Gocé con las réplicas de Azahara Alonso a su paso por Logroño, en el Cuéntalo, en conversación con Antonio Muñoz Molina, hace unos meses.
Tras los aforismos recogidos en Bajas presiones, Gestar un tópico fue su primer poemario. Un texto breve, apenas cincuenta páginas, pero bien cundidas, organizadas en tres apartados:Mi nombre es una errata, Mi suburbio preferido es la materia y Coda (o Tratado de la identidad apropiada).
Si los límites del lenguaje son los límites de mi mundo, los límites de mi comprensión marcarán los límites del disfrute lector.
Azahara, cuyo nombre no sé si es una errata, pero que en tan solo las dos primeras letras del mismo recorre todo el alfabeto, maneja el lenguaje a su antojo, lo ve todo por escrito y se entrega a la experimentación. Por tanto los poemas hay que descifrarlos, porque se huye de lo explícito, de la pornografía sentimental, del poema spam, del poema sentimental y vuelo raso, porque más que paloma urbana la autora se quiere halcón, supongo.
Y si en el último apartado, que adopta la apariencia formal de un índice, se van desgranando pensamientos en forma de aforismos: Escribir deshace los libros como leer los sacrifica, o hay desvelamientos: Mis señas de identidad son el entusiasmo y la desesperación, en los apartados anteriores la identidad parece ser el cordel, el cordón umbilical, cifrado en el gesto materno y en los ojos paternos.
Una identidad deslocalizada en distintos lugares y espacios, recorridos a través del lenguaje, un lenguaje inasible, correoso y expansivo, presto a la interpretación, la que exige al lector un texto aquí cerrado -pero siempre abierto- siempre en (y a) prueba y revisión.
Incluso creo percibir asomos de fina ironía leibnizesca, cuando leo: No vivimos en el peor de los cuerpos posibles. No hay gesta en el tópico, en la enfermedad, en las estadísticas, en las sirenas de las ambulancias de Madrid, en las hipotecas, pero son el humus en el que irá fermentando el lenguaje que nace de esa realidad, que si el lenguaje no crea, sí dimensiona.
Y me guardo como oro en paño está sentencia de Azahara.
Esos que escriben como si la literatura se tratara de escribir y no de leer.