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Javier Pastor

Me entero de la muerte del escritor Javier Pastor porque un buen samaritano, digamos que Pablo, escribe un comentario en una reseña mía a un libro de Javier Pastor, a Fragmenta. He leído esta última década tres novelas de Javier Pastor con mucha satisfacción y gozo lector. Esa era toda mi vinculación con Javier; mucha mayor de la que tendré nunca con otras muchas personas más cercanas. Lamento su muerte, la imposibilidad de futuros libros, a pesar de que nos haya dejado algo pendiente de publicación. Vendrá en breve y lleva por título Lo absurdo. Lo es.

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Fragmenta (Javier Pastor)

Recuerdo que en 1991 vi un vídeo de un tipo melenudo que me dejó impactado. Creo que yotuve la sensación entonces de estar escuchando algo tan novedoso como impactante. Aquello olía a teen spirit. Llevo meses leyendo novelas cuya melodía es la misma y la letra cambia poco. Tenía en la recamara la lectura de esta novela de Javier Pastor de quien había leído con mucha satisfacción Mate jaque y Fosa común. Fragmenta aparecía citada en La soledad de las vocales. Su lectura ha supuesto lo mismo que en su día creo que me supuso la escucha del temazo de Nirvana, a saber, un entusiasmo difícil de sofocar. Este libro publicado en 1999 !!!el primero del autor!!!, suena distinto. Da gusto refocilarse y chapotear en sus párrafos. Esto no es una fiesta, es una orgía del lenguaje, donde sus párrafos penetran todos nuestros orificios. Pastor exprime el diccionario y saca de él todo el ju(e)go de palabras que podamos imaginar y de paso crea otras nuevas. Leo sismografirma, leo Horroris causa, leo Canalillo de Soez, leo Aleluyástico, y no reproduzco más términos porque no me sale de las falanges. Ahí radica para mí, en esa torsión del lenguaje, el gran placer y asombro que me ha deparado su lectura.
Pastor va sobrado de caletre. Leyéndolo tengo la sensación de que Pastor es capaz de cualquier cosa, incluso que las Musas son una invención suya.
Rito de paso, Restauración -erre que erre- son pa(i)sa(na)jes literarios gloriosos.

Y qué decir del humor que gasta Pastor. El texto es una continua chufla, un atentado continuo al envaramiento, a las normas de ortografía que casi se agradece porque ofrece una mayor libertad al leer sin los cedas el paso y los stop que suponen las comas y los puntos seguidos y los pu(n)tos finales

me sentí sandiós hasta que rompí la hoja conservé el mango como recuerdo de lo bien que se pasa con un machete de destazar pototos

Libros

Muy buen año de lecturas. 2016

Este año que finaliza ha sido muy bueno en cuanto al número de lecturas y a la satisfacción que me han deparado la mayoría de ellas. He leído unos cuantos libros que deseaba leer hacía tiempo, libros soberbios, entre otros, como Rayuela, Ulises, La Regenta, La colmena, Historia secreta del mundo, El comienzo de la primavera, Los siete locos, Fedón, Relatos autobiográficos de Bernhard, Días felices en el infierno, La resistencia íntima, Peregrinos de la belleza, La isla, Los ingrávidos, Mujer de rojo sobre fondo gris, Ruido de fondo, Una ambición en el desierto, La noche feroz, Una historia aburrida, El banquete, Sostiene Pereira, Herzog; alguno crucial como el Gorgias y también alguno como Crimen y Castigo, que lo leeré entre este año y comienzos del próximo.

He leído, si no me fallan las cuentas, libros de 66 editoriales distintas, de autores y autoras de distintos países. La mayoría han sido novelas, pero también he leído ensayos, diálogos, poesía y cómics. He descubierto a escritores en los que pienso seguir abundando: Emmanuel Bove, Albert Cossery, Natalia Ginzburg, Roberto Arlt, Thomas Mann, Matilde Serao, Antón P. Chéjov, Fiódor Dostoievski, Álvaro Cunqueiro, Pío Baroja, Stuparich, Szymborska, Cortázar, Borges, Cela, Savinio, Ernesto Pérez Zúñiga…

De todos los libros leídos este año, unos me han gustado más que otros y esto se ve claramente leyendo las reseñas, así que el que tenga tiempo y ganas, ya tiene con lo que matar su tiempo.

Quien siga esta blog creo que ya estará al tanto de mis gustos y de mis disgustos literarios. En cuanto a lo que se ha publicado este año, estos son los libros que más he disfrutado y que gustosamente leería de nuevo: Nemo (Gonzalo Hidalgo Bayal; Tusquets Editores), Nembrot (José María Pérez Álvarez; Editorial Trifolium), Fosa común (Javier Pastor; Literatura Random House), La manzana de Nietzsche (Juan Carlos Chirinos; Ediciones La Palma), Hombres felices (Felipe R. Navarro; Editorial Páginas de Espuma), De profesión, lector (Bernard Pivot; traducción de Amaya García Gallego; Trama editorial), No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (Patricio Pron; Literatura Random House), No cantaremos en tierra de extraños (Ernesto Pérez Zúñiga; Galaxia Gutenberg), Un padre extranjero (Eduardo Berti; Editorial Impedimenta), El ojo castaño de nuestro amor (Mircea Cărtărescu; traducción de Marian Ochoa de Uribe; Editorial Impedimenta), Magistral (Rubén Martín Giráldez; Jekyll & Jill Editores), El sistema (Ricardo Menéndez Salmón; Seix Barral Editorial), El vientre de Nápoles (Matilde Serao; Gallo Nero Ediciones)

!Felices fiestas y lecturas!

