Archivo de la categoría: Editorial Pepitas de Calabaza

Oleada de calor

Ayer sufrimos en Logroño 43 grados. Salimos en el telediario alcanzando las máximas temperaturas en España. Bajando por la calle Portales me solacé con el aire acondicionado de la biblioteca de La Rioja, convertida en un oasis urbano, y consultando novedades mis manos aferraron Pleroma, ya saben, la totalidad de lo real. Y así pasé un buen rato disfrutando del extrañamiento que me produce leer a Ángel Zapata. Consumada la lectura, es un decir, porque ninguna lectura se consuma, me encaminé al Bretón a ver Secaderos, dirigida por Rocío Mesa. Y me resultó una película experimental, naturalista e imperfecta, como la vida misma.

Pleroma

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Toda la verdad sobre los señores de provincias (Bruno Belmonte)

¿Es que todavía no saben que en estos pagos virtuales es verdadera devoción lo que hay por Julio Camba?

Y esto viene a que el libro de Belmonte (editado por Pepitas de Calabaza) bebe de Camba, de su ironía, de un humor constante y sonante (hasta la carcajada).

No recelen y lean:

Un moderno con bigote es Tom Selleck, es Burt Reynolds, es exactamente un bigote al cual se le ha pegado un moderno. Pero a un pobre tipo de Logroño no le brota un bigote, le brota un cabo gallego de la Guardia Civil, el recuerdo de un tío lejano que tuvo, un poco tísico y eterno opositor a notarías, le crece sobre el labio superior un fúnebre juez de línea de segunda B. Un señor de Logroño se deja bigote para recordarnos que este mundo es un valle de lágrimas y bromas las justas.

¿Por qué cuál es la naturaleza del hombre de provincias? ¿Es lo mismo ser de Logroño que de Soria, Burgos o Palencia? No lo sé. Si sé que leer a Belmonte es un regreso a mi pasado (frente a los Almacenes Simeón, a los Textiles de La Ideal o las Galerías Londres). A pesar de que Belmonte sea un par de años mayor que quien esto escribe.

Me llevé al libro a una terraza al lado de la concatedral y leía, reía, alzaba la mirada y veía pasar hordas de turistas.

Y seguía ensimismado en la lectura:

Con el cambio de siglo a los españoles se nos subió el euro a la cabeza y despertamos un día banales, cosmopolitas y posmodernos.

Es lo que tiene el progreso, que a uno le preocupa más la moda que viene para el próximo otoño que la cuestión social del jornalero andaluz.

Un pasado que recorrer y al que quitarle el polvo. Una mirada, la del autor, teñida con el humor de la melancolía.

De hecho somos el huérfano de un adolescente que se nos ha muerto de formalidad y buenos alimentos.

El miedo a que el futuro no sea lo que esperamos, el miedo a que el pasado no haya sido lo que pensábamos.

Esos recuerdos comunes nos conducen a la Superpop, al bañador rojo de Pamela Anderson, a David Hasselhoff, a los phoskitos, al Domund y a Kunta Kinte; al hoy señor de Logroño que daría heroicamente la vida por la santísima trinidad que conforman el «Café, Copa y Puro».

Bruno, que además de hombre florero es docente (yo a mis traumas les he sacado título de funcionario del Estado, los he institucionalizado y puesto en nómina), propone soluciones interesantes para mejorar los malos resultados académicos:

Mandemos a nuestros alumnos a Helsinki y llenemos las aulas de finlandeses.

Y aunque el autor convoque un referéndum para declararse independiente en la república de la sosería, el mutismo y la inexpresividad, estos artículos quedan muy lejos de ser sosos, hablan por sí solos y resultan la mar de expresivos y expansivos: que lo mismo estamos en el Espolón que por las calles de Madrid o por cualquier villorrio de gira con P.

Apartado señalado, el dedicado al fútbol, el Logroñés, Las Gaunas, el Tato Abadía y sus bicicletas.

El añorado Las Gaunas daban la medida exacta de nuestros pequeños sueños razonables.

