Archivo de la categoría: José María Pérez Alvárez

Ese momento (José María Perec Álvarez)

Ese momento en el que sabes que no vas a vender un puto libro en tu puta vida. Ese momento en el que sabes que sólo van a leerte media docena de amigos, a lo mejor un crítico ocioso y cuatro colegas que te aprecian. Ese momento en el que te desentiendes de los maestros a los cuales pusiste como ejemplos a los que debías aspirar. Ese momento. Ese momento en el que coges el bolígrafo y empiezas a acumular líneas y párrafos y capítulos con la certeza de que estás escribiendo para ti. Ese momento en el que descubres tus limitaciones. Ese momento en el que eres consciente de que tu nombre no aparecerá en suplementos literarios, ni en revistas; de que jamás te llamarán de una feria del libro para firmar ejemplares; de que nadie te reclamará para coloquios ni mesas redondas ni otros alardes literarios. Ese momento en el que las editoriales rechazarán tus manuscritos. Ese momento en el que eres consciente de que el mundo se circunscribe a tu despacho, a tu mesa de trabajo, a los libros que te rodean y nada más, apenas nada más. Ese momento en el que te das cuenta de que ya nada es posible fuera de una cierta decencia para escribir. De que tuviste a tu alrededor personas que confiaban en que fueras capaz de hacer algo extraordinario pero descrees ya de lo extraordinario si proviene de ti mismo. Ese momento en el que mundo se reduce a lo que diariamente te rodea, esa basura miserable. Ese momento en el que disfrutas más de lo que lees que de lo que escribes. Ese momento en el que te gustaría mandarlo todo a la mierda pero algo te impulsa a seguir. Ese momento en el que descubres que hay numerosos escritores excelentes que de alguna forma compensan lo que tú eres incapaz de conseguir. Ese momento en el que percibes que estás en una división inferior a la que te gustaría pertenecer. Ese momento en el que tu incapacidad te invita al silencio; ese momento en el que te preguntas ¿para qué seguir intentándolo? Ese momento brutal en el que el mundo se te cae encima y u optas por transigir con la maldición o decides poner punto final a lo intentado hasta ahora. Ese momento en el que en vez de esgrimir el bolígrafo piensas que es mejor abrir un libro ajeno o salir a beber un vino. Ese momento en el que te avergüenzas de lo que has firmado. Ese momento en el que tienes la seguridad de que el silencio es la mejor opción que debes admitir contra toda esperanza. Ese momento. Acaso ese momento cruel. Ese momento en el que la vida se paraliza y sales al balcón a fumar un cigarrillo y ves un cielo medianamente azul que nada te sugiere. Ese momento. Ese momento en el que estableces una rutina que te exima de escribir: salir a caminar, beber una cerveza, hablar con algún conocido, regresar a casa, leer a otros autores, ceñirte a la tristeza o a la melancolía, convertirte en presidente de la comunidad de vecinos. Ese momento en el que sabes que nunca escribirás nada medianamente digno, medianamente inolvidable. Ese momento en el que sabes que nadie se preocupará por ti, que ningún agente literario reclamará tus libros ni editorial alguna se interesará por lo que escribes, que no puedes aspirar a ningún premio, que sólo te queda esa vana esperanza, esa vana costumbre de emborronar páginas sin ningún destino que no sea el del olvido, ese momento. Justo en ese momento, es que cuando debes empezar a escribir.

vía | Caterva de palabras

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Predicciones catastróficas (José María Pérez Álvarez)

