Entro con paso vacilante en el universo de Carlos Fuentes y acabo noqueado y confundido ante la lectura de un texto muy breve pero condensado, bien esenciado, de prosa aquilatada en donde cada palabra es un sillar. Va envuelta la narración en un halo de misterio y suspense gótico y fluido. Se principia el texto con la llegada de un joven historiador, Felipe Montero, a una casa que parece encantada (de recibir al joven) como la típica de las películas de terror. Esas en la que suceden hechos extraños, paranormales. Y así el joven está dispuesto a escribir las debidas memorias del marido militar de la mujer -el general Llorente- que lo contrata y aloja en la calle Donceles. Conoce a una joven, la Aura del título, y como una máscara derretida al fuego el texto se va licuando, retorciendo, los planos temporales del espacio y tiempo amalgamando; los personajes de Consuelo y Aura fundiéndose en un mismo cuerpo, deshaciendo el tiempo y la segunda persona con la que te narras el delirio.