Archivo de la categoría: Libros

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Jugadores de billar (José Avello)

Publicada en Alfaguara en 2001, Trea recupera en 2018 la espléndida novela de José Avello. Justificadas las más de quinientas páginas, en el logrado empeño de José por describir al detalle las naturalezas humanas que conforman la narración; la del grupo de hombres que se reúne para jugar al billar en el Mercurio y cuyas existencias se irán desgranando con prolijidad.

Hilos narrativos que se van desprendiendo de la gran madeja que fue la guerra civil y un hecho sucedido en Oviedo.

Son hijos de los vencedores que atesoran un pasado obscuro, cuyos viles actos son ocultados hasta que una suerte de justicia venidera desvele un crimen pasado, ligándolo a otro presente y renovándolo.

El narrador es el cuarto amigo, anónimo, conocedor de la historia de los demás al dedillo. Así nos referirá los abismos a los que aboca el deseo insatisfecho (el que siente Álvaro hacia Verónica), las crisis de pareja (entre Manolo “Arbeyo” y Carmina), las consecuencias venenosas de la codicia (como la de Borja Molina), el amor timorato (de Floro por Adelina), la maldad en encarnada por el tío Álvaro, los abusos que mancillan dignidades.

Los saltos temporales están muy bien ejecutados y no suponen perder el hilo de la narración en ningún momento.

José maneja con destreza e inteligencia los sagaces diálogos, insufla el texto de humor e ironía, sin sustraerse al dramatismo que menudea de principio a fin, retratando los claroscuros del alma humana, la escala de grises en la que se plasman los sueños, ambiciones y anhelos de todos ellos.

Aquí las palabras tienen peso y gravedad, sentido y significado.

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Un crimen japonés (Daniel Guebel)

Un crimen japonés cifra bien la ambición de Daniel Guebel, a lo largo y ancho de más de quinientas páginas, en las que el autor nos llevará al Japón medieval, y lo que comienza como una novela, con un hilo tan sugerente como es que el hijo del muerto quiera saber la identidad del asesino del progenitor (aviso: despeje el lector su mente de previsibles novelas negras o históricas, porque Guebel gusta de mezclar géneros), derive luego hacia el ensayo, merced al afán totalizador de Guebel, que quiere describir al detalle aquel mundo antiguo japonés, acarreando consigo un buen número de palabras japonesas que en mi caso voy olvidando a medida que leo, pero que a pesar de todo logran mantener viva la curiosidad, pues en aquel pasado tan remoto hay instilaciones del futuro, como sucede con la presencia de autómatas, tan bien elaborados que cuesta diferenciarlos de los seres reales y así Yutaka Tanaka, el hijo huérfano de padre, en busca de su venganza reclamará información al poderoso Ashikaga Takauji (fundador y primer shōgun del shogunato Ashikaga, entre 1338 y 1358), enamorándose de paso de la mujer de este: la Dama Ashikaga. Y así habrá sexo, y violencia y mucho humor y una venganza que parece ser el motor de la historia, pero que no sirve para rematarla, pues parece que será la propia naturaleza la que pondrá punto y final a Ashikaga, y dejará inconcluso el final de Yataka, ya que opera aquí, más la prosa juguetona y chispeante del autor y su desbordante imaginación en los diálogos, y en la construcción de las historias, en esta suerte de alocado teatrillo, tan, tan godible, que en la resolución de las mismas.

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El intelectual rampante. Chimaera bombinans in vacuo (Basilio Baltasar)

Descubro la escritura de Basilio Baltasar merced a los treinta y cuatro ensayos agrupados bajo el título de El intelectual rampante. Chiamera bombinans in vacuo. Libro editado por Krk Ediciones.

Algunos de los textos habían sido publicados en Jotdown, Claves, La Vanguardia, El País y Carnets de Formentor. Y han sido corregidos, modificados y adaptados para esta edición.

Uno de los temas que parece preocupar al autor es la predominancia de las redes sociales:

Las redes sociales han envenenado la percepción de la política, han canalizado la movilización tribal de los ciudadanos, enervado la conciencia de la soledad y excitado la angustia existencial […] En realidad son una charca de palabrería psicótica. Han propiciado el hostigamiento de los individuos y envenenado con furia tóxica el debate social […] Ser vigilado, computado, censado por un algoritmo no es menos inofensivo que serlo por un inquisidor.

Cita Basilio a Alexis Tocqueville, quien allá por 1840, ya hablaba de un poder inédito. De un poder que no quebranta las voluntades, las ablanda.

