. Una urgencia no exenta, para nada, de una sosegada, sesuda y crítica reflexión, valiéndose de una elegante prosa que abunda en el clasicismo (no faltan las referencias literarias a las obras de Dante, Manzoni, Homero, Horacio, Ariosto…) en cultismos, extranjerismos, referencias bíblicas (evangelios de Lucas, Mateo…) acerca del comportamiento del pueblo y el espíritu italiano durante las dos décadas precedentes. Al espíritu de supervivencia parece irle aparejado indisolublemente otro, la capacidad para justificar cada una de sus acciones. Una vez apartado Mussolini, cada cual hará su examen de conciencia particular, y casi todo irá al haber. Para Santa hay un principio de responsabilidad personal, y no le vale al «individuo» esconderse bajo el paraguas del estado, la comunidad, el régimen. Régimen que se sustituye por otra forma de gobierno, bajo un proceso asumido con naturalidad, sin derramamientos de sangre, con altas dosis de indulgencia y comprensión por ambas partes, pues como afirma Satta, cuando uno escruta al detalle al enemigo, al final asoma su reflejo en el espejo.
Satta es testigo de la corriente de afecto hacia los británicos, esos hermanos ricos a los que desean parecerse, testigo del mercado negro, la especulación, aquel comercio muy capaz de sacar, a través de la usura, lo peor de cada cual.
Salvatore Satta
Dedica a su vez unas cuantas paginas a los soldados italianos, peones de la historia, páginas que resultan sumamente emocionantes, no porque Satta vaya por el lado de la proeza y el heroísmo, sino por la trocha mucho más prosaica de la bondad y la valentía sin eco.
La guerra, convertida en un monstruo voraz y aniquilador, no solo enfrenta sobre el tablero a los ejércitos de los distintos países, sino que integra, en contra de su voluntad, en su delirio destructor a las poblaciones civiles, que ven así sus ciudades bombardeadas, las aldeas saqueadas e incendiadas, los campos arrasados, las poblaciones mermadas.

Una vez que el régimen colapsa, se sucede la disolución. Los soldados se ven desprotegidos y sin jefes que les dirijan y protejan y con los alemanes a las puertas. Satta se ve inerme y uno lo imagina triste, al leer las últimas páginas de este magnífico libro, cuando los ciudadanos de Génova, entregados a un pillaje sin medida, arremeten incluso contra las plantas, los árboles, en un delirio que los lleva a ir a la raíz, a la de los árboles, mutilando el paisaje, socavando no solo el horizonte, sino la mirada del testigo, aquella porción de historia visual atesorada en las hojas de los álamos talados, testigos de la agonía de Satta que culmina su texto con un canto de dolor y de esperanza, De profundis clamavi ad te, domine.

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M. El hijo del siglo; Antonio Scurati

M. El hijo del siglo
Antonio Scurati
Alfaguara
2020
Traducción de Carlos Gumpert
812 páginas

Acabé el año pasado y comencé este con el libro de Antonio Scurati entre manos. El autor italiano nos sitúa en Italia los años comprendidos entre 1919 y 1925. Lapso de tiempo que comprende el nacimiento y consolidación del fascismo por obra y gracia de Benito Mussolini. Él solito inicia el movimiento que se convierte en partido político, el Partido Nacional Fascista. Plantea un escenario: comunismo versus fascismo. Centrifugando del tablero político al resto de opciones políticas: demócratas, nacionalistas, populistas, católicos. Oposición que de puro fragmentada deja de ser oposición. En 1917 tras la Revolución rusa el norte de Italia parece caer bajo el influjo de la marea roja. Tras la finalización de la primera guerra mundial, la idea de la victoria mutilada de la que habla D’Annunzio va calando en determinados espíritus combativos, belicosos, que una vez desmovilizados no saben en qué ocupar su tiempo y energía. Caudal al que Mussolini dará un sentido, toda esa rabia, frustración, violencia ha de ser canalizada. Sin hacer ascos a la violencia, más bien al contrario, Mussolini sabe que nada es tan persuasivo como el uso de la fuerza. Así los fascios locales a través de apalizamientos, ajusticiamientos, quema de casas del pueblo, de edificios de la cámaras del trabajo, irán dando forma y relieve a esa política del miedo, del terror, proyectando sobre sus adversarios la sombra alargada de una posible guerra civil. Violencia de acción y de reacción. Generando una viscosa masa, en la que al final parece que nadie puede reprocharle nada a su contrario, si se consigue (y este es el objetivo) que todos tengan las manos manchadas de sangre, para así poder honrar a los caídos, a los patriotas fascistas, con todos los honores que les merecen. Mussolini vislumbra La resurrección de la raza, el pueblo que se convierte en nación, la nación que se convierte en Estado, que busca en el mundo las líneas de su expansión. En 1924, Fiume que tantos desvelos y empeño bélico supuso para D’Annunzio, será devuelta a la Italia de Mussolini tras una revisión del Pacto de Versalles.

