Leo: la actualidad es una verdura de invernadero que, a pesar de su buen aspecto, no tiene sabor y al segundo bocado aburre. Esto no impide que la presente novela de Manuel Astur (Grado, 1980) combine lo actual con lo pretérito con óptimos resultados.
Marcelino, Lino, es el tonto del pueblo, que vive solo a las afueras de la localidad asturiana de San Antolín. Un día recibe la visita de su hermano y la sangre llega al río. Marcelino emprende entonces una huida que es al mismo tiempo su salvación, ya que a medida que se ve exonerado de las tareas agrícolas, ganaderas y forestales que han ocupado su vida en su totalidad dispone de tiempo libre, que en su deambular lo llevará incluso a ver algo hasta entonces inédito para él.
Un narrador omnisciente nos sitúa en aquella distancia, para irse luego aproximando, en la que el planeta tiene el tamaño de una pelota y los afanes de los seres humanos se asemejan al trajinar de una hormiga que en un charco minúsculo de saliva se afanase en salvar el pellejo de forma denodada. El tiempo es un todo que va desde la nada primigenia hasta el ruido del televisor presente hoy en cada casa del pueblo; una mudanza de los siglos que gira siempre sobre el mismo eje.
Poco parece quedar ya de aquel mundo antiguo que con mano de orfebre tan bien cincela Astur, mundo que resultaba mucho más sencillo y sólido que el actual mundo nuevo, acuñado en el progreso, cuya liquidez y superficialidad parecen ser sus señas de identidad.
Astur pendulea entre la crudeza -como la escena en la que se sacrifica un cerdo que a su vez es una fiesta popular de alegría vecinal compartida- y la ternura, en lo relativo a la madre de Lino, bruja milagrera, encarnando ésta la bondad, el amor, la resiliencia, en contraposición a la oscuridad de su padre, un macho cabrío borracho y maltratador.
Lo mejor de esta primorosa novela es la atmósfera fantástica y naturalista que Astur crea, algo parecido al arrullo sonoro de aquel cuento (o suma de cuentos) que se nos ofrece al amor de la lumbre, que te seduce, embriaga, enamorisca, emociona, y consigue sorprenderte en sus continuos meandros, con aquella voz antigua capaz de resucitar palabras moribundas.
No diré que este libro es un milagro porque no lo iban a creer.
Acantilado. 2020. 176 páginas