Habíamos visto regates para huir del hambre y la pobreza, sabíamos que un repentino caño bien tirado permite escapar de la favela, de un potrero pedregoso y suburbial, que la cola de vaca es el camino más recto entre la miseria y la más obscena opulencia, que se finta desde la rabia, que se dribla con el orgullo herido y el cariño colectivo como meta, que se gambetea una y otra vez para burlarse del destino y recordarle a la vida que es muy perra y que a veces se equivoca. Lo que no sabíamos es que hay también otra clase de regates de andar por casa y que sirven para salir de Binéfar. Son regates asonantados para eludir la alopecia, filigranas de arte menor con las que dejar atrás a las suegras draconianas y a los cuñados chanchulleros, modos de esquivar un futuro de madrugones, de infinitas comuniones de orondos sobrinos hiperactivos, de claustrofóbicos veraneos con toda la familia en el apartamentito de Salou. Las bicicletas de Abadía fueron una forma de decirnos a los de Logroño que también para nosotros había esperanza, que era lícito soñar y atreverse. El apocado corazoncito de la provincia guardaba su propia poesía, no por rústica y cautelosa menos seductora. Algo nos vinimos arriba.

Y si abría esta reseña mentando a Camba, díganme si este fino humor no es cambiano a tope:

Un señor que pasea con una barra de pan bajo el brazo y el periódico de la mañana en las manos es el triunfo de la la libertada y la cultura frente a la barbarie.

Hoy más que nunca toca hacerse esta pregunta.

¿Qué es España?

España son sus tardes futboleras de domingo.

Para mí el mejor artículo del libro es Fachas de mierda.

Demócratas de cuando la democracia era un sueño inalcanzable, demócratas de cuando alzar la voz llevaba a la tortura y la cárcel, con pocas bromas, por la vía rápida. Republicanos de los que intentaron construir una república y les dejaron más solos que la una, republicanos de los que perdieron la guerra, la guerra real de las escabechinas, la delación y el paseo hasta cualquier tapia agujereada, los fusilamientos, las prisiones masificadas de tifus y piojos, republicanos de los de treinta años de exilio en vano, a los que hoy nadie recuerda exactamente pero de los que todos quieren sacar provecho para su causa particular. Muertos de todas las ideologías a los que hay que seguir matando cada día, o desenterrando una y otra vez para sacarlos en procesión. Todos, sin excepción, fascistas.

Y acabo con un recuerdo de la niñez que Belmonte me pone en bandeja.

Nuestros Reyes Magos, supongo que por genial inspiración de la cabeza concibió semejante tremebunda mise-en-scène, bajaban de los cielos en helicópteros con toda la pinta de haber sido adquiridos en un desguace soviético.

Muy bueno.

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Vanas repeticiones del olvido. Obra dramática reunida (1992-2022); Eusebio Calonge

Dice Eusebio Calonge en una entrevista que la escritura nace de un grito. Lamento entonado aquí por un corifeo de personajes marginales, que lejos de musitar el estribillo alegre de la autorrealización, el éxito o los sueños cumplidos, manifiestan el ruido fiero de la podredumbre, la miseria, el fracaso, entonada por difuntos, tullidos, prostitutas, ¿locos? (Han hecho que tus razones no parezcan más que los gritos de un loco), payasos venidos a menos, presos, condenados, contrahechos.
Seres condenados a la desdicha, el hambre, la sed, el desamparo, las encrucijadas, para quienes solo existe, no el pan candeal, fragante y tierno del paraíso, sino el carbón negro del purgatorio.
Vagabundos, errantes, enterrados en vida, perdidos sin norte, con bolsillos vacíos y un porvenir careado, si no apestoso. Artistas sin público, sin carpa, sin aserrín, no vistos por nadie, pululan, menudean como sombras o fantasmas o espectros que (paradójicamente) asustan de puro carnales como son.
Muros que los albergan o encierran. Soñadores fracasados, oxímoron, si pensamos que el sueño es el terreno del éxito y la realización personal. Esperanza, no en qué, sino en quien.
La marcha fúnebre de una famélica legión de fantasmas, espectros, animas insepultas, muertos en vida, embalsamados en vida.
Humor negro: una residencia de personas mayores como un campo de concentración..

Leo, por boca de Rampló:

Todavía hay para quienes las palabras
significan algo
.

