El escritor, investigador y crítico literario Manuel Fernández Labrada reseña en su indispensable blog literario Saltus Altus Últimas noticias de la humanidad.
Gracias por una reseña tan extensa, prolija, y generosa. Que un manuscrito se convierta en libro ya es un milagro. Que el libro una vez editado encuentre al lector y sea así leído ya es el sumun.
La reseña dice así:
Ya se sabe que las noticias son casi siempre malas. Basta con echar un vistazo a los titulares de los periódicos o encender la televisión para comprobarlo. Y las que corresponden a la humanidad y sus amenazados valores sospechamos que serán tal vez peores. Si no hubiéramos leído antes Muerto de risa o Die Zweisamkeit, abriríamos este nuevo libro de Francisco Hermoso de Mendoza, Últimas noticias de la humanidad (Ápeiron, 2023), con el ánimo algo encogido. O como mínimo, en alerta. ¿No nos hacen sufrir ya bastante los locutores de los telediarios? Pero sabiendo cómo se las gasta el autor intuimos que las cosas no llegarán nunca a ponerse demasiado feas, o al menos vendrán acompañadas por ese sano humor que todo lo suaviza y nos ayuda a tragar de buena gana hasta las píldoras más amargas. Que de eso se trata en literatura. A diferencia de los anteriores trabajos del logroñés, Últimas noticias de la humanidad nos ofrece un conjunto de quince relatos, un amplio abanico de propuestas narrativas fraguadas en formas y registros muy diversos. El libro alcanza una unidad que es suma y equilibrio de fuerzas contrapuestas: lo cómico y lo serio, lo coloquial y lo experimental, lo breve y lo extenso, lo simple y lo complejo: testimonio de la amplia variedad de intereses que preocupan a Hermoso de Mendoza. Su proyectada síntesis de humor, sentimiento y reflexión ha sido felizmente alcanzada.
Basta con leer el breve relato que abre el libro para comprobar el saludable estado de la humanidad y sus valores; o cuando menos, en algunos dominios. Elaborado a partir de los recuerdos de un niño, Ausencias narra con brevedad una emotiva escena familiar de duelo, sencilla y bella a la par. Menos halagüeño, en la falta de humanidad que su condensada trama evidencia, se nos manifiesta el segundo de los relatos, Muerte en reversa: una minificción de corte experimental donde el drama de la inmigración ilegal puede leerse también ―como la melodía de un canon retrógrado― principiando por su final, tal como si el trágico fin del emigrante protagonista estuviera ya prefigurado desde su nacimiento. «En mi comienzo está mi final», que diría T. S. Eliot. Últimas noticias de la humanidad, el relato que da título al libro, es una breve pintura de una sociedad futura volcada hacia el consumismo extremo (conshumanía), feliz muestra de cómo Hermoso de Mendoza sabe mezclar lo serio y lo cómico. Aunque el progreso ha avanzado en casi todos los frentes ―menos en la abolición de las clases sociales y sus desigualdades―, la única nota reivindicativa parecen darla… ¡los calvos!: pacientes sufridores de una carencia pilosa que hasta la fecha la ciencia no se ha sabido o no ha querido resolver. Quizás en los marginados pocopelo aliente la última esperanza de la humanidad, la única fuerza reivindicativa aún no anestesiada por el consumismo más autocomplaciente. Con esta especie de anticlímax, tan propia del autor (¡no nos vayamos a poner demasiado estupendos!), se conjuga la gravedad de una pintura distópica, casi apocalíptica, con la broma un tanto surrealista de los calvorotas. Plenamente inmerso ya en el humor y la ironía descubrimos En las antípodas, un divertido relato ambientado en un rincón perdido de esa España vaciada de la que tanto se habla (y por la que tan poco se hace). La llegada de un vendedor de telefonía móvil, que parlotea por su terminal en las desamuebladas calles de la aldea, produce un impacto comparable al que provocaría el desembarco de un extraterrestre en plena Gran Vía. Aquí la ficción queda reducida a esa santa inocencia digital de los lugareños (¡que Dios se la conserve muchos años!).