No nace esta literatura de un taller de escritura (re)creativa, no es prosa de laboratorio, no, más bien aquí lo que nos ofrece José María Pérez Álvarez a sus 65 tacos (Presidente honorífico del Sindicato Nacional de Autores Invisibles (SNAI)) al que he dedicado unas cuantas palabras con anterioridad, pues esta es la séptima novela que leo suya, la cuarta publicada en Trifolium, en ediciones como la presente muy meritorias, ya desde la preciosa portada, la calidad del papel, la tipografía y la ausencia de erratas, es esa literatura que opera –y fracasa- como parapeto contra la muerte, el vacío, la soledad; la prosa de la enfermedad, del vómito y la resaca, del infarto, de la sonrisa y la carcajada (es esta una novela hilarante y delirante: una broma continua que me place infinitamente más que otras bromas infinitas) de las noches de farra o en vela (o en cirio), de los escritores suicidas que pueblan el texto (Plath, Sexton, Ferrater), las palabras que se instilan y hollan el papel: fruto (maduro) de una vida vivida, bebida y vívida (porque como leo en el Diario Volátil de Miguel Sánchez-Ostiz y según afirma Matzneff: el pesimismo lúcido es vivificante), años que pesan y posan y de-cantan: ya sea por Sabina, Brel, Arjona o Manel, páginas plagadas de guiños a otras lecturas: Ulises, Rayuela, La divina comedia, La vuelta al día en 80 mundos, los versos de Petrarca, los apuntes del putero Charles (Bukowski), el perroFlushvirginiano, los guiños autorreferenciales como el comienzo de La soledad de las vocales, o reformulaciones de lo que aparecía en Cabo de Hornos “sin estos imponderables e incertezas la vida sería tan aburrida como una sesión parlamentaria”. Si acercas tu pabellón auditivo al libro oirás su tictac, si pas(e)as las manos por sus páginas (no leo en digital) verás que se repliegan, si te concedes el homenaje de leerlo, porque aquí ya sería reiteración hablar de fiesta (así que diremos orgía) del lenguaje verás que todo libro es un ser vivo, en hibernación, hasta que lo abres y cobra vida, porque leer es exhumar, leer es un bocaboca, leer en este caso es darte un jeringuillazo, un pelotazo de aquilatada literatura, merced a un aluvión de palabras (265 páginas) que me conquistan y me colonizan, donde cabe toda la nada: desde la grosería, hasta el exabrupto, desde la metaliteratura hasta la autofricción, desde la realidad despellejada hasta la utopía de pensar que una joven de 20 años pueda enamorarse de un señor (profesor de literatura jubilado (¿guiño Bayalino?) y escritor) de sesenta. Al revés sí. Rowling vs Twain. Una narración que es una carta, una bella confesión de amor (sea esto lo que cada cual entienda por ello) una botella con mensaje arrojada al mar, un demarraje, un dejar un pelotón -todo buen escritor es (o ha de ser) un excelso escalador- y perpetrar una Odisea (sin Penélope y con la literatura como única patria, en minúscula), un dejarse ir sobre el papel en estado de efervescencia, porque esta novela es eso: es la pastilla que echamos en el vaso y vemos consumirse sin remisión, como el amor del narrador hacia esa joven, un amor no consumado, sí consumido, como ese tatuaje que es calcamonía, porque como dice la canción Lo nuestro no pregunta por futuros, ni por stock options, podemos añadir, porque aquí no hay futuro (sino yesterdays) ni primas, sino el ER(R)E que ER(R)E del desamor, o del amor no correspondido. Decía Iniesta (el cantante) “quiero oír alguna canción que no hable de sandeces y que diga que no sobra el amor y que empiece en sí y no en no”. Aunque esta novela no empiece con un Sí, pero sí la clausure con un Sí, paradójicamente, ese sí es un rotundo NO. Como la vida misma.

Imponderables

Nacho confirmó que los futuros proyectados no se cumplen nunca, se cumplen otros futuros, los imprevistos, y que eso era lo que le prestaba a la existencia su pizca de sal (sic) porque si sólo sucediesen los futuros proyectados la vida sería una tediosa sesión parlamentaria y él estaría muerto de cirrosis.

Cabo de Hornos. José María Pérez Alvárez. DVD Ediciones (2005)

Libros

Muy buen año de lecturas. 2016

Este año que finaliza ha sido muy bueno en cuanto al número de lecturas y a la satisfacción que me han deparado la mayoría de ellas. He leído unos cuantos libros que deseaba leer hacía tiempo, libros soberbios, entre otros, como Rayuela, Ulises, La Regenta, La colmena, Historia secreta del mundo, El comienzo de la primavera, Los siete locos, Fedón, Relatos autobiográficos de Bernhard, Días felices en el infierno, La resistencia íntima, Peregrinos de la belleza, La isla, Los ingrávidos, Mujer de rojo sobre fondo gris, Ruido de fondo, Una ambición en el desierto, La noche feroz, Una historia aburrida, El banquete, Sostiene Pereira, Herzog; alguno crucial como el Gorgias y también alguno como Crimen y Castigo, que lo leeré entre este año y comienzos del próximo.

He leído, si no me fallan las cuentas, libros de 66 editoriales distintas, de autores y autoras de distintos países. La mayoría han sido novelas, pero también he leído ensayos, diálogos, poesía y cómics. He descubierto a escritores en los que pienso seguir abundando: Emmanuel Bove, Albert Cossery, Natalia Ginzburg, Roberto Arlt, Thomas Mann, Matilde Serao, Antón P. Chéjov, Fiódor Dostoievski, Álvaro Cunqueiro, Pío Baroja, Stuparich, Szymborska, Cortázar, Borges, Cela, Savinio, Ernesto Pérez Zúñiga…

De todos los libros leídos este año, unos me han gustado más que otros y esto se ve claramente leyendo las reseñas, así que el que tenga tiempo y ganas, ya tiene con lo que matar su tiempo.

Quien siga esta blog creo que ya estará al tanto de mis gustos y de mis disgustos literarios. En cuanto a lo que se ha publicado este año, estos son los libros que más he disfrutado y que gustosamente leería de nuevo: Nemo (Gonzalo Hidalgo Bayal; Tusquets Editores), Nembrot (José María Pérez Álvarez; Editorial Trifolium), Fosa común (Javier Pastor; Literatura Random House), La manzana de Nietzsche (Juan Carlos Chirinos; Ediciones La Palma), Hombres felices (Felipe R. Navarro; Editorial Páginas de Espuma), De profesión, lector (Bernard Pivot; traducción de Amaya García Gallego; Trama editorial), No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (Patricio Pron; Literatura Random House), No cantaremos en tierra de extraños (Ernesto Pérez Zúñiga; Galaxia Gutenberg), Un padre extranjero (Eduardo Berti; Editorial Impedimenta), El ojo castaño de nuestro amor (Mircea Cărtărescu; traducción de Marian Ochoa de Uribe; Editorial Impedimenta), Magistral (Rubén Martín Giráldez; Jekyll & Jill Editores), El sistema (Ricardo Menéndez Salmón; Seix Barral Editorial), El vientre de Nápoles (Matilde Serao; Gallo Nero Ediciones)

!Felices fiestas y lecturas!