Scurati se muestra muy solvente y eficaz al ir plasmando toda la multitud de acontecimientos de este lustro con suma fluidez; asistimos a todos los tejemanejes de Mussolini para hacerse con el poder, muy hábilmente, sin necesidad de tener que dar un golpe de estado, o recurrir a pelotones de fusilamiento. Un pinto de inflexión fue la marcha sobre Roma en 1922, a cargo de Italo Balbo, Emilio De Bono, Cesare Maria De Vecchi y Michele Bianchini, los llamados quadrumviros.

Mussolini parece ser capaz de renacer una y otra vez de sus cenizas. Capaz de mostrar múltiples caras, ahí lo vemos en su particular relación con D’Annunzio, de hacerse amigo de uno y de su contrario, alentando la violencia y reculando (como hará tras las atrocidades sin nombre llevadas acabo entre el 17 y el 18 de diciembre en Turín, por sus fascistas) con continuos castigos y recompensas a sus hombres de confianza, y una vez consolidado ya como el sumo pontífice del fascismo, adaptar la ideología de su partido al albur de los acontecimientos (se pasa de repudiar a los católicos para al final estrechar lazos con el Vaticano, mudar los impuestos a las grandes fortunas por una relación cordial y provechosa para el partido con los magnates industriales y empresarios italianos…), siempre buscando la ola buena, aquella que lo sitúe en la cima.

En las elecciones de mayo de 1924 Mussolini obtendrá el 65% de los votos. Antes habrá planteado una moción de confianza con tan solo un 10% de los escaños en su poder, que lo hará presidente con 39 años. Todos han caído bajo el influjo de su personalidad (incluso figuras como Pirandello, Benedetto Croce o Ungaretti; la prensa internacional llega a compararlo con Alejandro Magno) o del miedo que sienten hacia su partido, el cual estará a punto de irse a pique con el asesinato de Giacomo Matteotti, socialista que no se achanta, que dice las cosas como son y las argumenta. En su libro Un año de dominación fascista registra 42 asesinatos, 1.112 apareamientos, palizas, lesiones, 184 edificios y viviendas destruidos, 24 incendios de periódicos. Un Matteotti que me recuerda al infausto Castellio en su lucha contra Calvino. La misma lucha de la razón contra la barbarie, del argumento contra la cachiporra, de la palabra sobre el exabrupto. Una batalla perdida la de Matteotti en la Italia de 1924. Una vez asesinado nadie quiere seguir sus pasos. Los políticos de carrera optan por una moral de mínimos tal que ya no hay moral. El Parlamento es ya un cascarón vacío, ante un Mussolini que antepone el orden, la jerarquía y la disciplina a la libertad.

Scurati nos da detalles sobre la vida personal de Mussolini, sus múltiples amantes, su ansia espermática, su especial relación con Margherita Sarfatti, el abandono del periodismo para integrarse en la política, el abandono del socialismo para fundar el fascismo. Un in crescendo con episódicos altibajos, que le hacen ir remontando hasta el apoteosis de su yo. Convertido Benito en 1925, el hijo de un herrero, en el hijo del siglo.

El resultado es espléndido, una novela que se sostiene y resulta subyugante e hipnótica durante más de 800 páginas, para manejando hechos históricos (apuntes de diarios, cartas, noticias de periódicos…) y personajes reales, ser capaz el autor con capítulos cortos de enhebrar y filtrar todos esos datos y pergeñar una biografía de Mussolini poliédrica, que se lee como un relato, y de forma compulsiva, sin dejar de lado el análisis histórico, sobre ese todo que se nos presenta y que siempre lanza correspondencias a nuestro presente.

La conjunción de biografía, narración y ensayo, me recuerda las sucintas novelas de Eric Vuillard. Scurati hace aquí lo propio pero en plan monumental.

En septiembre del año pasado se publicó en Italia la segunda parte de lo que será una trilogía, M. L’uomo della provvidenza. En ese volumen iremos hasta 1932. La dictadura de Mussolini, durará hasta 1943. Il tempo del bastone e della carota.

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15 años

No se asusten que nada tiene que ver esta entrada con la mítica canción del dúo más dinámico. El objeto de estas palabras es, a modo de bando virtual, informarles (si hay alguien al otro lado de la pantalla) de que este blog cumple 15 años. Ya son. Y que creo que tiene cuerda para rato. Por aquí seguiremos, leyendo públicamente y reseñando. Alrededor de unas 1.300 reseñas en todos estos años. Un blog convertido, puestos a fanfarronear, en una Devaneopedia libresca.

Desearos a todos una feliz entrada de año, mucha salud y muchísimos libros.