Archivo de la categoría: Editorial Páginas de Espuma

Aplicarse al cuento

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Todos los cuentos (Evelio Rosero)

hemingway
En nuestro tiempo (Ernest Hemingway)

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Narrativa Reunida (Felisberto Hernández)

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Los que duermen (Juan Gómez Bárcena)

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Cuentos salvajes (Ednodio Quintero)

escapa

Fábrica de prodigios (Pablo Andrés Escapa)

Próximas lecturas.

Lecturas 2018

Esta es la relación de los libros que he leído y reseñado en 2018. Una acertada selección de las lecturas me ha permitido sustraerme -y a su vez desafiar los preceptos délficos: ya saben, aquello de «Nada en exceso«- a uno de los grandes riesgos que corremos los lectores compulsivos: el empachamiento.

Feliz año y felices lecturas.

Ecce homo (Friedrich Nietzsche)
Un verano con Montaigne (Antoine Compagnon)
Algo va mal (Tony Judt)
Nuevas lecturas compulsivas (Félix de Azúa)
El silencio de los libros (George Steiner)
De una palabra a otra: Los pasos contados (Octavio Paz)
Fragmentos (George Steiner)
Nostalgia del absoluto (George Steiner)
Autobiografía sin vida (Félix de Azúa)
Hyperion (Friederich Hölderlin)
Parad la guerra o me pego un tiro (Jacques Vaché)
Los Muchos (Tomás Arranz)
Breve historia del circo (Pablo Cerezal) Sigue leyendo

1540-1

Luz de tormenta (Ángel Zapata)

All that we see or seem/ Is but a dream within a dream

Poe

Luz de tormenta de Ángel Zapata (Madrid, 1961) aglutina 61 rayos o fogonazos, distribuidos en cinco grupos de once y un epílogo con seis entradas. Cierra el libro un buen número de dedicatorias. Se escribe para ser leído y también (se ve) para ser agradecido. Textos que caen del lado del microrrelato pues ninguno supera las 20 líneas.

Dado que Zapata en su escritura es surrealista pensaba que estos parágrafos vendrían marcados por una prosa automática. No me he visto en ese trance. Nada que ver. El texto se nota que viene escurrido, de-cantado (bajo la forma de un réquiem, de una voz ultratómbica, de un noser (azul) salmódico) hasta que solo queda el carozo, aunque de hueso los textos tienen poco y me adscribo, dicho sea de paso, al deseo del cuento Puerta cerrada (“Habría que acabar con la dureza…”), a un porvenir emoliente.

Aquí se deja la conciencia en la sala de espera (o del desespero; eso ya va a cuenta del lector) para amasar con palabras nuestro inconsciente, que me evocan a muchas páginas de Cărtărescu en novelas como Solenoide o El ala izquierda, por su naturaleza onírica, en ese desplegar tiras de Moebius donde se licuan realidad y ficción, sueño y vigilia, haz y envés, pasado, presente y futuro; pasado del que vienen los asfódelos del Hades, el Dédalo capaz de poner en movimiento a la Verdad con plata líquida, Oscar Wilde con su sueño de convertir las mezquitas en tulipanes, Durruti disparando a las piernas de la parábola de los vendimiadores; la etimología que nos entere de que tulipán y turbante tienen la misma raíz (y su mismo designio estético).

Hasta tres veces he leído los textos, no para entenderlos mejor, sino para disfrutarlos en mayor medida. No van los tiros -o no es su diana principal- por el lado del significado, aunque sí es un desafío (y por tanto un juego) casar la mordedura del texto con el corazón dentado de cada uno de los 61 títulos. O quizás sí van por ahí los tiros y desconcertado («No es raro que la tiza caída al pie de las pizarras sea la causa del invierno«) y acertado yo desde el minuto cero, esto se escriba desde una herida emancipada y sin cuerpo.

Oh gueto mi amor

Oh gueto mi amor (Eduardo Halfon)

Mi mala memoria propicia una relectura no intencionada. Oh gueto mi amor es un relato de Eduardo Halfon que apareció en su día en el libro Signor Hoffman, del que ya hablé. No sé si el relato que publica ahora Páginas de Espuma con preciosas ilustraciones de David de las Heras, es exactamente el mismo, o si hay algún añadido o supresión, pero a medida que lo iba leyendo y después de leer la reseña de Signor Hoffman descubro que lo que leía me sonaba mucho. Halfon también hablaba de su abuelo polaco tanto en Monasterio como en Biblioteca bizarra y tiene un libro de relatos que todavía no he leído, El boxeador polaco, que entiendo que guarda relación con su abuelo, pues según se nos refiere aquí su abuelo salvó la vida porque un boxeador polaco durante una noche le enseñó a soltar puñetazos con las palabras.

Halfon se pone cabezón dándole la tabarra a su abuelo antes de morir con que le dé la dirección de la calle donde éste vivió en Łódź hasta que fue enviado junto a sus padres a un campo de concentración. El abuelo accede y entregándole un papel amarillo le viene a decir que ahí le va toda su herencia. Un patrimonio cifrado en la memoria, en un nomeolvides.

Halfon se pone en contacto con su particular cicerone, una tal Maroszek (a la que conoce epistolarmente) que le ayudará a éste en todo lo que se le ofrezca en Łódź. Halfon quiere visitar la casa en la que vivió su abuelo, aunque no sabe bien cómo ponerlo en palabras como tiene ocasión de comprobar cuando la mujer que ahora ocupa el piso le formule esa temida pregunta, qué buscas aquí, qué pretendes encontrar después de tanto tiempo. Halfon no lo tiene claro, pero a veces uno se deja llevar por el instinto, por las ganas, por la pasión, o quizás por un sentimiento de justicia, tal que ir hasta Łódź, es para Halfon algo que tiene que hacer y punto.

A punto de despedirse Maroszek le regalará a Halfon tres libros, de tres personas que murieron en los campos de concentración y que quisieron poner por escrito sus vidas o lo que les quedaba de ellas ante un futuro sin esperanza, ofrecernos su testimonio sobre lo indecible. Leyendo el final del relato, el cual me resulta demoledor y hermoso, no puedo dejar de pensar en estas palabras de María Zambrano: «El escritor quiere decir el secreto; lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad; y las grandes verdades no suelen decirse hablando. La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, en el silencio de las vidas, y que no puede decirse. “Hay cosas que no pueden decirse”, y es cierto. Pero esto que no puede decirse, es lo que se tienen que escribir. Descubrir el secreto y comunicarlo, son los dos acicates que mueven al escritor».