Y quizás esta preocupación tiene mucho que ver con la constatación de cómo se desmantela la tradición, se orillan los clásicos, se última la herencia recibida a lo largo de los siglos. Por eso, la mayoría de los ensayos versan sobre figuras claves, como Rembrandt, El Bosco, Goya (Su arte atestigua el alcance de su imaginación, pero también el poder creador de la inmensa y oscura región del inconsciente. Las imágenes de energía repulsiva que pululan en su umbral pueden ser para un hombre de la sensibilidad y talento de Goya un motivo artístico y también el síntoma de una profunda perturbación), o yendo más atrás en el tiempo hasta Sinesio de Cirene, o bien nos habla de las ruinas de Babel (Ese rumor que no deja de sonar, que remite a la conciencia moral del origen y a la restauración del sentido que redimirá la causa humana, es el susurro que interfiere y obstruye la dominación perseguida por la vieja e incansable maquinaria del Poder), de los Cantos de Maldoror de Isidore Ducasse (Maldoror no es un monstruo, es el profeta cínico de la edad cansada, el que lo sabe todo sobre el misterio de la Creación, el heredero de una revelación, el autor de una inconcebible rapsodia épica. Por ello le corresponde la más alta distinción, el más apreciable de los honores), o de autores contemporáneos que vivifican el pasado como Roberto Calasso (Las vías que el conocimiento ha hendido en el arte, la literatura y la religión han sido transitadas por Roberto Calasso con la precisión del erudito, la elegancia del literato y la energía del pensador; Calasso, para quien lo numinoso reclama su potestad, aunque nos creamos a salvo de su implacable avidez), de visionarios como Kafka (y sus mandamientos bohemios), de autoras cuyas obras nos interpelan, como Ernaux (En la desbrozada literatura de Ernaux abandonan las páginas que ayudarán a examinar lo que pensamos y sentimos. La cavilación que ha desarrollado nuestra escritora a lo largo de los años puede animar en el lector una imitación fructífera. Observarse en los episodios de la vida propia y discernir cuánto de cada uno quedó apresado en las redes de un lenguaje falsario. Cuánto hay de postizo en el consuelo que desfigura lo que fuimos y cuánta fantasía alimenta la ficción del yo inventado para glorificar nuestra importancia personal), Cartarescu (Solenoide; Él único modo de seguir al autor de Solenoide es azuzando nuestra percepción crítica, encrespando nuestra resistencia intelectual, pero al mismo tiempo penetrando la prosa de su elevada y barroca imaginación), César Aira, Coetzee (su Trilogía de Jesús; El relato de Coetzee nos incita a reconocer la potestad creativa de la literatura, los horizontes sublimes de la inteligencia narrativa, y nos anima a seguir el rastro de las figuras rescatadas de un pasado inmemorial, las imágenes que han peregrinado a lo largo del tiempo, de libro en libro, de un mundo a otro, a través de la hipérbole que llega hasta nosotros), a Ricardo Piglia (y su Último lector; nos dice Piglia que el lector avanza a ciegas pero que siempre lee en el texto los indicios de su propio destino. Éste es el modo de leer que cultiva el último lector. La soledad del cabalmente abstraído, su egotismo ensimismado, la formidable intensidad de su concentración, su desdén por el ruido mundano, la sagacidad de su mirada, le han permitido llegar al yo que estaba esperando encontrar) o Cees Noteboom (El viaje es la metáfora sentimental del destino; al mismo tiempo, el encuentro con el grandioso panorama de la Creación. El mundo fértil, la tierra fructífera en perpetua metamorfosis y a salvo del tiempo devorador. Un mundo que solo puede vislumbrar el peregrino que ha firmado un pacto existencial con el espíritu: ir a la deriva hasta el momento en que lo crucial sea revelado.

El presente, la pandemia, se filtra o hermana con textos como La peste de Camus. Hay algo sustancialmente diferente entre aquella época y nuestra mentalidad: hoy nos parece inaceptable que la desdicha envuelva algún tipo de enseñanza.
Y reflexiones sobre la tauromaquia al hilo de la farsa del toro de la Vega:

Sin embargo, los feroces cazadores de toros no son tanto los prisioneros del perturbado imaginario de la violencia como las víctimas de un íntima y secreta vergüenza. Incapaces de abolir la tradición que les impone la violencia, sometidos al torturado dilema ente honor y brutalidad, los lanceros de Tordesillas llevan a cuestas el insufrible rubor que los oprime.

A la nómina de pintores hay que añadir a El Roto (Las viñetas del Roto se abren como el escenario de una representación y es en este espacio teatral en donde su penetrante visión adquiere una singular maestría. Con una sola escena resuelve un asunto endiabladamente encrespado por el vocerío social y de un brochazo, como suele decirse, deja la intemperie innumerables embustes.

Los textos aquí espigados de algunos de los ensayos, creo que nos permitirán calibrar la calidad de la prosa de Basilio, ponderar asimismo su sagacidad, conocimiento y buen tino en la selección de los temas y autores, y avivando con estos ensayos la sed de saber del lector curioso y falto de libros -que nos son tan necesarios- como el presente.

Muy bueno.

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Sashimi blues & Diafragma (Marta Alamañac)

Quizás sea porque comparto año, mes (un mes huérfano de paseos) y ciudad de nacimiento con la autora, Marta Alamañac, que sus dos poemarios leídos me resultan tan cercanos como la conversación mantenida con una amiga.

En el aire el olor a pimientos, las chuletadas veraniegas al sarmiento, los porrones de vino con casera, el Ebro (donde el agua se hace jota) como hilo conductor entre Logroño y Zaragoza, los chicles Cheiw, los petazetas, vinilos, el cariño de las tías, en suma, jirones de un pasado. Y el amor encontrado (en los poemas Somos dos, Dualidad, Soberbia; leo: tú eres mi jardín de invierno; De ti, sentido) y el desencuentro (Nos cruzamos, nos amamos, nos abandonamos; Los hijos no nacidos/ Años blancos, vacíos; No hay belleza en lo perdido); los viajes (Conseguí despegar/ Ver mundo, respirar): Tokyo, París, Nápoles, Pompeya… también la mirada atenta (Las uñas con mugre, manos que cuidan/ las uñas de porcelana, manos que mandan)

Poeta sin rima, maga sin trucos, soñadora anónima. La vida se desvive en el papel. Y en el mismo, hay mucho anhelo de volar, de libertad (Mi libertad/ intangible, incorruptible/ Mía), ante la conciencia del tempus fugit.