Como cabía esperar, podemos distinguir en Últimas noticias de la humanidad un grupo de relatos que tienen como asunto principal la propia literatura, habitual seña de identidad en la narrativa de Hermoso de Mendoza. Como sucedía con la famosa partitura de John Cage (4’33»), donde lo importante eran los comentarios del público escandalizado (y no los cuatro minutos y pico de silencios al piano), la obscena exhibición de un libro en un parque público (Diario de una lectura) provoca una lectura salpicada de comentarios: una performance en la que una novela de Alberto Olmos semeja una partitura de música aleatoria cuya simple exposición genera un segundo texto: el propio relato. Si leer un libro en la calle es ya una provocación mayúscula (casi tanto como sacar el paraguas en día soleado), exteriorizar mediante la risa que te lo estás pasando bien es mucho más grave. ¡Como si la lectura no fuera un castigo superado de la escuela que es preciso olvidar! La broma infinita es una reflexión fabulada sobre la tradicional disyuntiva entre imitación y originalidad; sobre el juego de lo verdadero y lo falso como valores artísticos polivalentes. También de la credulidad y pereza de los lectores, capaces de tomarse como cierto un desaforado ejercicio experimental consistente en presentar lo propio como ajeno, lo original como plagiado. Ya no se trata solo de que los lectores sean hipócritas, como aventuraba Baudelaire, sino que también son… ¡Es que se lo creen todo! La sublimación del amor sólido es una parodia del reencuentro de Odiseo con Penélope: una situación que, desde nuestra desencantada perspectiva moderna, parece pedir a gritos la burla desmitificadora. Vestida con ropajes inadecuados y acosada por las redes sociales y el Photoshop, la madera de héroe se disgrega con la rapidez de un plástico compostable de última generación. El que Argos no reconociera a su dueño, siquiera por el olfato, daba ya muy mala espina de su condición heroica. Incluso en un relato de aparente corte erótico, como es ¿Un gran malentendido?, el componente metaliterario se muestra decisivo en la resolución del enigma que se plantea al lector. Uno de esos acertijos binarios, en apariencia sencillos, pero imposibles de resolver. Comparable al que se presentaba en el célebre relato de Stockton, ¿La dama o el tigre? Por muchas vueltas que le demos no saldremos de dudas. ¿El protagonista es un asesino en potencia o un bromista que se pasa de listo? La clave parece estar en la combinación de una sonata de Beethoven con un personaje de Tolstói. El peligro, en pasarse de listo. Así le ocurre a la protagonista. A veces es mejor saber menos.
También es discernible, en Últimas noticias de la humanidad, un conjunto de relatos donde las rutinas del hogar se subliman con el concurso de la imaginación, de tal manera que se produce una tensión entre vida y ficción, entre lo cotidiano y lo imaginario. La vida familiar, con su plétora de sucesos variopintos, puede convertirse en un inesperado acelerador de partículas imaginativas que nutren al narrador. Es el caso de la fantasía ecuestre que entretiene a un padre que oficia de caballito para su hijo, mientras la sombra del futuro móvil que el niño le exigirá en breve proyecta en su caletre una sombra de sospecha (¿o de esperanza?) sobre el futuro de la relación familiar (Esta tierra es tu tierra). O las fantasías sexuales de un marido en el restaurante, al que los sucesivos platos de un suculento menú le hacen perder el norte y montarse una película erótica de intercambio de parejas difícilmente realizable (La ocasión). Hasta en el torpe y cómico batacazo de un padre de familia (mientras no se demuestre lo contrario, caerse siempre es un acreditado motivo de risa), armado con la zapatilla sancionadora, podemos ver una especie de sublimación ―modo pictórico― de una entrañable escena familiar de otros tiempos, cuando a los niños se les pegaba «por su propio bien» (Saturno devorado por sus hijos). Una caída muy oportuna que no solo libra a los niños de un castigo humillante, sino también al autor de incurrir en la incorrección política. Reconozcámosle al progenitor, sin embargo, el mérito de no haberse acogido al tradicional resabio machista según el cual los padres atizaban con la correa y las madres con la zapatilla (creo que fue Afrodita la primera que se quitó la sandalia para sacudirle al indócil de Eros). Leyendo esta divertida minificción, algún lector quizás recuerde ese curioso cuento de Saramago en el que un anciano se caía, como a cámara lenta, de su silla. Prodigios de la imaginación. ¡O fabular o morir!