Así es, palabras, las contenidas y reunidas en estas veinte obras teatrales, muy capaces de emocionar y remover al ser leídas, en el momento, y al ser reverberadas después. Así resuenan las palabras del pedófilo, cascarón vacío despojado del monstruo; las de la joven María que va camino de la muerte, a través del purgatorio del cáncer, y los poemas como válvula de escape, una escritura contra el dolor; las de Camuñas: «habría que defenderse de quienes nos arrastraron hasta aquí, de quienes nos envenenaron la sangre»; las de Marcial: «por eso no podemos ver al enemigo, porque tiene nuestro mismo rostro: el odio nos hace iguales».

«Un cadáver al que no dejan descansar porque lo necesitan como reliquia que venerar o como restos que profanar. Podre, hedor y descomposición llenando sus discursos vacíos, un cadáver que arrastran a su horizonte»

O las palabras del Maestro:

Ya está todo pagado… He pagado tantas veces… He pagado con mi vida a cambio de vuestro olvido como de vuestro silencio. A cambio de ser pisoteado…, aplastado contra la tierra… La tierra en mi boca, en mis ojos, cubriendo mis ojos, empapando mi sangre. Tanta sangre debajo de la tierra. Sangre de todos los que no tienen nombre, un surtidor que nadie escucha. ¿Quién escucha al que grita desde la historia?

Obras de Eusebio Calonge reunidas por obra de Pepitas Calabaza, y la mayoría interpretadas por la compañía teatral La Zaranda.
Dicen que para leer una obra teatral es menester realizar una lectura escénica. No sé si he sido capaz de haberla llevado a cabo o no, pero si sé que estas obras (cuya lectura me ha tenido ocupado, entretenido y emocionado durante todas las navidades) me traen en mientes una canción de Sabina, aquella del rosario de cuentas infelices que calla más de lo que dice, pero dice la verdad.
Aquí hay mucha verdad y mucho arte. El del artista capaz de servir de transmisor entre la soledad de un ser humano y el infinito.

Índice

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El árbol de agua (Tonino Guerra)

Tonino Guerra
El árbol de agua
Pepitas de calabaza
2022
187 páginas
Traducción de Juan Vicente Piqueras
Linograbados obra de Carlos Baonza

El árbol de agua, publicado por Pepitas de Calabaza, recoge tres poemarios de Tonino Guerra (1923-2012; con traducción de Juan Vicente Piqueras y linograbados de Carlos Baonza: La miel, El viaje y El libro de las iglesias abandonadas.
Tonino Guerra fue un reconocido guionista de trabajos como Amarcord, Éboli o Y la nave va. Cuando abandona la ciudad y se va al campo se instala en Pennabilli. Allá escribe estos tres poemarios, en dialecto, en romañol.

La miel (1986), en sus treinta y seis cantos, es la descripción del paisaje y paisanaje, fruto de una mirada entrenada y aguda que fija su atención en un mundo que parece preterido. Homenaje a los agricultores que ofrecen un campo florido en primavera, y un pequeño tratado del alma humana, en el estudio de sus contradicciones y basta pensar en esos dos hermanos que abandonan este mundo sin mirarse a la cara, pero cogidos de las manos.

El viaje es el de Rico y Zaira un viaje hacia al mar, la particular luna de miel de dos octogenarios enamorados, para quienes en vez de ir en busca del mar, habida cuenta de la niebla, ya en su destino, habrán de quedar a su espera.

El libro de las iglesias abandonada
s (1988), supone el testimonio de aquellas iglesias ya abandonadas, desacralizadas por el progreso y pasto del olvido, desvencijadas, de las que apenas se mantiene en pie unos escasos sillares, pero que en su día fueron importantes para la comunidad, lugar de oración y romerías, pero luego hizo falta grava para las carreteras o la gente dejó los pueblos y vació las iglesias, vio secarse las pilas bautismales.

Tonino recibió los elogios de Italo Calvino y pienso que los textos de Tonino, que son poemas o relatos, en los que brilla la imaginación (vemos ermitas voladoras, ovejas que pasan a formar parte de cuadros, ermitas capaces de arrostrar indemnes las avalanchas, nubes estáticas (que me recuerdan a Nop) y también blanqueadoras, libros ocultos entre osarios, ermitas convertidas en almacén de inodoros, cerezos cumplidores de deseos…), espoleados por los recuerdos, son muy marcovaldianos.

Muy bueno.