Archivo del Autor: Francisco H. González

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Paco Loco 2. Cómo llevar un estudio de grabación y no morir en el intento

Paco Loco 2. Cómo llevar un estudio de grabación y no morir en el intento.
Hurtado & Ortega
Año de publicación: 2020
238 páginas

Llegué a Paco Loco 2, a lo loco, sin haber leído Paco Loco 1. Pero según me hicieron saber eran libros independientes, incluso indies. Paco Loco es un productor musical con varios miles de discos producidos a sus espaldas, o a sus falanges o pabellones auditivos. Pienso en la escritura como una producción de uno mismo, incluso una reproducción del ser, bajo la divisa, aquí, de “ahora hablaré de mí”, o mejor, de mis cacharritos musicales, porque Paco Loco tiene cuerda(s) para rato, de guitarra, bajos, ukeleles, de árpa(ranos, Señor)s…. Y nos habla de baterías, samplers, micrófonos, plugins, teclados, mesas de mezclas. Y a todo aquel a quien le pirren todos estos artilugios y conozca este mundillo será feliz leyendo estas páginas. A los que vivimos a todo esto, como es mi caso, te abre los ojos a un realidad, a la que no prestas atención cuando pones un cedé, un casette, o un vinilo (Dios que viejuno soy) y escuchas las letras y la música, es decir su reproducción, en un formato u otro, pero sin parar mientes en su “producción”.

Más allá de esto, lo mejor que hay en libro es el humor que se gasta Paco Loco, haciendo juegos de palabras en todo momento, refiriendo anécdotas descacharrantes, a cuenta de la producción de algunos de sus discos, y cediendo la palabra a los propios producidos, como Bunbury, Antonio Luque (antes de dedicarse en cuerpo y alma a la música, andaba con las manos en la masa, la del bollycao, para más señas) o Antonio Martí, aunque esto me suena a la canción de Turnedó (El doctor me recomienda/ Que no me quite mi abrigo/ Que no esté ya más contigo/ Y yo no puedo negarme, pues/ El tipo soy yo mismo). Paco Loco, Juan Palomo, tocando todos los palos y las letras.

El libro toma una deriva distópica. Paco Loco está en Nueva York. Año 2048 y va hasta 2020 para referir el final de la industria discográfica, los manager, los productores, los sellos musicales, ante una tecnología que permite en el futuro hacer realidad cualquier fantasía musical, pero que al fin y a la postre hacía sonar a todos los grupos más o menos igual. Entre medias, en esos años de las primeras décadas del siglo XXI, un asesino en serio, aplicado en su quehacer iba ultimando de las maneras más truculentas, propias del noir escandinavo, a los máximos exponentes de la industria, toda vez que los sellos (los discográficos también) eran ya una reliquia, con un pelotón de devotos que iba derramando hacia atrás, hasta su extinción.

Paco Loco dispara su cerebro, como Spiderman con su tela de araña, en todas las direcciones. Y muestra su faceta más lírica, haiku mediante (5 7 5).

Para distorsión
Mis huevos en erupción
Masterízalo

El texto incluye textos de mujeres, ingenieras de sonido, en la industria del sonido, un fanzine y algunas fotos en color, como la que antecede al Índice, que hay que desplegar para darte de bruces con la chorra de Paco Loco, Meñique almendrado más pequeño que un testículo. En resumen, un libro raro, raro, raro de cojones. E igual de hilarante. Aquí quedan mis notas a su lectura.
Estos de H & O me están permitiendo leer estos últimos años cosas tan rarunas como interesantes. Brindemos por ello.

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El peón (Paco Cerdà)

El peón
Paco Cerdà
Pepitas de Calabaza
Año de publicación: 2020
250 páginas

Paco Cerdà publicó también en Pepitas de Calabaza, anteriormente, Los últimos. Voces de Laponia Española, que leí así:

Visto como un todo, lo que Cerdà hace con estas sentidas, y a ratos épicas, crónicas –con estas voces de estos Últimos, que no deben quedar acalladas-, no es tanto hablar de un despoblamiento físico –que es lo evidente, lo palmario, lo objetivo-, sino del devenir espiritual –el de almas que se vacían- el de una España que dejó de ser sólida para ser líquida, para ser corriente; ríos de gente que van a dar a la mar, el Mar Muerto que es la Demotanasia.

En El peón, Cerdà dispone sus 16 fichas sobre el tablero, 77 capítulos, 77 movimientos, los de la partida entre Arturo Pomar y Fischer, en Estocolmo en el invierno de 1962, que acabaría en tablas. Para aquel entonces, la leyenda artúrica ya se había agostado, y el que en su día fuera un niño prodigio era entonces, en 1962, un funcionario de Correos abandonado por el Régimen. Un muñeco roto, un peón arrumbado. Toda esta filosofía del resistir es vencer, queda muy bien descrito en el libro, así como el airado genio de Fischer, un tipo egocéntrico, antisocial, obsesionado con el dinero, ajeno a cualquier diplomacia, que al final de sus días y de manera totalmente inesperada acabará en Islandia, país dispuesto a otorgarle la nacionalidad, al renunciar Fischer a la suya. Fischer es otro peón de los americanos, en el marco de la guerra fría, y mascarón de proa de un país que podía gracias a su indómita figura plantar cara en el terreno intelectual (el ajedrez) a los rusos.

