Basilisco es la última novela de Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) recientemente editada por Impedimenta.
Vengo observando al leer sus novelas y relatos (Padres, hijos, primates; Estrómboli; El silencio y los crujidos: Tríptico de la soledad) que a Bilbao le gusta llevar a sus personajes a situaciones límite, explorar los filosos confines de la naturaleza humana. También le gusta al autor en sus escritos el contraste entre el pasado y el presente. De esta manera las partes contrastadas ganan en vivacidad.
En el momento presente tenemos a un ingeniero que después de trabajar en los Estados Unidos regresa a España con Katharina, la que será su mujer y madre de sus hijos y con la cual no atraviesa una buena relación, lo cual también es una constante parejil en las historias de Jon Bilbao, quien rebaña cualquier hora para poder escribir sus historias. No es tarea fácil cuando los niños rondan cerca y estos consumen buena parte de las energías de sus progenitores, debilitándolos; carne de cañón para la guerra fría en la que deviene su día a día. Una excursión familiar entre el padre e hijo por las proximidades del molino de Aixerrota sirve para ver lo difícil que es a menudo mantener los nervios cuando el padre se vea increpado ante su hijo por una banda de jóvenes góticos en un cementerio, trance que me recuerda en su planteamiento a lo visto En un mundo mejor.
Los temores, desvelos, zozobras, asechanzas del padre, inseguridades (el miedo a ser abandonado por su pareja, a que le ponga los cuernos con un antiguo novio, a que su hijo muera…) se vierten de manera consciente o inconsciente en su escritura; no es extraño por tanto plantear en un relato una situación en la que un padre flotando en el mar casi de noche y con dos niñas muy pequeñas: una hija y una amiga de la misma, se enfrenten una situación que puede ser fatal, y ahí la disyuntiva de a quién salvar, aunque luego el azar juegue sus propias cartas. Desde la niñez y la mocedad parece que al ingeniero le atormentan los miedos hacia las arañas que podrían habitar en la casa familiar de Ribadesella. Estos temores luego afluyen en el relato de Bilbao cuando nos lleva al lejano Oeste de la mano de Dunbar, mezclando elementos que parecen sacados del Meridiano de sangre de McCarthy y de la trilogía Cegador de Cartarescu (arañas, epopeyas oníricas…); escenario en el que se despliega una violencia desmedida, con un grupo de hombres buscando en una cueva la prueba que desbarate las teorías Darwinistas entonces en boga. En el grupo, Dunbar y un pintor que me trae en mientes la novela airana Un episodio en la vida del pintor viajero. Tras ellos una formación del ejército y otra banda de forajidos. Despliega Bilbao ahí todo su buen hacer. A mi parecer, Dunbar, al que más tarde llamarán Basilisco es la gran baza de la novela. Uno de esos personajes épicos que quedan fijados en el recuerdo.
El momento presente no está exento de tensiones y secretos, como el ingeniero tendrá ocasión de comprobar en el mismo seno familiar a cuenta de los más y los menos entre sus progenitores, propiciando a su vez el regreso temporal a “casa”. Si las relaciones humanas son tan necesarias, a veces es todavía más oportuna la soledad, apartarse de los seres queridos, reivindicar el propio espacio, como le echará en cara su propia madre. La puntilla al ego del ingeniero y escritor en ciernes viene cuando sus escritos no suscitan el apasionado interés de su entorno más cercano, como Octavio -un profesor senecto con el que el escritor no quiere cruzar la frontera que separa la amistad sin compromiso de los cuidados personales- o incluso lejos de granjearle halagos y reconocimientos, la valoración hacia su labor se resuelve con un denuesto filial: Tus relatos no me gustan.
Basilisco, aquel animal mitológico capaz de fulminar con su mirada, cede parte de su halo misterioso a Dunbar, un dios menor de carne y hueso, hecho de la misma pasta literaria que Eisejuaz; segregado por el ingenio del escritor, personaje de Bilbao que mediante continuas puertas giratorias va solapando realidad y ficción dentro de la ficción de la realidad, teñida ésta incluso de tinta ¿autobiográfica? y con un estilo, el de Jon Bilbao, cada vez más eficaz, contundente y depurado.
Impedimenta. 2020. 294 páginas