Jalonando a intervalos regulares los otros relatos que integran el volumen, Hermoso de Mendoza sitúa tres textos notablemente más extensos y de mayor densidad. Son algo así como los contrafuertes que sustentan el libro, contrapesando quizás la brevedad de las otras ficciones. Los tres tienen en común el de poner en escena diferentes figuras de huida ante una realidad que no se desea o no se puede enfrentar: el prófugo, el suicida y el mendigo voluntario. El primero de ellos, El espumillón de los días, tiene las apariencias de un relato de intriga, aunque trufado de ironía y de esas referencias literarias tan apreciadas por su autor. Es la historia de una huida protagonizada por un personaje que se autodefine como «figurante» que siempre «va de relleno y sin frase». ¡Vamos, un perdedor! Su aparente mala conciencia se nos revela como la consecuencia de un carácter indeciso y pusilánime. El relato, que tiene como uno de sus principales valores el de mantenernos prendidos de una deriva argumental imprevisible, puede entenderse también como una advertencia ética: no enfrentarnos a la realidad nos convertirá en exilados permanentes. En un registro muy distinto, La pasión de Marta nos brinda una verdadera sinfonía de sentimientos. En ningún otro texto manifiesta Hermoso de Mendoza un mayor empeño por bucear en la compleja humanidad de sus personajes: un elaborado alarde introspectivo, proyectado hacia el pasado, que pretende arrojar luz sobre un drama del presente. Cierra el volumen +Low, el relato tal vez más original y ambicioso del libro. Partícipe del medio familiar evocado en anteriores historias, narra la peripecia de una adolescente emancipada, Heloísa, que cumplidos los dieciocho años se lanza a la calle para abrazar la profesión de indigente, dando así entrada en su relato a una curiosa galería de personajes, como Román o Macario, protagonistas de historias un tanto estrafalarias, ciertamente dramáticas, pero contadas con un punto de ironía. El cartón en se asienta esta joven aprendiza de Diógenes no tarda en convertirse en un mirador donde no solo observa, sino también lee, escucha o incluso escribe aforismos. El resultado es un variado y estimulante mosaico de textos que modulan las mil voces del desencanto y la pobreza. Y así hasta que aparece el relevo y toca «volver a la retaguardia». ¿Pero no será más bien a la vanguardia? Cuestión de opiniones. «El barco sobre la mar. Y el caballo en la montaña».
Reseña de Manuel Fernández Labrada
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«Había amanecido hacía un buen rato cuando, sin apenas advertirlo, una mancha en el horizonte se convirtió en una embarcación a la que subiría atontado y mosqueado minutos después, como si aquel desenlace no fuera el previsto, y el pasar de estar a la deriva a encontrarme a salvo llegara a contrariarme, ante la idea de ver empequeñecida mi posible gesta presente, jibarizada a una anécdota mínima futura.»
«Suena una canción moderna en el artilugio. Más que cantar parece que el cantante o la cantante, no es fácil saber el género, mordiese las palabras, las fuera masticando, al tiempo que se le fueran escurriendo algunas letras por la comisura de la boca. No tienen los allá presentes cuerpo ni edad para bailables.»