Los celos han dado vida a obras como El celoso extremeño, El sombrero de tres picos u Otelo (traducción de Ángel-Luis Pujante). Esta última, obra teatral pergeñada por Shakespeare, nos lleva a Venecia, donde el moro Otelo ha seducido a la joven Desdémona para malestar de su padre Brabancio. Una vez casados, Yago, el alférez de Otelo, sintiéndose celoso de Casio, envenena a Otelo haciéndole creer que Desdémona le ha sido infiel.
Aquel amor tan puro y sincero que principió su relación se aborrasca y enloda. Otelo pierde el norte y se pierde también a sí mismo. Los celos le hacen dar por ciertas cuantas elucubraciones y sospechas le ponga en bandeja muy arteramente Yago, sirviéndose de un pañuelo que Desdémona pierde y que será su perdición.
Los celos, al contrario de lo que sucede en El sombrero de tres picos, ofrecen aquí un final, que resuelve tan bajas pasiones, con dos muertes: la de Desdémona y la de Otelo.