La partida Pomar-Fischer es el epicentro, al que se vuelve reiteradas veces y sobre el que orbitan el resto de crónicas que nos hablan de Julián Grimau, el último fusilado por el régimen franquista, Caracremada, el último maqui en España, José Antonio Pardines, el primer asesinado por ETA; el exilio del presidente de la República Diego Martínez Barrio; Marcos Ana, el preso político que verá la luz dos décadas después de haber acabado la guerra civil; aquel falangista, Román Alonso Urdiales capaz de soltar esta bomba: Franco, eres un traidor; los siete mineros que deciden parar, en Mieres, en Asturias, en el pozo la Nicolasa y prenden la mecha de otros parones, Dolores Medio el reverso de la Sección femenina de Pilar Primo de Rivera, el viraje de Dionisio Ridruejo hacia el activismo y la oposición a Franco…

Cerdá mira al tablero, sabe que se enfrenta a un jugador casi invencible con múltiples caras: la injusticia, el olvido, el poder. Puede bajar los brazos, agachar la cabeza, dejarse achantar, mirar parar otro lado, abrevar en otras aguas más complacientes o también puede, y es lo que hace, dar guerra con sus figuras, aquí todos ellos peones, quienes en determinados momentos de la historia de España y de los Estados Unidos realizaron movimientos claves, aperturas inéditas que pillarán al Poder con el pie cambiado y como esa china que salta sobre el parabrisas y parece un rayón casi invisible, luego se transforma en una grieta difícil de ocultar; movimientos en España y Estados Unidos que cifrarán la lucha contra la injusticia, el segregacionismo, el racismo, los abusos laborales, la falta de libertades bajo un régimen franquista amigo de las represalias, las sacas, los fusilamientos; crónicas a las que Cerdà imprime un aliento épico, llevando al lector con su prosa vigorosa a lomos de una emoción sostenida durante casi 250 páginas.

Creo que si Cuerda levantara la cabeza bien podríar afirmar de este libro aquello de todos sois contingentes, pero tú eres necesario. El libro de Cerdà lo es, al encarecer el compromiso político, la fortaleza de las convicciones, la valentía, el arrojo, la determinación de esos peones que conscientes de serlo, sabían también que un peón no era nunca sólo un peón.

Y para acabar, y aunque no aparezca en el libro de Cerdà, pienso mientras escribo esto en Zweig. Cuando éste se encuentra exiliado en Petrópolis se aburre tanto, no tiene nada que leer ni nadie con quien conversar, que un día en una tienducha compra un libro que recoge 150 jugadas maestras de ajedrez, y en sus manos aquello se transforma en Novela de ajedrez. Pocos días después, envía el manuscrito al editor. El exilio es un futuro que le ofrece tablas, pero él tumba el rey sobre el tablero. Sabe que ha perdido. No quiere continuar, ni tiene sentido alguno volver a un mundo que para él ya no existe. No hay vuelta atrás para un peón. Junto a Lotte, ella tiene 34 años, ingieren el veneno que los matará.

Fin de partida.

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El banquete anual de la cofradía de sepultureros (Mathias Énard)

En su última novela, casi 500 páginas, el autor galo Mathias Enard trabaja con la idea de la transmigración de las almas. En un primer momento el desarrollo de la novela podría hacernos pensar en algo parecido a la película Bienvenido al norte, cuando un fulano arriba a una comunidad cerrada para poco a poco irse haciendo con el paisanaje y el paisaje. El protagonista es David, etnólogo que abandona París y su pareja opositora, temporalmente, con una beca bajo el brazo, para ir al estudio de unos lugareños franceses situados a tres horas de tren, al sur de Nantes. Alojándose en el Pensamiento Salvaje. David irá registrando a modo de entradas en un Diario las personas que conoce, las cosas que hace y aprende, las conversaciones que mantiene y mantendrá, etc. La comunidad se va abriendo a su persona y este a su vez cada día se encuentra más a gusto, entre aquella gente. A partir de la página cien, David pasa a ser un personaje más, observado por un narrador omnisciente. Poco después la trama se aventura por el derrotero de la trasmigración de las almas, algo que da mucho juego a la narración, pues permite al autor saltar de época en época, de siglo en siglo, de personas a animales a tormentas a anélidos, en una cadena (y condena) de reencarnaciones infinitas. De tal manera que un mismo personaje contiene en su interior siglos de vivencias y experiencias que Enard nos refiere en un horizonte que se abre ilimitado. Más tarde las aguas vuelven a su cauce, para finalizar la novela de nuevo con David como protagonista, polvo enamorado, escribiendo en su Diario y adoptando el autor entonces un tono más crítico con el papel que la ganadería y agricultura juegan en el cambio climático. Un final esperanzador. La idea de querer salvar el mundo ya entraña la semilla del cambio.

Entremedias, 170 páginas van dedicadas al banquete anual de la cofradía de sepultureros que da título a la novela. Enard despliega ahí, a mi parecer, su mejor prosa, desbordante, delirante, humorosa, festiva, pantagruélica, tanto como lo es el desfile casi infinito de viandas y bebidas que asoman en las páginas; páginas voluptuosas, sensuales, con una terminología embriagadora (a la traducción Robert Juan-Cantavella), celebración de la escritura y del pensamiento, a ratos, salvaje.