La Regenta

La Regenta (Leopoldo Alas «Clarín»)

Leopoldo Alas «Clarín»
Orbis Fabri
732 páginas
1994

No sé si sabra Vd. que yo también me he metido a escribir una novela […] Creo que empieza demasiada gente a escribir novelas, y al pensar, de repente, que yo también voy a prevaricar me dan escalofríos. […] No me reconozco más condiciones que un poco de juicio y alguna observación para cierta clase de fenómenos sociales y psicológicos, algún que otro rasgo pasable en lo cómico, un poco de escrúpulo en la gramática…y nada más. Me veo pesado, frío, desabrido…y en fin, ha sido una tontería meterme a escribir novelas. ¿Con qué cara voy a insultar en adelante a los demás?.

Así refería Leopoldo Alas «Clarín» a su amigo Benito Pérez Galdós en 1884, los pormenores de su obra en curso.

Es posible que lo de Clarín sea falsa modestia, pero de lo referido por Clarín a Benito no me creo nada, ya que la novela es una obra maestra, una «tontería» genial.

En esta obra ambientada en Vestuta (trasunto de Oviedo) a finales del siglo XIX, Clarín, con escasos mimbres, con una historia propia del folletín, donde Ana, una joven casada con un hombre mayor quien está más pendiente de la caza que de satisfacer a su esposa, se ve pretendida por un Don Juan (para quien la conquista de su amada adopta las trazas épicas de quién ambiciona doblegar una ciudad, tal que Ana sería nada menos que una Troya de carne y hueso) y por un canónigo, El Magistral (bajo la férula materna), y ella, la pobre Ana Ozores, sufre lo indecible, al debatirse su corazón en un mar de dudas y turbulencias que la propulsionan al misticismo, luego al desencanto, a la soledad, a la tristeza insaciable, al florecimiento y finalmente a la resurrección, propia de un cuento.

En esta historia, decía, Clarín demuestra un conocimiento exacto y preciso de las pulsiones humanas, ya sean la ira, la envidia, la lujuria, la piedad, el encono, la amistad, todo aquello que nos caracteriza y nos alimenta, aquello que nos hace humanos, aquello que es nuestra cara y a menudo nuestra cruz, porque el libro, en sus más de 700 páginas no es mas que un ejercicio de introspección, de desmadejar el alma humana, de ir tirando de distintos cordeles, de darle muchas vueltas a lo mismo (con una capacidad de sugerir y de evocar sobresaliente, en donde lo pornográfico (tan en boga hoy) da paso a lo sensual, a lo oculto y velado, de tal modo, que la potencia erótica de la novela se cifra y quintaesencia en algo tan casto como los pies desnudos de una mujer en procesión), como el cuadro que precisa varias capas para alcanzar la perfección y así obra Clarín con su personaje primordial, con Ana Ozores, un personaje memorable, donde es imposible no comulgar con su exaltación, sus desvelos, sus apetitos, su sed, su desconsuelo, su injusticia, su adulterio (en una sociedad que como leo En Los pazos de Ulloa, obra contemporánea a esta (se publicó un año después que La Regenta), entendía el honor conyugal a la manera calderoniana, española neta, indulgentísima para el esposo e implacable para la esposa), su infelicidad. Un personaje, Ana Ozores, tan inolvidable, si no más que el flaubertiano Madame Bovary.

Algunas novelas parecen infinitas, no porque lo sean, sino porque las queremos pensar así. Algunas novelas las leemos, otras las habitamos y algo nuestro se queda en ellas, y quizás así llegan a ser inmortales, y pasan los siglos y siguen siendo modernas, y si no encontramos las respuestas, sí encontramos en ellas las mismas preguntas que el ser humano se viene formulando desde que tuvo uso de razón, esas preguntas que tienen que ver con aquello que nos impele, que nos nutre: el amor. Un amor tormentoso, imposible, arduo, ilegal, proscrito, en el caso de la Regenta. Un anhelo, un deseo, de amar y de vivir. Un empeño necesario.

Decía Gombrowicz que su aspiración no era otra que la voluntad de ser uno mismo, a pesar del conocimiento de que eran los demás quienes nos crean. Y en el caso de La Regenta quienes nos destruyen, porque son los otros quienes como constata brutalmente Ana, nos alegran, entristecen, colman de infelicidad o desbaratan nuestras existencias, ante la imposibilidad de ser una isla, de ser uno mismo, para acabar triturada su alma en la tolva que es Vetusta y sus gentes.

Son a su vez muy interesantes las reflexiones que Clarín se hace sobre la realidad y la ficción en lo que concierne a Víctor, el marido de Ana, quien rehuye, una vez enterado de los devaneos de su mujer, ser como los personajes de las obras teatrales (de Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Lope de Vega) que devora, como si lo leído en esas obras fuera para él ficción, fantasía y la vida fuera otra cosa, cuando a su vez, Víctor Quintanar no deja de ser otro personaje, otra creación.

Una novela, esta de «Clarín», Magistral, donde las palabras aquí vertidas son poco más que un apunte. Todo aquel que esté dispuesto a dedicar algo de su tiempo a lectura debe pasar por La Regenta y obtendrá su recompensa.

Si accedéis a leer la novela, como colofón, os recomiendo leer el enjundioso prólogo que Javier Pastor escribió para la edición de Mondadori, del cual es la cita inicial.